El disfrute de la Fura dels Baus
36 Festival de Teatro de Málaga ·
La compañía exalta el goce de vivir en su 'Carmina Burana', un placer para la vista y el oído en el CervantesSecciones
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36 Festival de Teatro de Málaga ·
La compañía exalta el goce de vivir en su 'Carmina Burana', un placer para la vista y el oído en el CervantesAquello que cantaban los goliardos del medievo tomó ayer cuerpo en el Cervantes, a la manera de la Fura dels Baus. Y eso siempre marca una diferencia. El 'Carmina Burana' de Carl Orff sonó en toda su dimensión, con la épica y la potencia ... que le caracteriza, pero con una puesta escena que lo aleja absolutamente de lo clásico. Marca de la casa de la compañía. Mientras los 'clérigos' entonaban sus cantos, la bacanal cobraba forma en el escenario con la ayuda de la técnica y el esfuerzo de los intérpretes, con un rol que iba más allá de levantar la voz. Entre ellos, el barítono malagueño Antonio Torres, el jefe de la banda en esta orgía sensorial. Un placer para el oído y para la vista que anoche puso al público en pie en el primero de los cinco llenos que hará hasta el domingo en el Festival de Teatro de Málaga.
La Fura dels Baus invitaba al público a participar de la fiesta comenzando la acción desde el mismo patio de butacas. Estos goliardos contemporáneos desfilaban entre la audiencia interpretando la introducción compuesta 'ex profeso' por César Belda, un bello canto que en nada desentonaba con lo que vendría después y que preparaba para el arranque del famoso 'O fortuna'.
En el centro de las tablas, solo un enorme cilindro. Solo, sí, pero con la capacidad de transformarse en (casi) todo lo que quisiera por el poder de la tecnología. Sobre él y con las voces de fondo, las proyecciones en tres dimensiones se sucedían creando bellas y también inquietantes imágenes que trasladaban al universo, al fondo del mar o al mismo infierno. La pantalla se convertía después en filtro que difuminaba lo que sucedía en su interior. Incluso en plataforma giratoria.
La Fura dels Baus buscaba la sorpresa y el impacto jugando con sus 'artilugios' y con unos caracterizados protagonistas que cantaban, actuaban y mucho más. El malagueño Antonio Torres demostró una vez más su capacidad para combinar la lírica y el teatro, para ejecutar sus fragmentos con precisión vocal mientras gesticulaba, se movía por el patio de butacas, se subía a una estructura móvil o se mojaba, literalmente. Al contratenor Lluís Frigola le tocó cantar en altura y en posición horizonal;mientras la soprano Amparo Navarro elevó su voz a varios metros del suelo y en movimiento. Ninguno tenía un papel fácil.
El ambiente solemne que habitualmente acompaña al 'Carmina Burana' se rompía con imágenes mundanas, con un tono burlón e incluso cambiando las reglas de un concierto al uso: por un momento, el público ocupó el lugar de los músicos con el director de la orquesta –siempre en un discreto segundo plano– levantando la batuta frente a ellos. E incluso lanzándole un beso.
En su 'Carmina Burana', la Fura exalta el goce de vivir y sus placeres –el amor, el sexo y el vino– en una fiesta dionisíaca de movimientos sensuales, actitudes provocadoras (las justas, sin pasarse) y un desenfreno de efectos que apelan a los sentidos, desde la vista al olfato (con esencias en el patio de butacas). Pero quien quiera puede leer entre líneas y ver algo más en esta combinación de performance, instalación, técnica y música. El cambio climático, el empoderamiento de la mujer, el exceso de la tecnología... Si de algo huye La Fura, eso es de lo obvio.
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