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Sabe cómo empieza: con un lienzo en bruto, sin imprimación. Pero nunca cómo acaba. El artista norteamericano Aaron Johnson se detiene a explicar en detalle el proceso de creación de su obra, porque él es el primer sorprendido, también para él fue un descubrimiento. Venía ... de hacer unos cuadros muy complejos, con una fuerte carga política, pero un día vertió una capa de acrílico aguado sobre la tela y el resultado le impactó. De repente aparecían unas manchas luminiscentes que poco a poco se transformaban en figuras extrañas y fluidas que parecían flotar en el espacio infinito. Aaron Johnson había encontrado su propia conexión cósmica con el arte, un hallazgo que expone hasta el 2 de junio en la sala 014 de la Térmica, en su primera individual en España.
'We are made of stardust' -con la colaboración de Almine Rech Gallery- es el título de la muestra que toma prestada la frase de Carl Sagan «we are made of star-stuff»: «Estamos hechos de materia estelar». Su polvo de estrellas se libera en una serie de acrílicos de diferentes formatos, 16 piezas de colores vibrantes que en algunos casos alcanzan los dos metros, donde los límites se difuminan y aparecen humanoides con corazones en llamas, platillos volantes y múltiples ojos. Hay referencias evidentes a la filosofía y a la estética oriental, pero todo desde una perspectiva cosmológica en la que el propio autor cayó en la cuenta tras realizar las obras. Sin ideas preconcebidas, «haciendo cambios e improvisando, siendo muy libre y espontáneo» con un resultado «impredecible» y que incluso se escapa de su control.
El curso de la creación se convierte así en una revelación para el artista, con fondos en el MoMA de Nueva York, en la Fundación Frederick R. Weisman de Los Ángeles y en la Colección Solo de Madrid. «No tengo un plan, ni un boceto, ni mucha idea de cómo quiero que sea la pintura al principio. Es como un proceso de reacción-acción-reacción en el que coloco una marca en el lienzo, observo lo que le sucede y trabajo en la siguiente marca. Es como trabajar con algo que está muy vivo, porque la pintura se extenderá y cambiará de maneras que realmente no puedo predecir», argumenta, acompañado en la presentación por el presidente de la Diputación, Francisco Salado, y el director de la Térmica, Antonio Javier López.
Sin buscarlo, aparecían seres «fantasmales», «atmosféricos», «efímeros», casi espirituales. «Cuando comencé a verlos, entré en una mentalidad muy meditativa y casi mística pensando en el lienzo como un lugar para conjurar o manifestar a este tipo de espíritus imaginados», relata.
Un vídeo a modo de time lapse enseña ese recorrido a través de la obra 'Ethereal Encounter': los OVNIs que al principio estaban arriba del lienzo acaban a los pies de uno de los personajes tras las diferentes fases de la pintura. «La orientación cambia a medida que trabajo en ello. No sé qué es necesariamente la parte superior o la inferior. Realmente no sé qué movimientos se quedarán, cuáles se perderán... En cierto momento el cuadro hace un 'clic' y puedo ver en qué dirección va, y luego todo fluye». En 'We've seen the future' numerosas cabezas se agolpan en los dos metros por 1,80 cm del cuadro, todas diferentes y con límites que se confunden entre ellas. Es, indica, una representación de la conciencia colectiva, una llamada a la «interconexión entre los seres humanos» frente al individualismo imperante.
'Guardians of the 3 earths' es una de las más antiguas de esta serie, del año 2020: cuatro figuras luminiscentes sobresalen desde un fondo oscuro. Un contraste que también surgió de forma natural, durante el proceso, para acentuar la luz de esos extraños personajes que rodean a las tierras. Forma parte de esa misma idea de la interconexión: «Realmente vemos la luminosidad de estos seres en las pinturas debido al contraste del fondo oscuro», algo que funciona en los cuadros pero también en la propia vida.
Con el tiempo, esa oscuridad se llenó de estrellas, como en la pieza que abre y da título a la exposición, 'We are made of stardust'. «Vemos este tipo de figuras espirituales y amorfas flotando en una especie de espacio cósmico, y parece que podrían estar hechas de partículas de estrellas. No hay mucha distinción entre los diferentes seres en la pintura. Son muy fluidos, fluyen dentro y fuera uno del otro, en una especie de interconectividad entre ellos y con las estrellas que los rodean», señala.
Aaron Johnson conquista esta libertad creativa y, en cierta forma, espiritual tras un cierto hartazgo de la sátira y la crítica política que centró parte de su carrera, con referencias a la era Bush, la sociedad americana y el ascenso de Trump. Ahora su inspiración va por otro camino. Más allá del hecho científico, de la circunstancia de que todas las partículas de la Tierra proceden de las estrellas que explotaron hace miles de millones de años, a Aaron Johnson le seduce la cuestión metafísica de todo esto, una invitación a reflexionar sobre nuestras propias limitaciones. «Resalta cuán finitas son nuestras vidas aquí en la Tierra y hace que todo sea mucho más mágico», concluye.
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