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Corría un tiempo en Galicia en el que los niños querían ser contrabandistas como sus padres, el tráfico profundizaba la tierra atravesando alguno de los ... 1.498 kilómetros de costa y los marineros, los transportistas y los del estraperlo se convirtieron en protagonistas sorpresa de 'Falcon Crest', con comuniones millonarias y reparto de gananciales para casi todos los sectores de la economía. Corrían la coca y el champán. 'Fariña, el espectáculo' habla de esa época y es el aterrizaje en los teatros de 'Fariña', el libro: un exhaustivo trabajo de investigación sobre el narcotráfico gallego escrito por el periodista Nacho Carretero, y cuya venta fue detenida de manera preventiva por orden judicial, lo que le convirtió en 'bestseller'. Se hizo una serie de televisión de éxito (una versión marisquera de 'Narcos') y ha faltado tiempo para que a alguien se le ocurriera tramar algo parecido a un musical que sacrifica, como si fuera un lastre, una parte de su inteligencia para adaptarse a todos los públicos; una obra divertida y con una dosis aceptable de canalleo, que atrajo ayer a medio aforo del Cervantes, y de la que se sale exactamente igual que como se entró.
Envueltos en una atmósfera escénica que pretende impresionar mediante proyecciones y estructuras metálicas, cinco actores representan a decenas de personajes, la mayoría de ellos, sin nombre: guardias civiles, políticos, narcos, camellos, adictos, madres de adictos, periodistas y jueces interpretados por Oswaldo Digón, Sergio Zearreta, Marta Lado, César Goldi y Graciela Carlos, que hacen un trabajo inmenso de transmutación durante casi dos horas, pero falta chispa y se cae en estereotipos que convierten la trama en un cliché. De poco sirven los vítores desde las tablas ni la música en directo interpretada por los propios actores (con alguna canción original de Novedades Carminha): la banda sonora resulta tosca, con un sonido que a veces devoraba a los propios actores. Las lecciones de moral resultan innecesarias y caen en el lugar común. Hay algunos momentos salvables y hay ritmo, de verdad, pero todo resulta demasiado complaciente con el espectador. Cualquier persona con un mínimo conocimiento habría podido escribir un guion muy parecido a este en sólo dos tardes. Pienso en los requeiros: piratas de tierra que ardían un fuego para engañar a los barcos, que creían que encontraban tierra amiga, pero no lo era tanto.
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