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«Pinto estas obras en lugares efímeros. Igual que yo las pinto en la vía pública, si alguien pinta encima, se las llevan o las rompen, pues forma parte del juego. El carácter efímero de la obra es lo que le da valor a la ... acción. Siempre me cabrea un poco cuando una pieza aparece rota o pintada, aunque lo acepto porque de eso va el juego. Pero esto es distinto, no es alguien que quiere hacer un destrozo. Esto viene de alguien que sabe lo que está haciendo, que tiene unos conocimientos evidentes de restauración y conservación, porque esta técnica no es fácil de realizar«.
Habla Julio Anaya con el cansancio todavía en la voz. Anoche estuvo pintando en el estudio hasta las cuatro de la madrugada, apretando el acelerador creativo para la ambiciosa exposición que presentará a finales de octubre en la sede en Hong Kong de la Galería Nanzuka. Luego vendrá una feria de arte en Shangái, al calor de una obra que ya tienen en sus casas coleccionistas de Estados Unidos, China, Venezuela, Inglaterra y Oriente Medio, como da cuenta la exposición que acaba de clausurar en la Galería Yusto/Giner de Marbella. Y justo ese vuelo ascendente asoma como telón de fondo en el intento de robo de un mural que Anaya realizó para el Espacio Lavadero de Granada y que está valorado en unos 5.000 euros.
Anaya (Málaga, 1987) es uno de los jóvenes artistas españoles más cotizados, cuya obra se caracteriza por la recreación de cuadros emblemáticos de la historia del arte en espacios abandonados. Esa vertiente de su trabajo 'en exterior' convive con sus obras 'de interior', donde los trampantojos de esos lienzos (marco incluido) surgen sobre trozos de cartón recogidos de la basura. Así une Anaya el museo con la calle, en una trayectoria que ya ha suscitado el interés de coleccionistas, instituciones y galerías de varios países.
El artista malagueño realizó en febrero de 2019 una intervención para el Espacio Lavadero de Granada. En un solar próximo a la sede de esta asociación cultural, Anaya recreó la obra titulada 'El embovedado' (1904) de José María López Mezquita, que forma parte de la colección del Museo Carmen Thyssen Málaga y que ofrece una vista de una zona cercana. Resulta que la pieza de Anaya está situada en una parcela privada, cuyo propietario mantiene un acuerdo de cesión con el Espacio Lavadero, de ahí que haya podido interponerse la denuncia por intento de robo.
Explica el procedimiento el artista y gestor del Espacio Lavadero, Miguel Ángel Moreno Carretero, quien añade: «Esto no lo ha hecho un cualquiera. Es obra o encargo de alguien que sabe que Julio es un artista cada vez más cotizado«. Y sigue Moreno Carretero: »Cuando conocí la obra de Julio en Genalguacil me encantó y quise darle ese giro que tiene allí, vinculando la pieza al lugar donde está ubicada«.
Así, la obra de Anaya forma parte de una serie de intervenciones urbanas que el Espacio Lavadero ha promovido en la ciudad vecina de la mano de artistas como Pablo Capitán, Marina Vargas y el dúo formado por Alegría y Piñero.
Paso 1, limpieza: Se retiran posibles restos de la superficie.
Paso 2, fijación: Se colocan varios trozos de tela de algodón impregnados en cola de conejo. Se deja secar durante varios días.
Paso 3, retirada: Se desprende poco a poco la tela, con ayuda de una espátula.
Paso 4, transferencia: Se traspasa la imagen a otra superficie con cola y una solución de caseína.
Y tanto Anaya como Moreno Carretero coinciden en que el intento de robo es obra de autores con conocimiento de causa. Añade Anaya que la sustracción se ha intentado realizar mediante la técnica del 'strappo', la misma con la, como añade el artista, se empleó para trasladar las 'pinturas negras' de Goya desde la Quinta del Sordo hasta los lienzos que ahora cuelgan del Museo del Prado.
El procedimiento consiste en colocar sobre el mural varios trozos de tela de algodón impregnados en cola de conejo, un potente adhesivo. Luego hay que esperar varios días hasta que la zona se ha secado por completo y, entonces, se 'arranca' la imagen de la pared. Una vez 'arrancada', se coloca sobre la superficie donde se quiere transferir y se aplica grasa y una solución de caseína.
Un proceso lento y cuidadoso que estaba a punto de completarse en el caso de la obra de Anaya, que cierra: «Esto no es un destrozo, esto es alguien que o bien quiere la obra para sí o bien ha recibido un encargo».
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