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Todas las miradas se posaron en ella cuando en 2016 ganó el Premio Talent de la Madrid Fashion Week. Su rompedora colección 'Work in progress', con aquel vestido con falda realizada con fregonas que se hizo viral, proponía una moda basada en el reciclaje, los ... retales y el material rescatado de la basura. Después dio el salto internacional con su selección en el festival de moda de Hyères (Francia), donde todo cambió. «Cuando les presenté mi proyecto me preguntaron cuál era mi 'business plan'», recuerda Ela Fidalgo poniendo gesto de 'qué me estás contando' y prosigue: «Les contesté que ninguno, porque lo mío era economía circular y me pusieron mala cara. Ahí me dije: 'Muy bien, la moda no es para mí». La autora ha contado así este jueves en Málaga su ruptura con el diseño y su giro hacía la libertad creativa en el ámbito del arte con una obra personal y cargada de simbolismo que muestra su disidencia con la industria de la moda en 'Victus et amictus', su primera gran exposición individual en una institución pública de la mano de la Térmica y la Escuela de Arte de San Telmo.
El título de la exposición, traducido como Alimento y Ropa, resume a la perfección el proceso de rehumanización que Ela Fidalgo quiere transmitir en su obra. Ya sea en cuadros o esculturas, las piezas mantienen esa vinculación con la moda a través del uso de materiales textiles y el pespunte que hilvana las siluetas de los personajes que pinta. Comenzando por esa icónica 'Gordita' de dos metros y medio que da la bienvenida a la exhibición y que está realizada a partir de 2.200 piezas de cartón, guata y telas de diferentes texturas cosidas a mano. Un 'figurín' colosal que deja clara la postura de su creadora contra la dictadura de las tallas, el canon de belleza y los estándares de la moda convertidas en tiranía subliminal y omnipresente para muchas personas.
«Desde pequeñita he tenido muchos interrogantes. Al principio era porque los nenes se metían conmigo y por lo que pasaba en las noticias hasta el punto de que dentro de mí intentaba disolver esas barreras para retomarlas y reflexionar. Al final, de lo que habla mi obra es de esas cicatrices y por eso la piezas están bordadas ya que son como suturas de un trauma que cada vez hay que hacer más visible dentro de la sociedad», ha confesado la artista que ha encontrado a través del arte la manera de expresar no solo esos dramas personales, «sino también las injusticias», una defensa de la diversidad y la propia identidad, y un deseo de construir «ciudades dignas y humanas».
Esa pérdida de valores «de los abuelos», como ella lo ha denominado, se palpa en toda su producción, como la serie 'Paraíso perdido' con el trasfondo de los pecados capitales y que desde el color y un profundo simbolismo, muestra murales de tres metros como 'La soberbia', que exhibe uno de los males de la sociedad actual con numerosos personajes sosteniendo espejos y teléfonos móviles. «Aquí también estoy yo mirándome en un espejo que al final es en realidad un agujero negro porque tengo un problema con mi propio reflejo», ha explicado Ela Fidalgo, que también hila fino con la superficialidad y la huida de uno mismo: «Nunca llegamos a pararnos delante del espejo y mirarnos para ver quienes somos porque nos aterra y por eso buscamos en los teléfonos una respuesta que nunca está porque no es real, sino virtual».
Contra ese postureo se posiciona esta exposición que no solo propone piezas artesanas sino colaborativas como esa otra 'Gordita' de menor tamaño que la artista ha creado esta misma semana con alumnos de la Escuela de San Telmo y con colectivos sociales y que durante la muestra se exhibirá en el centro educativo. «Para mí lo importante no es la exposición, sino este contacto con los estudiantes o con personas para compartir otros puntos de vista», cuenta la artista, que además ha promovido la realización de talleres con familias y adultos a cargo de Prodipec para que los espectadores que quieran algo más creen sus propias obras y no se queden solo en la contemplación de la colección.
Una manera de convertir la visita en toda una experiencia para «empoderar a la gente», ha proclamado la artista que ha defendido la diversidad. «Todos somos únicos y bellos a nuestra manera, así que la idea de la exposición es contemplar esa belleza. Vivimos en un país que es culturalmente una pasada, con diferentes lenguas y un patrimonio muy rico. El primer día que vine aquí me fui a ver los verdiales que me parece que es algo que tenemos que cuidar y no dejarnos llevar por otras cosas que solo nos distraen», ha subrayado Fidalgo, que ha abogado por cuidar «nuestra historia y raíces».
La artista no ha querido 'contaminar' su etapa como modista con la artística, por lo que ha separado en dos salas esta mirada retrospectiva a su corta e intensa trayectoria. «Llevo solo siete años pero me han parecido dos décadas», ha asegurado. En el espacio dedicado a la moda, las comisarias y profesoras de la Escuela de San Telmo, Conchi Rosas y Reyi Pérez, han colgado del techo los diseños que ya anticipan un sentido escultórico del vestuario en esta artista que también exhibe su «compromiso social y medioambiental», como ha comentado el vicepresidente de Cultura de Diputación, Manuel López Mestanza, que ha presentado la muestra junto al director de La Térmica, Antonio Javier López.
Esa defensa, preocupación social y sufrimiento de Fidalgo no solo se observa en las paredes, sino que la artista tampoco lo ha ocultado en la rueda de prensa de este jueves. Vestida de riguroso negro –todo un contraste con su obra multicolor– y tras ver sus cuadros colgados por primera vez de una institución pública, la creadora ha confesado sus dudas previas con esta exposición ya que hasta ahora se había movido en ámbitos de galerías privadas. «Venía sin piel y hundida y preguntándome si valía la pena dedicarme a esto porque ser artista es un compromiso de por vida. Pero estando aquí me he dado cuenta que sí puedo aportar algo. Gracias».
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