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Esta no es una crónica de la obra de teatro definitiva sobre el 23-F, pero podría haberlo sido. Teníamos muchos elementos a favor. Para ... empezar, se trata de la traducción al teatro de un libro de tamaño éxito como 'Anatomía de un instante', una mezcla entre novela y ensayo periodístico que Javier Cercas publicó en 2009 sobre el intento de golpe de estado de 1981; la disección histórica más detallada de un momento exacto de la 'noche de los transistores', la imagen de Adolfo Suárez manteniéndose sentado en su escaño mientras que Tejero lanzaba tiros al aire.
El texto está adaptado y dirigido por un dramaturgo de la veteranía de Álex Rigola, en una coproducción catalana con el Teatre Lliure, y que llegaba a Málaga interpretado con precisión por cuatro actores que hacen de narradores que apelan en todo momento al público, que en una noche fría de enero como la de ayer apenas acumuló medio aforo en el Cervantes. Es plausible el intento de adaptar una obra tan densa y tan compleja, pero en este ensayo escénico hay poco teatro, mucha historia y un final crítico con la monarquía que resulta facilón e innecesario que no se contenía en el libro original.
'23-F. Anatomía de un instante' comienza de un modo frenético y con suspense, algo meritorio a la hora de contar una historia que, más o menos, hemos conocido todos; unos porque la hemos estudiado y otros porque la han vivido. En el escenario, cuatro intérpretes: Pep Cruz, Miranda Gas, Eudald Font y Roser Vilajosana (están ausentes en esta gira Enric Auquer y Xavi Sáez, que sí estuvieron en la versión en catalán) empiezan cantando una canción con una guitarra y, a partir de ahí, enarbolan un monólogo a cuatro voces sobre los detalles de ese momento del chapucero golpe. El texto se apoya en una enorme pantalla que proyecta fotos y vídeos de la época. Tres actores están vestidos con algo parecido a un pijama, la cuarta lleva un traje negro, y en el suelo hay globos de colores, con sensación de circo o de fiesta infantil. La figura del rey Juan Carlos está representada como un muñeco, sin que haya más interacción que el atrezzo. Se hace admirable el trabajo de los actores de recitar tanto texto, nombres y datos exactos de ese instante que protagoniza la noche.
Más allá de estos elementos, y durante 75 minutos que pese al volumen de información no se hicieron largos (se anunciaba una duración de una hora y cuarenta minutos), la pieza podría funcionar como una lección de historia para los menos avezados, pero como obra teatro no termina de convencer. Esta sensación se agrava en el tramo final, cuando las proyecciones y los actores parecen empeñados en el adoctrinamiento no ya contra la figura de Juan Carlos de Borbón, sino en una especie de reproche contra la monarquía con unas frases proyectadas que ni vienen a cuento ni reflejan el sentido de 'Anatomía de un instante', el libro, al que precisamente se le podría reprochar su falta de posicionamiento en pos de la objetividad. Los últimos minutos, con los actores bailando la canción 'Too many drugs' de Rigoberta Bandini, dejaron claro que quizás la obra haya sido pensada para un público joven que estaba ausente en este teatro.
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