José Ramón Ladra

El director del Reina Sofía defiende La Invisible: «Me cuesta entender las resistencias»

Manuel Borja-Villel vuelve al patio de la Casa para apoyar un proyecto que considera «esencial», más aún en una ciudad de museos franquicia

Sábado, 26 de febrero 2022, 01:19

A muchos les sorprende que el director de una institución tan potente como el Reina Sofía de Madrid se implique abiertamente en la defensa de un centro cultural de base, gestionado por la ciudadanía, en Málaga. «Pero lo raro sería que no estuviera ahí», responde ... con naturalidad Manuel Borja-Villel. Si en un lugar tiene sentido un proyecto como La Invisible, dice, es en una ciudad de museos franquicias. «Como contrapunto». El gestor cultural vuelve este domingo al patio de La Invisible para apoyar con su presencia un proyecto que considera «esencial». Lo hace cuando la posibilidad de desalojo es más real que nunca, con el plazo ya cumplido para la salida voluntaria del inmueble. Y no estará solo: compartirá mesa con el director honorario del Pompidou París, Bernard Blistène, y el artista Rogelio López Cuenca en el cierre del congreso 'Multiplicity' (12.00 horas). Antes, tras unas jornadas maratonianas en ARCO, Borja-Villel atiende al teléfono.

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-No es la primera vez que pisa La Invisible, pero muchos se preguntan aún qué hace alguien como usted en un lugar como este. ¿Qué hace el director del Reina Sofía en el patio de la Casa Invisible?

-Lo sorprendente es la pregunta. La cultura es un ecosistema donde hay grandes instituciones, medianas y pequeñas. Y hay un elemento que a veces se nos olvida que es la parte más de base, de contacto con la gente, más capilar. Como parece que pensemos todo en términos meramente económicos, cada vez hay menos estructuras de estas que no son tan visibles como un museo y que son fundamentales. Que exista La Invisible no es contradictorio con los museos que hay. Al contrario, enriquece y complementa. Como ciudadano me parece un orgullo que exista un centro de estas características organizado por el esfuerzo de la gente y que dure dos generaciones.

-¿Sigue en la distancia la situación de La Invisible?

-Sí. Son muy importantes este tipo de iniciativas y habría que ayudar a que continúen, obviamente con todos los elementos legales que sean necesarios. Porque un tejido cultural es eso: si desaparecen los pequeños, acaban desapareciendo los grandes. La cultura es la diversidad. Que Málaga haya sido capaz de hacer toda esa estructura de museos y que, además, tenga esa estructura de base me parece modélico.

«En este tipo de cosas deberíamos dejar aparte la política y pensar en la gente»

-Quienes se oponen a La Invisible siempre alegan que es un espacio que nació de una ocupación.

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-Sí, pero luego se empezó a hacer un acuerdo donde estábamos nosotros, ellos se constituyeron en fundación, estaba el Ayuntamiento, la Diputación… La idea era hacer un convenio de modo que una situación que nació irregular se pudiese normalizar. Esa normalización tarda mucho. Si es una cuestión técnica, que se resuelva técnicamente, pero ahí parece que hay disparidades de criterios.

-Al final todo es política.

-Es una pena, porque en este tipo de cosas deberíamos dejar aparte la política y pensar en la gente.

-¿La cultura que se genera desde las instituciones es insuficiente?

-Es muy importante que haya una cultura centrada en un artista como Picasso o Miró, que haya museos nacionales, pero que haya estructuras de base es fundamental. Algo que muchos colegas discutimos durante la pandemia es que era necesario un cambio de paradigma. Todos estábamos de acuerdo en que las instituciones tenían que ser más solidarias, que debíamos de dejar esta cosa competitiva que teníamos entre nosotros, que tendríamos que cambiar de modelo hacia formas más sostenibles. Y en ese contexto había dos verbos que salían una y otra vez: pasar de visitar las instituciones a habitarlas. Y en ese sentido La Invisible precedía muchas cosas que nos hemos planteado con la pandemia. Volviendo a la primera pregunta, lo raro sería que no estuviera ahí como director de un museo nacional de arte contemporáneo.

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-Pero es consciente de que es un gestor atípico. No todos bajan a la calle como hace usted.

-Mira, ayer tuve una experiencia súper rara. Estuve todo el día en ARCO, acabé tardísimo. Y cuando llego a casa enciendo la televisión y veo lo de Ucrania. No podemos perder este sentido de realidad. Cada uno es especialista en una cosa, pero no puedes perder el sentido de que tu trabajo está en contacto con otras cosas. Cuando te conviertes en una burbuja hay algo que falla. Instituciones como la Casa Invisible son ese principio de realidad y eso genera una ciudad mucho más sana, mucho más democrática. Para mí es una envidia que haya una ciudad que tenga una institución como La Invisible.

«La Invisible es esencial para la salud intelectual, democrática y social»

-Y entonces, ¿por qué existe esa resistencia de las instituciones públicas?, ¿por qué resulta tan molesta?

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-Eso me cuesta entenderlo. Me consta que la gente de La Invisible quiere dialogar y me cuesta entender que no se pueda llegar a una solución, que la propia ciudadanía pide. La línea de La Invisible, obviamente, tiene que ver con el pensamiento social, con la crítica institucional.

-Y es sano que eso exista.

-Por supuesto. El que una ciudad tenga una institución donde haya ese pensamiento es importantísimo. Y, además, que lo hayan hecho durante tanto tiempo y susciten tantas simpatías sin presupuestos. En este sentido me cuesta entender que haya tantas resistencias cuando lo mires por donde lo mires es un elemento positivo para la ciudad.

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-Usted ha sido muy crítico con el modelo de Málaga como ciudad de los museos donde «la marca o el nombre de un artista puede ser más importante que los contenidos». Sin embargo funciona: según el Observatorio de la Cultura, Málaga es la tercera ciudad en potencia cultural del país.

-Hay que reconocer que Málaga se está convirtiendo en la capital económica de Andalucía y, obviamente, la aparición de los museos es importante. Pero yo soy bastante más crítico con los museos franquicias. Y en una ciudad de franquicias, el que haya una institución que sea justamente todo lo contrario, que sea de base, que no sea una cosa importada, todavía tiene más sentido. Incluso ese modelo casi que te exigiría más tener ese contrapunto.

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-Ahora, tras fracasar la opción de Barcelona, media España se postula como sede del Hermitage.

-Y yo creo que se equivocan. Pero no hay que contraponer franquicia y Casa Invisible, no son incompatibles en una misma ciudad. Dicho esto, sí que estoy en contra de los museos franquicia por muchas razones. Una, porque se basan en un modelo prepandémico y homogeneizador donde lo importante es la marca. Y hoy sabemos que lo importante es la gente, el conocimiento, la investigación… Otra cosa es que se nos ha vendido la globalización como la gran panacea, pero hoy sabemos que hay que colaborar de igual a igual en una estructura horizontal. Cuando tú dependes de otros, el país tiene un problema. El país que no defiende su propia cultura, y no lo digo en absoluto en un sentido nacionalista sino en el de crear un tejido, es un país muy débil. Y las franquicias se basan en eso. Otra cosa es la colaboración, que no solo es necesaria sino imprescindible. La Invisible me parece esencial para la salud intelectual, democrática y social de la gente.

«No hay que contraponer franquicia y Casa Invisible, no son incompatibles en una misma ciudad»

-En su visita a Málaga, ¿aprovechará para visitar algún museo?

-(Ríe) Siempre que puedo visito otros museos. Los de Málaga me los conozco bien porque por razones familiares bajo bastante. Y es mi obligación saber qué está ocurriendo en otros sitios.

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-Entonces, puede que incluso vaya a un museo franquicia como el Pompidou.

-Sí, he ido varias veces.

-¿Y no resulta contradictorio con su discurso? Al final cuando están, los disfruta.

-Lo hago más como profesional. Es mi obligación saber todo lo que hay.

-¿Celebrará el Reina Sofía el Año Picasso en Málaga?

-Ya hemos hecho cosas con Málaga anteriormente. Con la exposición 'El camino al Guernica' hicimos una serie de talleres en la Casa Invisible, pero no porque queramos hacernos los guays. Una obra de arte tiene muchos niveles: es historia, refleja un periodo, es un momento en la evolución de Picasso, pero al mismo tiempo el 'Guernica' es Picasso y Picasso es una marca, hasta de coches. Y tienes la obligación de estudiar todos los niveles. En ese contexto, la institución que estaba planteando la idea de que Picasso se puede convertir en una marca, y cuando es así es algo vacío, era la Invisible. Y fue algo muy bueno para todos, para Picasso, para la ciudad y para el público. Por supuesto que en el Año Picasso deberemos hacer algo con Málaga.

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-¿Y será de nuevo en La Invisible?

-Depende del contexto.

-Si aún no les han desalojado…

-Exactamente. Pero una cosa no es incompatible con la otra. El que el Reina Sofía pueda hacer algo con la Invisible y también colaborar, por ejemplo, con el Picasso no sólo no es contradictorio, sino que es parte de una forma de entender la cultura que se declina en muchas formas.

-No deja de ser curioso que esa colaboración se produzca entre La Invisible y un museo de Madrid, y no con uno de Málaga.

-A veces también necesitas un poco de distancia. Y no lo sé, la gente dentro igual tiene unas presiones que nosotros no tenemos.

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