Cultura con mantequilla
Línea de Fuga ·
La reacción ante esta crisis está siendo bien diferente y limitar esa respuesta a la capacidad económica de cada institución implica un trazo demasiado gruesoLínea de Fuga ·
La reacción ante esta crisis está siendo bien diferente y limitar esa respuesta a la capacidad económica de cada institución implica un trazo demasiado gruesoLa presentación era en el Centre Pompidou Málaga, pero las primeras palabras de su director fueron para compartir una fábula que le habían contado en ... el Museo Ruso, porque el cariño ni se compra ni se vende, aunque nos esté costando el dinero. Contaba el director la parábola de las dos ranas que cayeron a un balde de leche, una pensó que era inútil luchar contra la fatalidad y se dejó morir, pero la otra no paró de batir las patas (o las ancas), entonces la leche se convirtió en nata, luego en mantequilla y al final se salvó. Y tras el cuento vino la moraleja: «Vamos a seguir haciendo toda la mantequilla que podamos».
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Claro que las ranas pueden darnos otras lecciones. Una la recuerda Enric González en su libro 'Memorias líquidas': «Si se introduce una rana en una olla de agua fría y se calienta el agua poco a poco, la rana no hará nada por escapar. Se habituará al ascenso de la temperatura. Y acabará hervida».
Ahora queda por ver qué tipo de rana es la ciudad de los museos. Claro que hablar así, a lo bruto, de la ciudad de los museos resulta casi naíf para abordar una realidad diversa y compleja, como cualquier asunto interesante. Aquí tenemos casi todos los modelos posibles de gestión cultural sin salir de la ciudad: museos apoyados (o mantenidos en su mayor parte) con dinero público y dirigidos por fundaciones privadas, un centro municipal con la gestión externalizada por concurso a una empresa también privada, museos privados de principio a fin y espacios públicos sin más vuelta de hoja presupuestaria.
Todos se enfrentan al mismo escenario: dos meses clausurados en primavera, el turismo renqueante primero y en el dique seco después y las visitas limitas a los vecinos de la capital hasta que la evolución de la pandemia y las autoridades sanitarias digan lo contrario. Sin embargo, la reacción de cada uno ante esta crisis está siendo bien diferente y limitar esa respuesta a la capacidad económica de cada institución implica un trazo quizá demasiado grueso, no sólo en los museos sino en la mayoría de las instituciones culturales de la ciudad. Basta con echar un vistazo a la agenda de actividades que unos y otros despliegan ante la adversidad para comprobar cómo algunas entidades no paran de inventar mientras otras parecen estar a verlas venir, como si no hubiera llegado ya.
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Y en ese «ir llegando» algunos gestores públicos y privados recuerdan a ese poema de Gloria Fuertes: «La gente corre tanto / porque no sabe dónde va, / el que sabe dónde va / va despacio / para paladear / el 'ir llegando'». Y puede que la cosa no esté para paladearla demasiado, pero hay quien tiene pinta de saber a dónde va y quien no al frente de las instituciones culturales de por aquí, donde unos parecen todavía más ocupados en hacer mantequilla que preocupados por saber si quien le firma la nómina entrará dentro de poco en el despacho como Marlon Brando en 'El último tango en París' con la mantequilla en la mano.
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