De unos altavoces inalámbricos sale la voz tronante de Zack de la Rocha escupiendo los temas del primer disco de Rage Aganist The Machine. Suena eso como podría sonar el derrumbe de la Catedral, una estampida de búfalos o la bomba atómica de Hiroshima, que Darko seguiría con la mirada un poco perdida, educado y ausente, la cabeza en otra parte. Por ejemplo, en la imagen que tiene en la cabeza. Lleva ahí desde hace meses y poco a poco se perfila en las escaleras interiores del Centre Pompidou Málaga, que ya no blancas y radiantes como de costumbre, sino negras como boca de lobo. Hasta ahí dentro, bien dentro, se ha metido el artista malagueño para alumbrar este martes una intervención colosal, una pieza de fuerza mental y física, una luz al final del túnel.
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Porque aquí hay mucho más en juego que una acción artística imponente. Aquí Darko alcanza una nueva cota. El creador autodidacta convence a los rectores del Centre Pompidou de París para pintar los muros de su filial española, el grafitero salvaje sigue madurando desde la calle hasta el museo, desde la rabia hasta la contención poderosa. Se convierte, además, Darko, en el primer artista en actuar en la Colección del Museo Ruso y en el Centre Pompidou Málaga. En ambas ocasiones, de la mano del ciclo Málaga de Festival (MaF), previo a la celebración del certamen.
Ambos proyectos surgen ahora como caras de una una misma moneda. Porque el año pasado, Darko firmaba en el Museo Ruso 'Primer movimiento', una pieza heredera de la contención formal de las vanguardias rusas, cuajada a golpe de espray negro sobre fondo blanco, pura geometría. Y ahora, sin embargo, Darko se desata sin soltar del todo las riendas en este 'Segundo movimiento' de pared negra y espray blanco como las brochas que añade a la ecuación. El resultado podrá verse a partir de este jueves y durante todo un año, de manera gratuita, en el Centre Pompidou Málaga.
Esperan a Darko dos muros de 33 metros de largo cada uno y una pendiente que comienza en una altura de tres metros y llega hasta los nueve al final de la escalera. «Allí, al fondo, la pared te come», piensa en voz alta Darko como Kurtz en 'El corazón de las tinieblas'. «Otros artistas han utilizado andamios, pero esa fórmula me restaba mucho tiempo, así que me tuve que inventar la manera de llenar la mayor superficie posible de pared en el menor tiempo». Porque Darko sólo tiene la jornada de hoy, cerrada al público, para empezar y terminar su obra en el Pompidou. De ahí los difusores, los alargadores para las brochas, la tensión, el esfuerzo.
«Este 'Segundo movimiento' está basado en dos aspectos esenciales. De una parte, en la exposición de Jean Dubuffet que acogió el Pompidou hasta hace poco, en ese viajero sin brújula del que hablaba el título de la exposición, sin olvidar algunas obras incluidas en el montaje 'Utopías modernas'. Si te fijas en Stella o en Saura, tienen este tipo de trazo. Y del otro lado, al estar en un museo de origen francés, me he basado en el tachismo; sobre todo, en Hans Hartung, un artista alemán nacionalizado francés que luchó contra los nazis. Lo metieron en la cárcel con las paredes rojas para destrozarle la mirada. Si pones el nombre en Google ves imágenes de un hombre súper mayor, sentado en una silla de ruedas, pintado con un fumigador como ahora lo hago yo. Él quería siempre trabajar grandes formatos y como no podía, se buscó la manera de alcanzar su meta. He pensado mucho en eso al preparar esta obra...», desliza Darko.
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Porque ahora Darko piensa mucho. Siempre lo ha hecho, pero ahora quizá más. Porque cambia la vida, la familia crece y al volver la vista atrás toma conciencia del camino recorrido. Del descampado a las galerías de arte, de los vagones a las salas de exposiciones, de los muros clandestinos a las grandes marcas museísticas internacionales. «Es una responsabilidad muy grande, pero también un orgullo… Estoy aquí pintado y estoy viendo los cuadros de Equipo Crónica… Eso es la hostia», sentencia el artista malagueño sin quitarle el ojo de encima a su mural doble.
Así, en la pared izquierda ya se perfila una nebulosa de espray, una suerte de alambrada, mientras en el muro derecho espera su turno una estela sutil, apenas un fogonazo, la luz al final del túnel. «Cuando trabajo intento salir de la obra, mirarla desde fuera, y me gustaba ese contraste entre un muro muy cargado de pintura y el otro más sutil y liviano. Eso sí, tenía que ser sobre fondo negro, porque me gustaba la idea de haber trabajado el primer movimiento en blanco sobre negro y este segunda, a la inversa», ofrece Darko, firme en su plan mental. «Esto ya lo había hecho en lugares abandonados, con otros colores y en condiciones muy distintas, pero ya lo tengo en la cabeza».
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Por eso, en el fondo, el la cabeza de Darko no entra el berrido de Zack de la Rocha saliendo del altavoz con forma de cilindro. «Los escucho por la energía que tienen. El primer disco me recuerda a mis inicios, a la calle... No sé… Disculpa tío, estoy un poquillo emocionado». Y esa emoción marca el ritmo de este 'Segundo movimiento'. Que siga sonando.
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