![El corazón de los objetos](https://s1.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/202202/12/media/cortadas/web-cruce12-kaxF-U160911872238n8C-1248x770@Diario%20Sur.jpg)
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Estos días estoy realizando una nueva revisión de objetos, ordeno y mando sobre ellos, les digo tú te quedas aquí, tú vas allá, lo siento pero tú ya no tienes arreglo, y respecto a ti lo tengo que pensar, por ahora irás al purgatorio del ... trastero donde todo acaba olvidándose. De vez en cuando, me dedico a revisar el escenario donde paso casi todas las horas del día; como si fuera el dios de las pequeñas cosas. Pero tengo un grave problema, no soy capaz de condenar definitivamente nada. Lo que me rodea forma parte de mi vida y si lo rechazo sería como enterrar un recuerdo con todo lo que lleva consigo.
Y aquí estoy amontonando trastos en el pasillo que me impiden andar con comodidad por mi propia casa. Los objetos me trasladan a otros lugares, otros domicilios, otros momentos y, por supuesto, otras personas. Los miro y se transfiguran, cada cual adopta un semblante distinto. No se puede renegar del pasado que nos ha conducido al presente por senderos plácidos, aunque también por caminos tortuosos. Los objetos llevan amontonados fuera de su sitio desde hace más de dos semanas, igual que si estuvieran en el corredor de la muerte aguardando el juicio final.
De pronto, cuando las cosas materiales que me acompañan pasan por el peor momento y estoy a punto de tirarlas a la basura, siento piedad por ellas y revivo aquel día en que el destino nos unió. Desde entonces compartimos el tiempo y el espacio. A fin de cuentas habitamos el mismo hogar. Ando por el pasillo de un extremo a otro sorteando recuerdos. Los miro con expresión caritativa, los recojo y vuelvo a ofrecerles alojamiento. Les digo en silencio que la vida es un viaje y que forman parte del equipaje que he ido acumulando a lo largo de los años. Así, poco a poco, ordeno el rompecabezas cuyas piezas conozco tan bien que podría colocarlas en sus respectivos sitios con los ojos cerrados.
La casa va recuperando el aspecto de siempre. Mientras realizo esta labor de rescate y cada objeto vuelve a ocupar el hueco que dejó vacío, me planteo entregarlos en adopción. Sé que muchas personas cercanas disfrutarían de su compañía y los cuidarían con esmero. Lo peor de los objetos es que no tienen voz para expresar los deseos. El tiempo no pasa en vano y cada día me cuesta más cuidar de todos los queridos cachivaches. A los nuevos dueños les explicaría de donde viene cada uno de ellos y la entrañable historia que oculta. Me emocionaría hablando de las pequeñas cosas que han formado parte de mi vida y ahora pretendo dejar en manos amigas para perpetuar su presencia. Entretanto decido qué hacer, sigo ordenando la casa. Dejo cada objeto en su sitio y aplazo la fecha de entrega.
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