

Secciones
Servicios
Destacamos
El verano asoma; este aparente estado de primavera eterna da paso a una subida de temperaturas que modifica las costumbres de una manera u otra, ... y con ello también muta los modos de vivir la cultura: esa gran aliada nuestra que ha servido de refugio vital y vía de escape. El turismo cultural no es la excusa porque ya tenemos visitantes durante todo el año en forma de chorreo constante. La pandemia, que supuso una auténtica tragedia para tantos sectores que implicaban presencialidad en cuerpo y alma, demostró cómo la literatura nos salva, las plataformas de contenidos audiovisuales se convierten en grandes aliadas, a medio camino entre el ocio y el estímulo intelectual. Y la música, ya sea en directo o grabada, forma parte de la indisoluble banda sonora que nos acompaña, nos hace bailar, y nos sana.
Y es que, de todos los sectores culturales y de ocio que se expanden ante nosotros cada verano, el que más crece sin duda es el de la música en directo. Málaga, entendida en su totalidad, se convierte en un festival que dura tres meses. Pese a la trágica desaparición de grandes eventos, como el Cala Mijas o el Andalucía Music Festival, que fueron dos espejismos, en la provincia, y en particular en la costa, se viene anunciando desde hace semanas una programación musical tan amplia y variada que provocará que cada día haya dos, tres o cinco conciertos de estilos dispares y lugares distintos. Ahí quedan, ya consolidados, ciclos estivales como el Starlite o el Marenostrum, la programación de 101 Festival en la plaza de toros de la capital malagueña, ciclos de música electrónica como Brunch in the Park o Sophie... hasta Aena anunció hace unos meses que habría conciertos sorpresa en los aeropuertos españoles. El estallido que ha vivido la música en directo en los últimos años parece no tener fin, aunque todo apunta a que será necesaria una revisión, porque de otro modo cierto modelo de negocio podría explotar pronto como una burbuja.
En el otro lado, los cines en verano se vacían. Las cifras de asistencia todavía no son del todo malas, en parte debido a promociones como 'La fiesta del cine' o la subvención de entradas a mayores de 65 años. La experiencia cinematográfica ha sido secuestrada por el 'streaming' y corre el peligro de convertirse en una opción para la nostalgia, lo cual sería una pena. Cuando la calle hierve, pocas propuestas son tan edificantes como estar en una sala oscura y fresquita -a veces, a temperaturas nórdicas- que ofrece el cine. Y, bajo el sol, para quienes buscan sumergirse en la cultura, está la trinidad de los libros, la arena y el mar, o la magnitud húmeda del poema que te deslumbra en una hamaca junto a la piscina pública del pueblo. Málaga, y su verano expandido hasta un punto que parece infinito, ofrece una amalgama de posibilidades que enriquecen la experiencia, haciendo del estío una temporada no solo de sol y playa, sino también de arte, música y tradición. Y yo, como muchos, seguiré observando este espectáculo con una mezcla de fascinación y escepticismo, preguntándome cuánto de esta cultura frita es real y cuánto es solo humo de verano. Al final, queremos lo bueno sea lo que siempre permanece.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Recomendaciones para ti
Favoritos de los suscriptores
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.