Cuatro estrellas
CRUCE DE VÍAS ·
Lo lleva todo apuntado como si fuera el GPS que le indica cómo guiar sus pasos por el hotel fantasmaCRUCE DE VÍAS ·
Lo lleva todo apuntado como si fuera el GPS que le indica cómo guiar sus pasos por el hotel fantasmaAl llegar al hotel consulta la pantalla del teléfono móvil, marca un número en el portero automático que hay junto a la entrada principal del edificio e inmediatamente la puerta se abre. Entonces comprueba que no hay nadie en recepción para darle la bienvenida. Se dirige al ascensor arrastrando la maleta y sube al tercer piso. Vuelve a consultar el móvil para ver la clave electrónica que le permitirá abrir la puerta de la habitación 305. Lo lleva todo apuntado como si fuera el GPS que le indica cómo guiar sus pasos por el hotel fantasma. Enseguida descubre que no hay set de baño y que el mini bar está vacío. Le hubiera gustado cenar algo antes de acostarse, pero a esa hora los bares y restaurantes de la ciudad están cerrados. Antes de acostarse toma la pastilla diaria con agua del grifo y se consuela pensando que el ayuno le vendrá bien para perder peso.
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Se despierta temprano y baja a recepción para solicitar los artículos necesarios para el aseo personal y un botellín de agua. No encuentra a nadie por ningún lado. Sube de nuevo a la habitación, se ducha sin gel ni champú, igual que si estuviera desnudo bajo la lluvia. No se afeita, no se cepilla los dientes, no se peina. Olvidó la bolsa de aseo en casa o quizá la dejó adrede porque pensaba utilizar el set del hotel de cuatro estrellas. No le sorprende que la cafetería esté también fuera de servicio. Desde que llegó anoche no ha visto ni a una persona, ni una señal de vida, nada. Sale a la calle y desayuna en la terraza del bar de la esquina. Después de tomar el zumo de naranja, el café y la tostada, pregunta al camarero por qué no hay nadie en el hotel de al lado. Lo cerraron hace un par de semanas, responde. De pronto, se siente un okupa privilegiado, el dueño del hotel. No entiende que no le informaran del cierre y hayan respetado la reserva que hizo el mes anterior sin cobrarle ni un euro por la habitación. Cruza la acera y entra en el supermercado que acaban de abrir al público. Aparte de comprar lo necesario tampoco se priva de darse algún que otro capricho. Luego mete los botellines en la nevera, deja el resto de cosas sobre la mesa y llama por teléfono a su mujer. Le cuenta lo sucedido y ella se queda pasmada. Una estancia gratuita... No lo puedo creer. ¡Genial!, exclama. Al instante, ella tiene la ocurrencia de aprovechar la ocasión y le propone disfrutar esos días de vacaciones que llevan aplazando desde hace ya demasiado tiempo. Si tú quieres, adelante, contesta él. Nada más colgar el teléfono reserva el vuelo y por la noche cenan juntos en la habitación 305 del hotel de cuatro estrellas.
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