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Uno de sus poemas favoritos tiene un solo verso: «Nada sabe de amor quien vuelve vivo». Lo firma el poeta salmantino Antonio Sánchez Zamarreño y lo emplea Ben Clark como santo y seña de su nuevo libro de versos, que mañana llegará a las librerías, '¿ ... Y por qué no lo hacemos en el suelo?' (Espasa de Poesía). Un conjunto de poemas planteados como un relato sobre la experiencia amorosa que el autor afincado en Málaga, ganador de los premios Loewe e Hiperión, presenta unas veces descarnada, otras feliz y vibrante y a menudo apenas rutinaria. Como la vida misma.
–Un libro de poemas de amor en medio de una pandemia. ¿Son ganas de ir a la contra?
–(Ríe) El libro lleva muchos meses de trabajo detrás, no sólo en la parte de la escritura, sino también la labor editorial y nos ha pillado todo en medio. Se terminó de imprimir poco antes de la declaración del estado de alarma y estoy muy agradecido de que la editorial lo tenga entre sus apuestas para este intento de vuelta a un mundo de libros y del comercio de libros. Poder estar ahora en este primer grupo de gente esforzándose por apoyar a las librerías y estar cerca de los lectores para mí es una gran satisfacción.
–¿Es un libro sobre el amor o sobre el desamor?
–Es un libro que intenta abarcar el amor de una forma global, así que hay amor, hay deseo y también hay desamor, claro. Intento que cada poema, además de ofrecer diferentes emociones, también dé una pequeña reflexión sobre la experiencia del amor. 'Husos' reflexiona sobre los celos, 'Creo' trata sobre la entrega amorosa, está también la idea del arrepentimiento por no haber aprovechado un amor... En ese sentido, en el libro se buscó que los textos fueran encajando y que uno te llevara a otro. Más que fogonazos independientes, me interesa la construcción del libro en el cual entramos, lo vamos recorriendo y salimos. Ahora que estamos acostumbrándonos a leer poemas en Internet de forma suelta, creo que es interesante volver a la idea del libro. Este libro está pensado sobre todo para el lector joven, precisamente, por lo que propone: un aprendizaje del amor.
–Sigue cundiendo la idea de que los jóvenes no leen y mucho menos libros de poesía.
–En estos casos siempre tiramos de tópicos, como también creo que lo es el pensar que se haya leído mucho durante esta cuarentena. Nos gusta buscar afirmaciones que nos indiquen lo que está pasando. Creo que la gente joven lee mucha poesía porque es un momento de la vida en que uno demanda palabras que le den forma a cosas que están sintiendo y que no saben cómo definir. No creo que estén todos los jóvenes locos por la poesía, pero sí pienso que se lee mucha más poesía de la que pensamos y que, a la vez, está bien que los poemas vayan llegando a los lectores a través de diferentes medios. Es positivo el fenómeno de la poesía en Instagram y redes sociales, es positivo que los chicos que animen a escribir sus propios textos, aquí no buscamos formalismos, buscamos sentimientos a flor de piel.
–Siempre ha defendido la llamada 'poesía de Instagram'.
–Sí. Lo defiendo porque creo que es positiva la idea de la difusión del texto poético, pero también creo que hace falta que exista una serie de profesionales que trabajen el texto atendiendo a cosas en apariencia tan poco atractivas como la tradición y la búsqueda de una profundidad. Al final, se trata de distinguir dos grandes campos: el campo digital como algo instantáneo y luego la lectura sosegada que tiene como máximo representante el libro. El libro no es enemigo de la lectura en redes sociales, pero nos ofrece una experiencia completamente diferente. Para mí, el libro es el espacio más adecuado para la experiencia poética.
–¿Descarta entonces esa confrontación entre la poesía en redes y el canon?
–No tienen por qué estar enfrentados, pero es importante que desde las aulas no vayamos ya a lo que gusta, que son los poemas en redes sociales. Creo que la función del docente y de las personas que trabajamos en la cultura es la de ser prescriptores. Hay que abrir el abanico y no rechazar poetas que tengan mucho éxito y que gusten mucho. Por ejemplo, a Marwan. No se trata de rechazar a Marwan, sino de recordar que tenemos a un poeta perfecto para conectar con los jóvenes como pueda ser Miguel Hernández.
–Ya que hablamos de juventud. Después de haber recibido premios como el Loewe o el Hiperión. ¿Siente ya que ha dejado de ser «poeta joven»?
–Una cosa bonita de cumplir los 35 años en España es que oficialmente dejas de ser un poeta joven, porque al establecer los premios Loewe e Hiperión los 35 como la edad límite para presentarse, oficialmente uno deja de ser joven a los 36, que es la edad que yo tengo. Y la verdad, es un alivio, porque hay dos frases que persiguen al poeta joven. La primera es la más terrible, que es la palabra 'promesa'. Y la segunda es una que en mi caso han utilizado muchísimo para presentarme en algunos lugares: 'A pesar de su juventud'. Me encantaría escribir unas memorias tempranas, completamente osadas, que se titulasen así: 'A pesar de su juventud'.
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