Llevamos toda la vida viendo imágenes que nos dicen cómo debe ser una mujer. Cuadros, esculturas, portadas, videoclips, anuncios de perfumes. La mitología, el arte, ... la publicidad o el cine han moldeado nuestra percepción hasta convertir la violencia en un paisaje. 'Pas Éternel', la exposición de Elo Vega que organiza la Universidad de Málaga en el Rectorado y que cierra hoy mismo, desentraña este relato que nos ha acompañado siempre: la mujer es imagen, objeto, promesa, orgasmo. Comisariada por la propia artista y por el historiador del arte Javier Cuevas del Barrio, la muestra nos invita a revisar lo que hemos asumido como normal, a mirar de nuevo.
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Desde que el cuerpo femenino fuera creado a partir de la metamorfosis de una costilla de Adán, la mujer ha sido un lienzo sobre el que otros han proyectado sus deseos. Carne secundaria, apéndice del macho, ser moldeado para ser visto. La belleza como mandato, el deseo masculino como ley, la mirada ajena como espejo. La publicidad vende la promesa de una versión mejorada de nosotros. La exposición de Vega recorre distintos discursos visuales que han definido lo femenino a partir de la validación de los demás.
Uno de los textos de la artista en el sublime catálogo de la exposición se detiene en el rapto de las Sabinas, el conjunto escultórico de José Seguiri en la plaza de Uncibay. En inglés, 'rape' significa violación, pero en español el término se ha suavizado como 'rapto': un secuestro sin mayor carga criminal. Una escena de violencia representada en bronce, asumida como parte del paisaje urbano que pasa desapercibida, a tamaño natural. Hace pocos meses, estas esculturas amanecieron intervenidas con una cinta de 'crime scene' (escena del crimen), pero sustituyendo 'crime' por 'rape' (violación). Ocurrió un 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer (no confundir con el 8 de marzo, Día de la Mujer, ni con el Día de la Madre, que siempre cae en domingo, Día del Señor).
Pero no hace falta irse a la escultura pública ni a la mitología para encontrar ejemplos de la normalización de la violencia. La historia del arte está plagada de escenas que han sido leídas como exaltaciones de la belleza, el amor o la pasión, cuando en realidad representaban agresiones encubiertas. Desde las Danaides de Ingres hasta las versiones de Susana y los viejos, la mirada masculina ha dictado cómo debe ser representado el cuerpo femenino: siempre en exhibición, siempre a disposición de los demás.
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Ese mismo patrón se replica en la cultura popular contemporánea. En el cine, en la música, en las revistas de moda, en Instagram. Se perpetúa en eslóganes que siguen dictando qué significa ser una mujer deseable, madre sumisa, puta. Se cuela en las canciones que romantizan la sumisión. Yo he sufrido mucho con eso de que quien bien te quiere te hará llorar, y he aprendido que quien te quiere, en realidad, te hará reír, ascender, ser más fuerte todavía.
Esta exposición, 'Pas Éternel', es necesaria porque desmonta lo que se asume normal y nos obligan a mirar de nuevo, identificando los mecanismos de control que operan en las imágenes de forma silenciosa. Nos recuerda que la violencia casi nunca es explícita, no siempre deja cicatriz, pero está ahí, doliente, infiltrada en la manera en que se nos enseña a ver el mundo. 'Pas Éternel' es una oportunidad para mirar de otra manera y, quizá, empezar a cambiar la manera en la que vemos y hay que verla hoy, que es el día de la mujer mundial.
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