JUAN FRANCISCO RUEDA
Sábado, 30 de enero 2021, 00:18
En una de las más recónditas salas expositivas del Museo Picasso Málaga, que se halla sumida en la oscuridad, como si se tratase de un ' ... sancta sanctorum' al que acudir para vivir una experiencia reveladora, se halla 'Cherry', una intervención lumínica de James Turrell (Pasadena, Estados Unidos, 1943). La rojiza luz que lucha por hacer menos insondable esa postrera estancia, tanto como por operar en nuestra percepción, acaba rigiendo nuestro movimiento hacia el lugar que ocupa, como si sufriéramos un episodio de fototaxia, de atracción e irrefrenable desplazamiento hacia la luz.
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Oscuridad y luz parecen dos conceptos que, en estos momentos, se cargan de un profundo sentido metafórico en relación a la complicada situación pandémica que vivimos y que en los museos se ha dejado sentir especialmente. En la 'negrura' provocada por la disminución de visitantes, la alteración de los programas y los consecuentes aplazamientos y retrasos de exposiciones, una propuesta como la de Turrell se metaforiza en un rayo de esperanza que, nunca mejor dicho en su caso, reside y se hace visible en lo más profundo y espeso. Tanto es así que 'Cherry' se incardina en 'Más luz', una acción común que han desarrollado grandes museos de Málaga, los cuales han conformado la alianza 'Museos a escena' (el propio Picasso, la Fundación Picasso Museo Casa Natal, el Centre Pompidou Málaga, la Colección del Museo Ruso y el Museo Carmen Thyssen) para acordar estrategias ante la actual situación. A excepción del Thyssen, todos han programado en sus centros intervenciones basadas en el uso de la luz (en próximas críticas analizaremos algunas de esas otras propuestas).
El Museo Picasso ha optado por dar cobijo a una figura como Turrell, nombre esencial del empleo de la luz en el arte contemporáneo, referencia ineludible e insustituible que, desde finales de los sesenta, viene empleando el caudal lumínico como principio de activación y transformación de espacios y de nuestros propios procesos perceptivos. Es decir, en sus obras la luz no se representa sino que está presente, es el paradójico e intangible material que altera y desquicia nuestras certezas perceptivas. Hay implícita en su práctica una dimensión ambiental, ya que se articula a través de distintas y no pocas tipologías de intervenciones, principalmente en el interior de ámbitos expositivos pero también, aunque en menor medida, en el exterior, en la naturaleza. Esto es, Turrell propone experiencias de inmersión gracias a sus instalaciones lumínicas, que ocupan y transforman los espacios. Sus obras se entienden como procesuales, con lo que requieren de un tiempo de experimentación y de un espacio que nos envuelva y en el que, abandonando un rol contemplativo, nos veamos impelidos a movernos para descubrir lo fluctuante de nuestra percepción.
'Cherry', intervención que nace en 1998, responde a la tipología de las 'Space Division Constructions'. Turrell no deja elemento alguno al azar. La experiencia comienza con el obligado deambular por un pasillo con distintos recodos que nos va introduciendo en la oscuridad y persigue nuestra progresiva adaptación a ella. Al final del pasillo desembocamos en la estancia, completamente cerrada, sin presencia de luz exterior, a diferencia de lo que ocurre en sus 'Skyspaces', en los que una apertura en la sala hace que interactúen la luz natural del exterior y la artificial o inducida que el norteamericano sitúa estratégicamente en esos espacios a intervenir. Conviene hacer una puntualización: para Turrell no existe luz artificial y luz natural –he empleado esas figuras para describir-, ya que él distingue entre luz cálida y luz fría. En 'Cherry' la sala se divide en dos ámbitos separados por un tabique, en el que, a media altura, se abre un rectángulo que comunica ambos espacios. En el que nos situamos al llegar desde el pasillo reina la oscuridad, contrarrestada por un tenue espectro rojizo que reverbera desde ese segundo ámbito. Precisamente, al experimentar 'Cherry', uno no puede dejar de recordar a Goethe, de cuyas últimas palabras en el lecho de muerte (1832), «Luz, más luz», surge el título de este programa de intervenciones lumínicas. Y es que, Goethe teorizó en 1810 sobre la psicología de los colores y la relación de éstos con la luz y la oscuridad, llegando a aseverar que el color es en sí mismo un grado de oscuridad.
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A diferencia de otras tipologías de intervenciones de Turrell, 'Cherry', por su auto-referencialidad, reduce sus posibilidades o rangos de experiencia: persigue un 'incontaminado' ejercicio de fenomenología de la percepción. Es decir, la situación de 'Cherry' en un espacio neutro, ya-dado y su nula interacción con el exterior eliminan procesos y cargas que podríamos llamar semánticas o simbólicas, que pudieran detonar una reflexión de índole espiritual y religiosa. En 'Cherry' nuestro proceso de toma de conciencia no tiene que situarse en esos escenarios espirituales a los que nos encaminaríamos en otras de sus intervenciones. Valga como ejemplo la cercana 'SecondWind 2005', que se sitúa en el parque de esculturas de la Fundación Montenmedio, en la gaditana Vejer de la Frontera. Esta obra posee -como decimos- un rango distinto, más amplio y rico, pero también elimina de sus experiencias algunas que se darían en 'Cherry', como la condición cinética que nos vemos obligados a desempeñar en la sala del Picasso o la proximidad corporal y visual al elemento que provoca la experimentación lumínica: en 'Cherry' ese rectángulo que se abre en la pared y al que nos podemos acercar e incluso introducir la cabeza, mientras que en 'SecondWind 2005', el lugar en el que interactúan la luz de los 'leds' y la luz exterior es un óculo que se sitúa en la cúpula de una 'stupa' a muchos metros sobre el suelo.
En el proceso de experimentación de 'Cherry', que alargamos al descubrir cómo se originan sensaciones nuevas, pasamos de observar inicialmente una superficie plana rectangular de color rojo, como si se tratase de un cristal coloreado, a una imprecisa profundidad, a un espacio posterior que no acabamos de delimitar. Es una sensación familiar en las obras de Turrell: cómo la luz inducida, por momentos, 'acerca' los planos y anula la profundidad. El artista consigue desafiar nuestras facultades perceptivas y los límites entre lo material e inmaterial (que la atmósfera se perciba como un plano), generando profundas paradojas que nos suspenden, como la negación del espacio mediante la luz. Esas paradojas motivan la necesidad de descubrir cómo opera el sistema de de Turrell, lo que nos conduce a permanecer en distintas ubicaciones. A través de la 'puesta a prueba' de los procesos perceptivos intenta revelarnos cuán fluctuante son y los mecanismos de nuestra visión. En esos momentos se comprende el viaje de ida y vuelta que ha realizado: desde la razón en la concepción de la intervención a lo sensorial y lo sensual que produce –y sentimos- para, como efecto, volver a la razón. Ahí, el espectador se descubre descubriendo y descubriéndose. Pura revelación.
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La exposición: Intervención lumínica en una de las salas del museo, que se sume en la oscuridad y se divide mediante un tabique con un rectángulo que, a media altura, comunica ambos espacios resultantes; una luz roja en el posterior de esos espacios 'colora' el ambiente generando una serie de respuestas perceptivas
Lugar: Museo Picasso Málaga. San Agustín, 8, Málaga.
Fecha: Hasta el 10 de junio.
Horario: Diariamente abierto. Enero y febrero, de 11 a 17 horas.
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