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Carlota Hernández
Sábado, 25 de febrero 2023, 18:55
Una de las obras permanentes del repertorio lírico universal, además de la más representada en teatros de todo el mundo, 'Il barbiere di Siviglia', aterriza en el Teatro Cervantes tras ser aplazado por la pandemia en 2021, bajo la dirección de escena de Giulio Ciabatti ... y musical de Salvador Vázquez en una propuesta sencilla y sin complejidades, algo sorprendente y bastante irregular tratándose de un 'blockbuster' operístico como es el caso de la composición en dos actos de Gioachino Rossini.
Ciabatti ha optado por un ambientación de época, fiel al libreto de Cesare Sterbini basado en la comedia homónima de Beaumarchais, proponiendo una estética de teatro ambulante en los albores de la Revolución Francesa localizando la acción en Sevilla, transformando a los personajes de Rosina, Fígaro, Doctor Bartolo y al Conde de Almaviva, interpretados por un elenco netamente hispano como son la mezzosoprano Clara Mouriz, el barítono Javier Franco, el bajo Pablo Seguel y el tenor Pablo Martínez, en comediantes cuyos baúles y demás 'trastos' encuentran en el Cervantes un puerto seguro para dar a conocer su oficio y compartir con un teatro prácticamente lleno su arte. El director italiano impregna la escena con influencias del teatro de Molière, especialmente en la construcción del personaje del Doctor Bartolo, además de recurrir a los arquetipos de la Comedia dell'arte como inspiración para la creación de unos personajes paradigmáticos sin caer en excesos, muy bien construidos y dotados de matices y profundidad, resultando en una propuesta a medio camino entre la farsa y la ópera bufa, género al que pertenece la original de Rossini.
Es quizás esto uno de los principales aciertos de la propuesta del italiano: la dirección de actores tan sumamente cuidada y extraordinaria de los solistas. Acostumbrados a cantantes que con más o menos éxito tratan de encarnar un personaje, el equipo artístico dirigido por Ciabatti muestra una naturalidad en escena propia de actores profesionales, inmersos en numerosas acciones que enriquecen no solo sus propias interpretaciones musicales y teatrales, sino también las interacciones entre protagonistas, ayudando a que una trama de sobra conocida no pierda frescura y dinamismo, explotando de manera muy positiva el carácter divertido y juguetón con el que la concibió su creador en 1815. Es precisamente este carácter jocoso una característica presente en todos los integrantes del elenco, que demuestran tener una fuerza cómica portentosa, que mantienen y desarrollan progresivamente a lo largo de la representación con elegancia e ingenio arrancando numerosas carcajadas a un público totalmente entregado.
Dotado de personalidad propia –algo que también escasea en ópera– es el coro, un elemento fundamental que numerosos directores tienden a descuidar y a tratar como un bloque homogéneo, sin el más mínimo esmero. En esta ocasión encontramos al Coro de Ópera de Málaga donde todos y cada uno de los integrantes tienen una acción propia, algo que consigue Ciabatti gracias a un uso muy inteligente de la utilería, diferenciándolos del resto, creando distintos focos de atención con los que los solistas juegan e interactúan. Sobresale también el movimiento escénico, tanto de solistas como de coro, que en ningún momento vician el escenario, utilizando todas las zonas de actuación de manera equilibrada creando una sucesión de cuadros en escena, que recuerdan a los 'tableaux vivant', resultando una propuesta muy pictórica, además de hilarante.
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