Querida y admirada en vida, Concha Velasco recibió su último adiós este pasado sábado rodeada de compañeros, amigos, familia y cientos de ciudadanos que pasaron por la capilla ardiente instalada en el teatro de La Latina de Madrid para despedir a una de las ... grandes del país. «Se la ha despedido como a ella le hubiera gustado, rodeada de la gente que la quería», asegura el pintor Antonio Montiel, autor del cuadro de la artista, que su nieto Samuel de 15 años (fruto de la relación de Paco Marsó y Cecilia Cruz), colocó junto al féretro de su abuela, a quien siempre recordará «con muchísimo amor». «Fue una sorpresa», confiesa el artista malagueño, que se enteró en directo de que su obra llegaba al velatorio. «Estaba almorzando con unos amigos en la Venta Los del Túnel cuando vi por televisión la escena», asegura por teléfono a este periódico desde su casa en Málaga, donde se encuentra pasando estos días realizando dos encargos: el retrato de Jesús Gil Marín (hijo de Jesús Gil) y el cartel de la Semana Santa de Marbella.
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En aquel momento, recordó el posado de la Velasco en su casa de la Moraleja, adonde acudió en tres o cuatro ocasiones para pintar a la actriz, que por aquellas fechas interpretaba en los teatros 'La rosa tatuada'. Eran los primeros años de Montiel en Madrid, en donde había recalado desde su Málaga natal en busca de mejores oportunidades. Y fue cuando surgió la suya. Porque por entonces, el renombre de Montiel ya era notorio y las artistas se lo rifaban.
De rojo, con esa sonrisa que siempre le iluminaba el rostro y una mirada profunda, vivaracha y cautivadora. Así la retrató Montiel en 1989 para una serie (en principio de 15 retratos) que le encargó la revista 'Lecturas' y que posteriormente se convirtió en una exposición itinerante bajo el título, 'Las mujeres: diez españolas en tres dimensiones'.
Montiel recuerda la frescura con la que posaba la Velasco y la «vitalidad» que contagiaba. «Su mirada siempre proyectaba alegría, aunque estuviera seria, y nunca era impostado; era su personalidad».
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Este fue el gran reto del malagueño, al que conocen como el pintor del alma y por cuyos caballetes han pasado decenas de artistas y personalidades de este país. De muchas de ellas acabó siendo gran amigo. También lo fue de Concha Velasco, a quien vio por última vez hace cuatro años. «Cuando nos veíamos en Madrid siempre me decía que me tenía muy presente por ese retrato que le hice y que tenía colgado en su casa», recuerda Montiel, emocionado y agradecido por que su cuadro haya acompañado a la artista en su último adiós.
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