Retrato de Tolkien. SUR

De la Ciudad de la Luz al escritor de las sombras

Albas y ocasos ·

Tal día como hoy nacía el primer sistema de alumbrado público, que convirtió París en la Ciudad de la Luz, y moría J.R.R. Tolkien, dios de la Tierra Media y portador del Anillo Único.

maría teresa lezcano

Domingo, 2 de septiembre 2018

Primer sistema de alumbrado público: 2-9-1667

El dos de septiembre de 1667 nacía la Ciudad de La Luz, no arquitectónicamente ya que el pueblo galo de los parisinos ya había empezado a colocar piedras allá por el año 250 antes de Cristo, sino gracias al primer sistema de alumbrado público que ... comenzó iluminando las orillas del Sena y que, mientras aumentaba la seguridad ciudadana porque ya se sabe que de noche todos los gatos y los maleantes son pardos, causó sensación entre los visitantes extranjeros, quienes no tardaron en coronar París con el luminoso y reiterado apodo.

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Antes de que el Rey Sol decidiera llenar de falsos soles de cera de abeja y aceite de pescado la capital de su reino, las noches del mundo eran oscuras y peligrosas y, si bien a Luis XIV esto no le incomodaba demasiado ya que en su residencia de Versailles él mismo esclarecía con su sola presencia el palacio y sus dependencias – y no digamos los centenares de sirvientes con sus correspondientes mechas – , una buena mañana se levantó el Capeto de su cama mayestática y mayestáticamente se preguntó: ¿de dónde podemos sacar más dinero para seguir viviendo literalmente a cuerpo de rey?

La respuesta le llegó bajo la inaprensible forma de un nuevo impuesto que denominó con real simpatía «de Barros y Linternas»; un modo de que el propio pueblo autofinanciara su luz nocturna mientras iba dejando el necesario remanente para que en la mesa versallesca nunca faltaran faisanes ni vino, que en el caso de Luis era mezclado con agua tras ser catados ambos líquidos por los afortunados que habían sido seleccionados para detectar eventuales venenos y, si se terciaba, estirar la pata doméstica por la solar salud del soberano. Después llegarían las farolas de gas y las revoluciones, los electrodos de carbón y las revoluciones, las lámparas incandescentes y las revoluciones, las lámparas fluorescentes y las involuciones. Y así hasta espectrarnos masivamente en Led. Que las longitudes de ondas os sean propicias.

J.R.R. Tolkien 3/1/1892--2/9/1973

Trescientos seis años después del nacimiento parisino del primer sistema de alumbrado público, moría privadamente en la inglesa ciudad de Bournemouth John Ronald Reuel Tolkien, dios de la Tierra Media y portador del Anillo Único. Nacido en la actual Sudáfrica, J.R.R. fue picado a edad muy temprana por una tarántula y, pese a sobrevivir al veneno arácnido, no se descarta que los pelos urticantes del bicho se enraizaran en las neuronas infantiles, provocando un derramamiento imaginativo que engendraría literariamente todo un continente ficticio.

Ya británicamente realojado en la madre patria, Tolkien se fue de vacaciones a Suiza, aventura que le inspiraría el viaje de Bilbo a través de las Montañas Nubladas. Después de licenciarse, vía Oxford y con matrícula de honor, en lengua inglesa, Tolkien se fue a dar una vuelta combativa por la Primera Guerra Mundial, especializado en su enrolamiento, no en las lenguas élficas sino en el lenguaje de los signos; silente canal de comunicación que no fue óbice para que el comunicante no contrajera en el Somme la denominada «fiebre de las trincheras», que dicho así suena hasta elegante pero en la realidad consistía en una patología cuyo vector era el piojo humano himself, el cual, tras montarse la juerga padre con una bacteria igualmente festiva llamada Bartonella Quintana, dejaba al sujeto invadido con menos ganas de pegar tiros que al propio piojo de fecundar una piedra.

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Ya repatriado y convenientemente desparasitado, Tolkien se fue a convalecer a Staffordshire; lugar en el que comenzó a trabajar en el Libro de los Cuentos Perdidos, y a partir de ese momento su pluma ya fue un trasiego de hobbits, orcos y trolls, y un desparrame de mitología adaptada, aunque sólo vio publicados tres de los libros (Beowulf, El Hobbit y El Señor de los Anillos). Sería su hijo Cristopher quien, tras el finamiento paterno, se encargaría de recoger todos los textos que alfombraban despachos y áticos y de editarlos convenientemente. A mano derecha de la gloria, tirando hacia el infierno, quedan las acusaciones de franquismo y de nazismo, alguna contradictoria asociación con el anarquismo filosófico, y siempre la sombra implícita del racismo proyectada en personajes blancos que son inherentemente buenos, contrastando con la maldad innata o adquirida de los «oscuros». Tenn´enomentielva, o, traducido directamente del élfico: hasta la próxima.

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