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«Tengo un carácter tremendo que todo el mundo sabe que estoy tratando de arreglar ahora que me quedan pocos años de vida», advierte en un momento de la conversación. Pero, al otro lado del teléfono, Concha Velasco suena cercana y afable. Se le escucha ... reír, comenta anécdotas personales y hace confesiones sorprendentes: «Mira, la gente no se lo cree, pero a mí mi madre se me ha estado apareciendo constantemente». Ahora es ella la que se convierte en fantasma por obra y gracia del teatro en 'El funeral', un obra hecha a su medida por su hijo Manuel M.Velasco, una comedia donde una gran actriz fallecida se despide por todo lo grande de los suyos en su propio entierro. Con ella regresa del 11 al 13 de febrero a la que considera su «casa», el Cervantes. «¡He trabajado tanto ahí!». Por eso, y por mucho más, Concha Velasco recibirá el primer premio del Festival de Teatro de Málaga. E insiste: no hay retirada a la vista. «Ya le he encargado a Manuel lo próximo que quiero hacer, un monólogo», avanza.
La obra 'El funeral'
Fecha Del 11 al 13 de febrero, 20.00 horas
Lugar Teatro Cervantes
Autor y dirección Manuel M. Velasco
Reparto Concha Velasco, Jordi Rebellón, Clara Alvarado, Irene Gamell y Emmanuel Medina
Entradas Entre 10 y 27 euros
–¿Cómo está?
–Estoy estupendamente. Muy contenta de ir a Málaga de nuevo a este Festival de Teatro en el que, además, me van a dar un premio.Estoy encantada.
–¡Otro más!
–No, no. Nunca es uno más. Y este menos aún porque es el primero que se entrega en el Festival de Teatro. Todos los premios son importantísimos para mí. Y este especialmente.
–Centrándonos en la obra que le trae, debe resultar extraño escenificar un funeral tan autobiográfico.
–Es que no es autobiográfico, es una broma. Cuando yo hacía 'Reina Juana', que me dieron el Premio Nacional de Teatro por segunda vez, le decía a mi hijo que me gustaba mucho esta obra que había escrito para el Microteatro. Yo siempre trabajo en todas las obras que él escribe, desde que tenía 8 años y mi madre le regaló una cámara de cine. Barro el escenario, hago de producción... Todo. En este caso tenía que hacer la voz en off de la abuela, y le dije que me gustaba mucho y que podría hacerla como obra grande. Me lo iba mandando mientras yo hacía 'Reina Juana', y me reía tanto que me sacaba un poquito de la tensión dramática. Se la presentamos a Cimarro y quiso hacerla. Lo que sí le dijo es: «Manuel, prepárate porque tu madre, como siempre, va a tener una crítica estupenda y tú vas a tener encima esa espada de Damocles». Ya lo hemos superado porque la función ha tenido un éxito enorme. Estoy muy contenta y espero que no sea la última.
–Pero la comparación es inevitable: Lucrecia es una gran actriz a la que el Ministerio de Cultura rinde un homenaje cuando fallece.
–Pues ¡qué moderna soy! Dicen que está muy bien reírse una de su propia muerte y de su propio funeral. Si yo contara anécdotas que me han ocurrido... Por ejemplo, en el funeral de mi suegro Juan Martínez –Marsó era nombre artístico–, recuerdo aquella entrada de un persona que no conocíamos y que apareció de repente totalmente escayolado en el momento en el que estábamos todos con el llanto y con el luto. A partir de ahí, le empecé a decir a mi hijo que tenía que escribir sobre este tipo de cosas que pasan, porque hay que quitar un poquito de tensión.
–¿Es una manera de expulsar los propios fantasmas, de superar miedos?
–Claro. Mira, la gente no se lo cree, pero a mí mi madre se me ha estado apareciendo constantemente. No creo que se nos apareciera, sino que nosotros creíamos que se nos aparecía. Muchas veces llamaba a mis hijos cuando estaba de gira y les preguntaba '¿qué tal estáis?' y ellos me comentaban 'pues aquí, con la abuela'. Y a mí se me aparecía en el escenario hasta que un día dejó de hacerlo. ¡Con lo que yo daría por que lo hiciera! Pues ahora no quiere.
–¿No le daba miedo?
–Qué va. ¡Tú sabes lo que es sentir a mi madre! Ella ha sido mi ejemplo de vida. Lo más importante que me ha pasado ha sido nacer de ella y aprender de ella.
–Como Lucrecia, su personaje, ¿tiene asuntos pendientes de resolver?
–Hombre, yo tengo muchos asuntos pendientes de resolver, pero con el de arriba, ¿sabes? (ríe) En la vida, pues voy haciendo lo que puedo. Hombre, yo tengo un carácter, como dice Antonio Gala, «insobrellevable». Él también me dice: «Cuando eres buena, eres mala. Y cuando eres mala, eres peor» (ríe). Tengo un carácter tremendo que todo el mundo sabe que estoy tratando de arreglar ahora que, por lógica, me quedan pocos años de vida. Acabo de hacer 79 y cumpliré 80 en Melilla con 'El funeral'.
–Los artistas tienen la posibilidad de trascender a su tiempo. ¿Sueña con esa forma de eternidad?
–Yo soy creyente, católica y quiero que me entierren con mis padres. No quiero que me incineren ni nada de eso. Me lo tengo pedido, escrito y para eso tengo mi tumba que voy a limpiar y a poner flores, siempre que no me retrate nadie. Porque no me gusta que me hagan fotos allí. Como decía mi madre, no sé si Dios existe, pero prefiero que sí porque me consuela. Siempre digo una cosa que le oí a Guadalupe Muñoz Sampedro, que como voy encogiendo y las cajas tienen un tamaño normal, ahí me van a caber los premios y todas las cosas. Son bromas que me gasto a mí misma, pero que tienen mucho de verdad.
–Me sorprende la naturalidad con la que habla de la muerte.
–Respeto a todo el mundo, pero a mí me aleccionó mucho una obra de teatro que hice, 'La vida por delante', de una superviviente judía de Auschwitz que se dedicaba a cuidar a niños de prostitutas en su casa y los educaba con arreglo a sus creencias y sus religiones. Había un momento en que decía que las costumbres se convierten en tradiciones. Yo lo celebro todo, la Nochebuena, la Nochevieja, Papá Noel, los Reyes Magos... Todo. Yo es que celebro más las cosas ahora. Lucho contra esas cosas que dicen de las personas mayores, que ya no miran hacia atrás y que se vuelven antipáticas. Sé que tengo un carácter fuerte pero lucho contra eso.
–¿Cómo ha lidiado con ese carácter su hijo Manuel?
–Pues muy bien, porque lo hace muy bien. Yo solamente me peleo con los directores que saben menos que yo, porque si yo hubiera querido dirigir... Me lo han propuesto y no me gusta. Yo soy actriz. Ahora, si doy con un director que no sabe, sí que me pongo muy tensa e incluso me llevo mal, pero es que este sabe mucho. ¡Si yo eché a un director en una obra de Antonio Gala, 'Las manzanas del viernes', cuatro días antes del estreno! Yo soy absolutamente disciplinada con los directores y con los escritores, siempre que sepan lo que hacen.
–Decía antes que espera que 'El funeral' no sea la última obra, pero la sospecha de la retirada siempre planea sobre usted.
–Siempre digo, ¿le preguntarías eso a Nuria Espert? Porque Nuria Espert te colgaría el teléfono.Las mayores tenemos que hacer papeles de mayores. Yo no me he operado de estética. Es más, fíjate, en las primeras temporadas de 'Las chicas del cable' me ponían unos tiros para rejuvenecerme y nos hemos dado cuenta de que ni siquiera eso me favorece. Al contrario, el tirarme de la cara me envejece porque me salen más arrugas. Mientras nos funcione la cabeza y seamos capaces de salir al escenario, ¿por qué lo vamos a dejar?
–Como alguna vez ha hablado de retirada...
–Hace cinco años estuve muy grave, con peritonitis... Pero no. A veces tengo momentos de tristeza, pero me recupero enseguida. ¿Sabes qué es lo malo? Que yo me desahogo con llantos, con gritos y con enfado y luego me recupero. Soy el ave fénix, doy la patada y vuelvo a resurgir. Los que se quedan luego un poquito mal son los que me rodean (ríe). Pero ya estoy recuperada de todas las tristezas y de todos los dramas.
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