Ñito salas

La danza atávica de Luz Arcas en el Cervantes

Danza Málaga ·

La bailarina y coreógrafa malagueña rescata en 'Toná' la tradición desde la más absoluta modernidad con un baile ritual que celebra la vida a través de la muerte

Martes, 19 de octubre 2021, 23:34

Luz Arcas convocó este martes al Cervantes a un ritual, a una ceremonia de celebración de la vida a través de la muerte, a una ... catarsis individual (la propia) y colectiva (la del teatro). Porque queriendo bailar al folclore de su infancia, la danza atávica de la malagueña conecta con un sentimiento universal ligado a la tradición y a lo arcaico que conmueve a todos. Tras recorrer varios escenarios de la geografía, Luz Arcas presentó su 'Toná' por fin en casa, donde esta historia empezó, dentro de la programación de Danza Málaga.

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Como el cante flamenco, la malagueña bailó a palo seco, ella sola sobre las tablas del Cervantes. Pero tenía compañía, otras dos mujeres sin las cuales no se podría completar ni entender el rito: de fondo sonaba el personalísimo violín de Luz Prado y la voz rasgada de Lola Dolores.

De riguroso negro, como corresponde a los actos solemnes, la coreógrafa de La Phármaco pasó por tres fases: la muerte, el luto y la resurrección, construyendo potentes imágenes con el movimiento de su cuerpo y el apoyo de los elementos justos y precisos. Luz Arcas rescata la tradición desde la más absoluta modernidad, con un espacio sonoro donde el violín de Prado se alía con la electrónica y con un baile contemporáneo que hace guiños a las raíces.

La primera escena de 'Toná' remite al sacrificio. Arcas reproduce a vista de todos la liturgia del toreo que arranca con la colocación del traje de luces. A partir de entonces, ella se transforma en matador y matado, en hombre y toro a la vez en una coreografía llena de poesía y energía. Se mueve al ritmo del folclore que deconstruye Luz Prado a las cuerdas, respetando en todo momento su esencia.

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Junto a ella, otras dos mujeres son esenciales para oficiar la ceremonia: Luz Prado al violín y Lola Dolores al cante

La lucha de fuerzas acaba inevitablemente en la muerte de una de las dos partes. Llega entonces el duelo con la impactante imagen de Luz Arcas convertida en una Dolorosa o en una plañidera de otros tiempos. Es cuando se suma a la celebración el cante jondo de Lola Dolores, un toque de dramatismo y desgarro que acompaña a la danza ahora pausada de Luz Arcas. Pero si algo recuerda la muerte es el valor que tiene la vida, en 'Toná' representada en una fiesta a ritmo de verdiales.

De principio a fin, Luz Arcas tira de su imaginario personal, que acaba siendo el de todos. 'Toná' nació en sus viajes a Málaga para acompañar a su padre enfermo, una vuelta a casa que le llevó a hacer una regresión a su infancia. Se reencontró con un libro sobre Trinidad Huertas 'La Cuenca', que recibió el sobrenombre de 'La Valiente' por bailar vestida de torera. Recordó la procesión a la Virgen del Carmen de cada 16 de julio y a ese amigo de su padre que creía en las apariciones milagrosas. Y pensó mucho en la muerte, en la vejez, en las pérdidas. 'Toná' encierra todo eso y algo más.

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En esa incursión en la memoria colectiva de un pueblo, Luz Arcas se detiene en los símbolos, en la apropiación que una parte de la sociedad hace de ellos y el conflicto que eso genera. Y ella se apodera de esos elementos para liberarlos de su carga, jugando con ellos, pisándolos y enarbolándolos para devolvérselos al pueblo. Magistral su danza con la bandera española.

'Toná' es un espectáculo que toca tierra de forma literal. Luz Arcas sobrecoge en un número en el que apenas se mueve del sitio: sobre una tarima, la malagueña da golpes secos al suelo con los pies y con un palo, atrapando la atención con una estudiada cadencia. Hipnótico. Sucede poco antes de que se pase de la oscuridad a la luz, a un fin de fiesta en el que las tres mujeres oficiantes de esta ceremonia se unan en un canto de vida conjunto. Todo el público se puso en pie.

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