Confesiones íntimas

CRUCE DE VÍAS ·

No hay nada más íntimo que el silencio, ni tampoco nada más sugestivo que interpretar el silencio

Estoy delante de un grupo de personas que han acudido a este recinto cerrado para oírme hablar de literatura. Todos llevan mascarilla excepto yo. La mayoría de asistentes son mujeres. Desde hace tres años no hablo en público y temo haberlo olvidado. Apenas me he ... relacionado con nadie durante todo este tiempo. Cuando fui invitado a participar en este encuentro literario temí que no me salieran las palabras. Nunca había sentido nada igual, soy tímido pero no hasta el extremo de enmudecer. Sin embargo, ahora mismo se está produciendo esta situación absolutamente novedosa para mí. Ignoro si estoy callado adrede o surge de manera involuntaria. El caso es que me quedo en silencio mirando a los espectadores que tengo enfrente y ellos me devuelven la mirada sin decir nada. No percibo ninguna expresión de sorpresa, como si estar callados fuera un comportamiento habitual. Mientras pasan los minutos no dejo de proyectar imágenes en el cerebro; igual que una película muda. En este preciso instante tengo una idea fantástica para la próxima novela que todavía no he comenzado a escribir. No puedo evitar una sonrisa de satisfacción. La mujer que hay en la primera fila, junto a la pared, también sonríe. Tal vez me haya leído el pensamiento o acaba de resolver una duda pendiente. La mirada cómplice nos convierte en protagonistas de la historia que cada cual escribe en secreto.

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Este taller de novela tiene como título 'La confesión íntima de un novelista'. Por un momento, pienso que no estoy aquí, que son imaginaciones mías, que las personas que hay en la sala tienen delante un fantasma. Entonces pronuncio un par de palabras: «Buenas tardes»; y todos contestan al unísono: «Buenas tardes». La respuesta me quita un gran peso de encima. Desde la distancia, miro el reloj de la mujer que está sentada justo delante de mí. Las siete y cuarto de la tarde, o sea, que llevamos setenta y cinco minutos en silencio. Nadie dice una sola palabra, no hay preguntas, vuelve a encerrarse cada cual en su mundo particular. La confesión íntima de un novelista comienza hoy y continuará mañana y pasado con una duración de dos horas diarias.

Cae la tarde. Nos cruzamos miradas. No hay nada más íntimo que el silencio, ni tampoco nada más sugestivo que interpretar el silencio. No creo que nadie diga nada. Las confesiones íntimas se pronuncian en voz baja. A veces, ni siquiera se oyen. Miro alrededor y me viene a la memoria la novela de Bohumil Hrabal 'Una soledad demasiado ruidosa'. ¿Cuántos misterios vuelan por el aire de este confesionario? ¿Cuántas historias?, ¿cuántas novelas? Quizás algún día salgan a la luz y pongamos subtítulos al silencio.

Ya son las ocho. El tiempo ha pasado veloz, como siempre que nos sentimos a gusto. Antes de salir a la calle, nos despedimos. Hasta mañana.

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