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Luca M. Scarantino, en la terraza de la recoleta cafetería Moka. MIGUE FERNÁNDEZ
Pan y circo

Pan y circo

Línea de fuga ·

Domingo, 27 de enero 2019, 00:53

Entre el Renacimiento y la miseria pasaron apenas cincuenta años. De Leonardo da Vinci y Rafael a uno de los episodios más oscuros de la historia de Italia. Lo recuerda el filósofo Luca M. Scarantino delante de un café pequeño, solo y sin azúcar cuando ya parece la hora del aperitivo. Habla el profesor de lo rápido que pueden descomponerse la carne y un pueblo. Habla Scarantino del final de la «provincia feliz» que fue Europa. La provincia feliz de un imperio, el norteamericano, que ahora la deja caer porque ya no le interesa mantenerla a flote en el mar de fondo de la lucha de gigantes entre América del Norte, China y Rusia. Y en medio Europa, provincia de Estados Unidos.

Porque los imperios no hacen colonias, hacen provincias. Ahí una diferencia crucial entre Inglaterra o Francia y Estados Unidos o Roma, donde cualquier esclavo podía convertirse en ciudadano si reunía el valor, la fortuna o la barbarie suficiente, sin distinción de origen o raza. De eso también habla Scarantino. Pero cualquier país, cualquier imperio, necesita un relato, una historia que contarse a sí mismo para hacerse creíble. Roma lo tenía todo con Rómulo y Remo y la loba; pero escogió a Eneas, un prófugo honorable en busca de fortuna. Lo mismo Estados Unidos con los primeros peregrinos, huidos de la intransigente Europa para levantar la ficción de los hombres y mujeres 'hechos a sí mismos'. El sueño americano del que ahora nos despertamos al otro lado del océano. Lo cuenta Scarantino como quien detalla el diagnóstico de una enfermedad que avanza irremediable: el declive de Europa. Y así, el filósofo italiano contempla un futuro repartido entre una élite ilustrada y cosmopolita y un pueblo de esclavos.

Esclavos con teléfonos inteligentes, cien canales de televisión, monovolumen y vacaciones pagadas. Esclavos entretenidos, pero no informados, más pobres que sus padres, cuyos hijos serán los educados mayordomos de chinos, indios o norteamericanos que en su infancia recibieron una formación más adecuada al mundo que tenían por delante. Es la visión de Scarantino, que contempla el Plan Bolonia como una «bomba atómica sobre la educación superior», la penúltima etapa en la infantilización de la universidad y la política como estrategia para pastorear votantes.

Habla Scarantino un jueves por la tarde ante el auditorio del Museo Picasso Málaga y el sitio está lleno. Incluso se ha quedado gente sin poder entrar en la jornada inaugural del segundo Festival de Filosofía de La Térmica, que lleva un título como un escudo de armas y un resumen de nuestros días: 'Pan y circo. Las esclavitudes en el siglo XXI'. Y del museo se van a un bar y también lo llenan para seguir hablando de filosofía, de redes sociales y de política. Un jueves por la noche a finales de enero, para que luego digan que alguna gente en esta ciudad no se toma ciertas citas como algo personal.

Pero lo personal es político. El feminismo como uno de los ejes de 'Pan y circo'. El cuerpo como campo de batalla, las putas como expresión máxima de la estrategia neoliberal. Haz de ti una marca, un producto, empieza por tu cuerpo. Pero hay gente que sólo tiene su cuerpo. Su piel, sus órganos. Y una decisión sin tener otra salida no es una decisión, es la patente de corso para los piratas de las vidas ajenas. 'Neoliberalismo sexual. El mito de la libre elección', de Ana de Miguel, va por la décimo segunda edición. Un libro de filosofía. La profesora lo repite y se encoge de hombros, todavía un poco sorprendida. Pero el libro ha tocado una tecla esencial: si el único límite que vamos a poner a la trata de personas es el consentimiento, ¿qué les queda a los que no tienen nada? Pues eso, nada. Su cuerpo. Ana de Miguel, Sami Naïr y Antonio Campillo en el auditorio del Museo Carmen Thyssen, también lleno un sábado por la tarde en otro de los debates de 'Pan y circo', que van de la trata a los robots, de las series de televisión a la ética, del feminismo al fútbol, del museo a los bares.

Filosofía, política y una copa, esperando a los bárbaros. Pero los bárbaros ya están aquí, entre nosotros. O quizá los bárbaros seamos nosotros, entretenidos y cansados, mirando el teléfono móvil mientras nos birlan el presente y el futuro, pendientes de nuestro pan. Y del circo.

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