¿Qué piensas?
CRUCE DE VÍAS ·
Cada día hablo menos y vivo más apartado de la realidad, un hábito que según dicen puede acabar siendo peligrosoCRUCE DE VÍAS ·
Cada día hablo menos y vivo más apartado de la realidad, un hábito que según dicen puede acabar siendo peligrosoSiempre he tenido curiosidad por saber lo que piensan las personas que están conmigo cuando de pronto se quedan calladas en medio de la conversación con la mirada perdida, como si las palabras que se han pronunciado las transportaran a un momento concreto del pasado. Cada día hablo menos y vivo más apartado de la realidad, un hábito que según dicen puede acabar siendo peligroso. La mayor parte del tiempo estoy pensando en mis cosas, hasta que cualquier detalle me despierta. Una palabra, un sonido, una sensación. Miro a través de la ventana sin decir nada y pienso, miro el movimiento lento de las nubes y pienso, miro la línea del horizonte donde se juntan los colores y pienso, miro la cara de la gente que se cruza conmigo por la calle y pienso, miro la pared de enfrente y pienso, miro la pantalla que tengo delante y pienso. Paso las horas del día imaginando historias o recordando instantes que son mentira, porque hasta la memoria nos engaña. Ahora miro tras el cristal el edificio que hay detrás de casa y distingo a una mujer asomada a la terraza, no sé si ella me ve. Me dedico a contar los segundos que transcurren sin que mueva un ápice de su cuerpo. El edificio donde ella vive ocupa un lugar más alto y abarca un horizonte más amplio. Me gustaría saber qué piensa, dónde está realmente y quién la acompaña. Y lo que sin duda despierta en mí mayor interés consiste en averiguar si la mujer de la terraza prefiere seguir con la rutina que late a su espalda o le gustaría dejarse llevar por el deseo y jugarse la vida que está por venir.
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A lo largo de los años he realizado veintiuna mudanzas. Lo primero que hago cuando entro por primera vez en una casa es asomarme a las ventanas y descubrir la luz de fuera. Mi lugar de trabajo y la vida cotidiana transcurren en este mundo interior con ventanas. Soy el pez de un acuario. Dentro del acuario hay plantas y otros objetos decorativos, fuera están los sueños. Me entretengo en los mundos submarinos, pero no dejo de mirar a través del cristal y pensar, pensar, pensar. La gran evasión. Hasta que interrumpo el pensamiento y vuelvo a sumergirme en el mundo real. Me cruzo con la otra vida que comparte conmigo el acuario, ella va dormida con los ojos abiertos igual que los peces. Me pregunto qué piensa. Nada, responde, como si me hubiera leído el pensamiento. Al oírla, ignoro si verdaderamente no piensa en nada o ha dicho Nada porque prefiere guardar en secreto lo que andaba pensando. Entonces, doy media vuelta y sigo nadando por el acuario sin echarle cuenta, como si los dos estuviéramos solos y confiados. Pero nunca cerramos los ojos, nunca.
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