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Alrededor de 200 obras, de todos los formatos posibles, llevan su firma. Diana Pérez Custodio, algecireña afincada en Málaga, pertenece a una generación de mujeres ... que ha luchado por tener voz propia en un terreno de hombres, una generación que ha reclamado ser visible cuando apenas había referentes femeninos a los que asirse. Ella lo ha conseguido, siempre a costa de robar horas al sueño para compaginar la composición con un trabajo remunerado (como profesora) y la crianza de dos hijas. Un esfuerzo que, hasta ahora, había encontrado más recompensas fuera que dentro de casa. Pero algo está cambiando.
En lo que va de año, Pérez Custodio ha presentado en Málaga tres proyectos musicales diferentes, el último ayer en el Centro Cultural MVA, con el apoyo de Fundación Málaga y la Cátedra de Flamenco. Innovadora y creativa, la compositora cocinó (en sentido literal) '12 Sabores. Ritual'. Con la mezzo soprano Elena Montaña, la guitarra eléctrica de Pilar Rius y las habilidades con la electrónica y la performance de Jesús Barranco, Pérez Custodio ofreció un espectáculo musical que apelaba a la vista, al oído, al olfato e incluso al gusto con una melodía sobre la búsqueda de la alegría que se interpretaba al tiempo que se preparaban unas patatas a lo pobre.
–Este año ha tenido varios estrenos en Málaga.
–Más que en los últimos 50 años de mi vida, mi edad (ríe).
–Ya era hora.
–Estoy que no me lo creo, súper feliz. No sé si ha sido la pandemia, que quizás nos ha hecho a todos mirar más a lo que tenemos cerca, o que tras muchos años sembrando al final algo tiene que brotar por algún sitio.
–¿Le ha frustrado no sentirse apoyada los años anteriores?
–Era descorazonador. Te ibas fuera de Málaga y de España y encontrabas una acogida maravillosa, y aquí era una invisibilidad importante. Sí que he hecho cosas aquí, pero parece que te dan más valor fuera que donde estás haciendo tu labor callada y cotidiana.
–¿Qué es '12 Sabores. Ritual'?
–Es la otra cara de la moneda de '12 Piedras. Ritual', que se hizo en el ciclo de la Fundación General de la UMA en primavera. Es un espectáculo donde hay voz con un protagonismo compartido con otros elementos, sonoros y escénicos. Están concebidos como un ritual, con una concepción circular en el tiempo y con un significado humano muy profundo y muy real. Trata sobre el aprendizaje del placer y la búsqueda de la alegría. Se hace a través de los 12 ingredientes de un plato que se cocina en directo y se fundamenta sobre el palo flamenco de la alegría. Es la otra cara de '12 Piedras. Ritual', que se fundamenta en la seguiriya y va sobre el dolor.
–Hay que innovar.
–Sí, pero no innovar por innovar. A mí lo que me gusta es hacer lo que crea que tengo que hacer para transmitir el mensaje. La idea es no dejar a la gente indiferente, que haya merecido la pena de alguna manera la experiencia de la obra.
–Es compositora de música contemporánea y mujer. Dos características que no le habrán hecho la vida fácil...
–No (ríe). Ya sabemos todos lo que trae aparejado ser mujer, pero si tu profesión está remunerada, si eres arquitecta, médico o abogada, eso te permite contratar ayuda doméstica para todas estas cosas de la maternidad. Pero si encima eres compositora, que tienes que ganarte la vida con otra cosa, en mi caso siendo profesora, a lo que le vas comiendo horas es al sueño. Poca remuneración, mucho trabajo y poco sueño.
–En el mundo de la música, ¿ha sentido discriminación por ser mujer?
–Sí, algo sí. Pero salvo anécdotas de gente que mete la pata con un comentario tremendo en un momento dado, realmente la discriminación no es tanto en el mundo de la música como en la vida real. Y no es tanto discriminación, como hechos cotidianos que te lo ponen mucho más difícil. En un compositor con tres niños está súper asumido que hay que dejarle su tiempo, y ya su mujer o quien sea se ocupa de lo demás. Pero en nuestro caso, aparte de que nadie puede estar embarazada o amamantar por ti, no hay ese reconocimiento ni esa idea de que tú necesitas tu tiempo, tu tranquilidad y tu silencio. Si lo reivindicas, eres una mala madre.
–¿Y está cambiando esa realidad?
–Quiero pensar que sí. Las de mi generación tenemos ya una cierta edad y las que vienen detrás, por lo menos, nos tienen de referentes. Ven que hemos sobrevivido. Yo lo tenía muy difícil. Lo primero que me plantó mi padre cuando le dije que quería ser compositora fue 'Lo siento hija, las mujeres no podéis ser geniales. Mira los libros de Historia'. Y era verdad, no estábamos. Ahora ya vamos estando.
–¿Ellas están ya en los programas lectivos de los conservatorios?
–Se está haciendo un esfuerzo importante. Todavía hay una minoría aplastante, pero no es que nos hayan quitado de las programaciones por ser mujer, es que llegar a las programaciones siendo mujer tiene un plus de peligrosidad que hace que lleguemos menos.
–¿Por qué cuesta tanto que las orquestas sinfónicas programen música contemporánea?
–Porque hay una especie de círculo vicioso. Esto no va a gustar, entonces como nunca lo pongo nunca va a gustar. Entonces no gusta y no lo pongo. Eso es lo que está en la cabeza de muchos programadores, no en la de todos. De hecho, este año hay tres obras de autores andaluces en la temporada de la Orquesta Filarmónica de Málaga, que es una raya en el agua, nos miran con envidia del resto de España. Mi experiencia particular es que a la gente cuando tú se lo das bien hecho, le suele encantar. Muchas veces son las instituciones y los programadores los que tienen la mente más cerrada y tienen a menos a la gente y a sus capacidades de asimilar otras cosas.
–¿No cree que parte de culpa la han tenido los propios compositores, que en otro tiempo han dado la espalda al público?
–La música contemporánea del siglo XX es diversidad pura. Sí que hay gente que le ha dado la espalda al público de forma deliberada, pero en ese viaje trajeron cosas de vuelta muy interesantes que ya hemos incorporado en nuestra paleta los que no tenemos ninguna intención de darle la espalda al público. Es como si hubieran puesto un montón de colores nuevos en la paleta y ahora tú con ellos haz lo que quieras.
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