David Burbano, en La Casa Amarilla. Migue Fernández

David Burbano

La Granizada / Fotógrafo, fundador y director de La Casa Amarilla
«El mejor termómetro de la Casa Amarilla es Casa Aranda; si se llena, hay venta de arte»

Martes, 1 de agosto 2023, 00:20

Fotógrafo, productor audiovisual, profesor, pero sobre todo motor de La Casa Amarilla, un proyecto que 'copió' en la ciudad alemana de Passau y que da ... cobijo desde hace 15 años a artistas sin exclusividades ni exclusiones. Fue guía turístico cinco años en Italia, donde no dejó tecla sin aprender en tecnologías de la imagen en Florencia.

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–¿Un plan de vacaciones culturales con niños en Málaga?

–Lo primero, la playa, comerte unos espetitos, y a la hora del calor, meterte en un museo: el Ruso, el Pompidou..., el mediodía es la mejor hora y por la tarde cuando refresque visitar las galerías que estamos abiertas.

–Ésta, además, es la oficina de un autónomo peculiar…

–(Ja, ja, ja). Siempre nos dicen: ¿Pero vosotros qué sois? Nos han criticado diciendo que éramos un bazar y, lejos de un insulto, es un elogio. Lo que hacemos es que se pueda encontrar una representación muy amplia del panorama cultural de Málaga: pinturas, grabados, láminas... artistas que arrancan y otros consagrados. Nos enorgullece. En unos días cambiamos la ventana y estará Paco Aguilar, ni más ni menos.

–Lo de unir a artistas suena a un gran esfuerzo...

–Difícil. Los artistas no somos seres de luz. Llegamos a ser semimalvados con nosotros. (Ja,ja,ja). Estamos siempre lejos de la unidad, y la Casa Amarilla busca unir. Resulta chocante, pero en estos 15 años sentimos que formamos parte de la ciudad.

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–¿Y la ciudad lo nota? Porque suena más La Casa Invisible, al menos en los medios.

–Hemos descubierto que somos un montón, y curiosamente, la Casa Amarilla suena mucho fuera. Hace poco escribía de nosotros una revista de viajes, también estamos en 'Lonely Planet', recibimos mucha respuestas de fuera cuando lanzamos algo. El ruido cultural de las instituciones copa los medios, pero sonamos. Hoy puedo decir que se nos escucha. Hemos generado un respeto. Todos los artistas saben cómo trabajamos. No firmamos convenios de exclusividad.

«Nos echan del local alquilado. El edificio lo ha comprado una empresa madrileña. Ahora buscamos otro espacio»

–¿Qué piensan sus hijos sobre su trabajo?

–Eso es bueno. El mayor decía hace años que yo recuperaba casas viejas; después, que si era artista, pintor, fotógrafo no sé qué, que si ayudaba a la gente. Tú lo que eres es empresario, me dice ahora con 16. El pequeño dice que lo que ocurre aquí mola, que por qué no ponemos trampolines y que haya que saltar para ver las obras. Hoy están orgullosos, son mi gran estímulo.

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–¿Y la vena artística familiar?

–No lo sé. Tenía un tío abuelo ferroviario, Alfredo Burbano, que hacía fotografías. Mi madre es... ocho apellidos malagueños y mi padre de Los Coliblancos, de Cabra. Mi vena docente es la que me ha llevado desde la técnica a lo artístico. Me especialicé en imagen infográfica y he terminado haciendo trabajo de gestión puro y duro.

–¿Le ha preguntado al GPT4 qué será de la Casa Amarilla?

–Claro. El otro día escuché a gente que le pregunta, pero para hacer justo lo contrario. Y nosotros. Todo lo que sea tecnológico nos interesa, habla de nuestro tiempo y el artista tiene que hacerlo.

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–¿Distingue una obra generada con imágenes a partir de IA?

–Hay parámetros que se distinguen.

–Pero eso serán los muy cafeteros como usted.

–Sin duda, pero creatividad y pensamiento están detrás siempre. Soy optimista respecto al artista. Javier Roz me decía que lo artesanal se revalorizará. Fusionemos todo. ¿Por qué no?

–Se habla de arte urbano, y lo de Villanueva del Rosario ¿qué es?

–Que se han juntado muchos artistas porque vivir y trabajar en Málaga se ha vuelto inviable. Arte rosareño (ja,ja,ja). Muchos amigos se han vinculado allí: Cristina Savage, Vero, Mar Montijano, Alejandro Benito... Tenemos relación con todo lo que se mueve en la ciudad y ellos son una parte importante.

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–La gentrificación creo que les anda pisando los talones.

–Pues sí. Nos echan del local alquilado. Se crean, digamos, las condiciones para que lo dejemos. Se nos acaba el contrato tras siete años. El edificio lo ha comprado una empresa madrileña no sabemos si para apartamentos.... Ahora estamos buscando otro espacio. Va a ser complicado.

–¿Cómo pondría en valor los mosaicos de Invader que andarán en algún depósito judicial?

–Lo primero, volver a exponerlos con orgullo.

–Y con permiso de Invader, que creo que le tiene echada la cruz a Málaga...

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–Normal. Habría que verlo. Las cosas se tenían que haber hecho de otra forma. Nosotros somos guerrilleros, pero siempre se pueden hacer bien las cosas.

–¿Torpezas de una ciudad adolescente en lo cultural?

–Somos una ciudad púber, algo que también es necesario para ser imaginativos. Hay muchas cosas que mejorar. El día que peatonalizaron calle Larios nos empezamos a creer una ciudad, y todo ha ido muy rápido. Ahora es el momento de frenar y mirar. La almendra del Centro tendrá que romperse, y tenemos que ir rápidos hacia un modelo propio. La pandemia nos sirvió para pensar. Roy Laguna se sumó con nosotros entonces y empezamos a hacer proyectos. La ciudad crece, el turismo crece, y la clave está en que no queremos ser Barcelona o Praga porque mis elementos diferenciadores son otros. El Ayuntamiento creo que no se da cuenta de lo que aportamos quienes estamos fuera del sector público. Y eso lo quieren los artistas y quienes nos visitan. Yo quiero esa mercería, o esa ferretería en calle Santa María acaban de cerrar, la última del Centro... Una lástima. Yo montaba allí una historia cultural.

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–¿Y con los 3,2 millones anuales del CAC qué haría?

–Uff ¿Con 3,2 millones? Hace años yo estaba en MASA, un movimiento en el que sólo pedíamos el 1 % de lo que se dedicaba a los museos para colectivos, que tendrían que responder hasta el último euro.

–¿Está el CAC en el punto de mira de la Casa Amarilla?

–Lo que habría que preguntarse es sí La Casa Amarilla está en el punto de mira de los que deciden quién debe gestionar el CAC. ¿Optar? Sí llega un empresario y nos pone el aval...¿Gestionarlo? Por supuesto. Si cada año nosotros arrancamos con menos de 25.000 euros y hacemos ruido suficiente, con ese dinero... Seguro que una gestión local con proyectos internacionales. Somos una asociación sin ánimo de lucro con una actividad empresarial y que busca cambiar el sistema desde las bases. ¿Por qué no se puede hacer de abajo a arriba? Hace diez años éramos unos locos que hacían cosas en la calle y nos insultaban. Eso es pasado.

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–Y con la tapa del inodoro del último Estival, ¿algún problema ?

–No. Sigue colocada. La gente flipó. Detrás hay crítica social porque los artistas tenemos que sacar los pies del plato y construir desde la crítica. La gente ya no se sorprende con lo que ocurre en La Casa Amarilla, pero nuestro termómetro fundamental, y lo digo en serio, es Casa Aranda y su personal, que es fantástico. Si ese día está llena, hay venta de arte; si está vacía, no. Hay fusión de público turista y autóctono, y los camareros son ya unos verdaderos expertos. Entran y dicen: «Ésta obra me mola o ésta no la entiendo, pero me gusta,vy en esta otra... ¡hostiaaaa os habéis pasao!»

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