«¡Me llamo Cristina y soy una niña!». Parece una simple exclamación, clara y directa, sin dobles interpretaciones. Pero no siempre es así. Aquí, en el Teatro del Soho CaixaBank, lo que se escucha en realidad es el grito desesperado de quien quiere ser reconocida ... como lo que es: una niña que nació niño. El Espejo Negro estrena hoy sábado 'Cris, pequeña valiente', un canto a la diferencia con el sello inconfundible de Ángel Calvente. Están sus números musicales, sus momentos de guasa, sus referencias pop y esas imágenes tan visuales que construye con el magistral movimiento de las marionetas. Pero hay algo más: en la historia del tránsito de Cristian a Cristina también hay lugar para la emoción y hasta la lágrima. El montaje, para un público familiar y en coproducción con el Soho, ha agotado las entradas para hoy y mañana (con aforo reducido a 200 personas). Ayer fue el ensayo general.
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El Espejo Negro retrata la realidad de los niños transexuales con una narración adaptada a los pequeños pero llamando a cada cosa por su nombre. De forma gráfica, explica lo que significa la identidad de género, que en algunas ocasiones (en una de cada mil) no coincide con el sexo asignado al nacer. El ser niño o niña, argumenta, «está dentro de la cabeza» y no en los genitales.
La obra no oculta las dificultades por las que atraviesan los niños trans (la frustración por la incomprensión de los demás, el dolor por el rechazo) y también su padres (el desconocimiento, el sufrimiento por la pena del hijo). Nadie quiere jugar con Cris en el patio del colegio por «rarito», le insultan y se ríen de ella, que no puede entender cómo no se dan cuenta de que es una niña como las otras. Con la canción 'Que nadie calle tu verdad' de Manuel Carrasco de fondo, se hace un nudo en el estómago.
Pero 'Cris, pequeña valiente' está salpicada de risas y escenas divertidas. Como cuando juega a ser la Sirenita (una referencia habitual en niños trans porque no hay nada de cintura para abajo) o cuando se disfraza de Lady Gaga en Halloween y canta su 'Bad romance'. Sencillamente maravilloso. El gris es el tono dominante hasta que el color entra en su vida cuando, con la ayuda de una asociación, comienza el tránsito a Cristina.
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Detrás de Cris y de los muchos personajes que desfilan por el escenario están Cristina Jiménez, Carlos Cuadros y Yolanda Valle. Interpretan, cantan y dan vida a las marionetas con una asombrosa variedad de posturas y movimientos. Y todo lo hacen bien, con una naturalidad que hace parecer sencillo lo tremendamente complejo. No se esconden, están siempre presentes, incluso sus propios cuerpos completan en ocasiones al títere. Cuerpos que rompen con los roles de género, con él llevando falda y ella pantalón.
Es una obra valiente –como Cris– que visibiliza a un colectivo estigmatizado desde la infancia y que debería entrar a formar parte del calendario escolar para, de una vez por todas, normalizar la diferencia.
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