Un dulcecito de leche

Lunes, 30 de octubre 2023, 01:00

Me topé la otra noche, buceando en la oferta de la plataforma Disney+, con un producto muy curioso que estos días está recibiendo muy buena onda en medios especializados y redes sociales. Por suerte no se trataba de ese ingenio que, coincidiendo con los primeros ... cien años de la compañía, nos permite vía inteligencia artificial darnos a todos un lavado de cara y nos empana con forma de dibujos animados: todos tan angelicales y con rostros de nunca haber roto un plato, ay. Nada de eso hay en 'Nada', que así se llama esta serie cortita que me encontré, de cinco capítulos breves y dirigida por la pareja de directores argentinos Gastón Duprat y Mariano Cohn. Estos creadores, habituados a la ironía y al sarcasmo -como en 'Competencia oficial', con Banderas o Penélope Cruz; o como en sus proyectos al frente de la cadena local bonaerense, donde hicieron programas alocados y de riesgo- se dedican aquí a un experimento feliz, que busca descaradamente endulzarnos por doquier con una nata entre lo local y lo global. Así, y con la excusa de retratar los azares de un crítico gastronómico en horas bajas, encarnado por un excelso Luis Brandoni, la serie en realidad nos regala un paseo por el mejor Buenos Aires: el de los asados, el de los cafés servidos con mucha parafernalia, el de los pasos de peatones como hervideros de cruces de palabras y de caminos. Y, sobre todo, sale comida, mucha comida: milanesas, facturas (o pasteles) de todas formas y tamaños, carnes en toda su extensión y punto. Como remate para este alfajor, con algo de apariencia de bombón de promoción turística pero donde sobresale una historia simple pero bien contada, la producción cuenta con la participación un poco marciana pero muy divertida de Robert de Niro, que explica a su modo los significados de algunos vocablos porteños y que tiene un papel destacado en el tramo final del artefacto. Obvio que la serie no se mete en berenjenales políticos o sociales, pero tiene escenas hilarantes, muchos consejos de cocina y una mala leche soterrada que no amarga en ningún momento.

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