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«¿Te ha hipnotizado la película?», pregunta nada más llegar Pablo Berger con el dedo índice levantado y moviéndolo de izquierda a derecha. Es el objetivo de su última «locura», ‘Abracadabra’, una película donde la hipnosis juega un papel fundamental y donde su reto es ... abstraer al espectador de la corriente y dura realidad. Por el camino habla de machismo, esquizofrenia, relaciones tóxicas, la vida en el extrarradio y las segundas oportunidades a través del drama, la comedia, el cine negro, el ‘thriller’ y el surrealismo. Todo cabe en ‘Abracadabra’, un filme que ha preestrenado el cine Albéniz de la mano del Festival de Málaga y la única cinta española que se atreve a competir mañana en taquilla con los ‘blockbusters’ de Hollywood. Un «David contra Goliat» que tiene a su favor «los mejores efectos especiales» del cine: el malagueño Antonio de la Torre (ahora en el rodaje de ‘El Reino’ con Rodrigo Sorogoyen), Maribel Verdú y José Mota, el único actor que pudo acudir a Málaga y que ayer hacía público a su paso por Alcazabilla.
– Se toma su tiempo para hacer las películas. ¿Por una cuestión técnica, por la financiación, o porque a nivel personal lo necesita?
–Las dos cosas. Mi primera película, ‘Torremolinos 73’, tardó muchos años en financiarse. Nadie pensaba que una ópera prima se podía desarrollar en los 70 y mezclar porno con comedia. Fue un éxito y Málaga fue la ciudad que me dio la alternativa en su festival. Luego me saqué de la chistera ‘Blancanieves’, muda y en blanco y negro, lo que hizo que los productores me cerrasen las puertas. Afortunadamente estaban equivocados: había un público que deseaba ver una película así. Entre ‘Blancanieves’ y ‘Abracadabra’ ha pasado menos tiempo, porque estuve dos años de gira con la primera y he tenido tres años para esta. Los productores pensarían que era otra idea loca mía, pero habrán dicho:‘Vamos a confiar en él porque sus otras locuras han funcionado’.
– ¿Hay cierto vértigo después de los diez Goya de ‘Blancanieves’?
–Yo ya he pasado por todas las crisis. Tengo más de 50 años y si tengo que elegir entre la vida y el cine, siempre elijo la vida. No tengo esa presión. Soy un afortunado que puede hacer películas en libertad. A quien no quiero defraudar es al público, que es a quien me debo, no me debo ni a las críticas ni a los festivales. Quiero que el espectador pase un tiempo divertidísimo y quiero poder sorprenderle en todo momento. Y si cuando acabe la película hablan durante cinco minutos del final, estaré súper satisfecho.
– Dice que elige la vida. No está dispuesto a sufrir por el cine.
–Para nada. Llevo 25 años en el cine profesional y si me hubieras hecho esta pregunta hace 20 años te hubiera dicho que para mí el cine era lo más importante. En el momento en el que conocí a mi mujer y tuve una hija, las prioridades cambiaron de lugar. Lo más importante para mí es el día a día, las pequeñas cosas. Hoy estoy en Málaga y luego me iré a comer unos boquerones vitorianos y a la playa.
– Los primeros comentarios sobre la película la definen como marcianada, disparatada, surrealista, freak, excéntrica... ¿Los asume todos?
–(Ríe) Totalmente. Una vez que está acabada, la película no pertenece al director, sino al público y a los críticos. Me gustan mucho las interpretaciones y las etiquetas. Sé que es una película que no va a gustar a todo el mundo, pero tampoco lo espero. Es para un público que entra al cine sin prejuicios, que se deja llevar. A mí como espectador no me gusta ver las películas, me gusta protagonizarlas. Y quiero que el espectador esté dentro de la pantalla durante 90 minutos, quiero hipnotizar al espectador, que se alivie de sus problemas y que esos 8 o 9 euros que cuestan la entrada sean como una sesión de terapia.
– Tiene una mirada muy personal y eso implica un riesgo.
–Sí. Tuve la suerte de que yo hice mi primer corto llamado ‘Mama’ a finales de los 80. Es un corto muy punk de un director joven que no sabe hacer películas y toca de oído. Y fue un enorme éxito. Reflexionando, pensé que si con una película muy personal y sin saber nada de cine tenía un público, ese era el camino a seguir. Tuve claro que todas mis películas iban a salir como un alien, iban a ser muy deseadas. Mi única regla es hacer la película que a mí me gustaría ver.
– Y parece que de esa forma también se puede conseguir un taquillazo.
–Por qué no. Todas mis películas han funcionado bien en taquilla y se han vendido bien al extranjero. Estoy mal acostumbrado. Algunos de mis compañeros de profesión hasta me tienen un poco de manía. Pero yo me siento aún un aprendiz de brujo, un director amateur. En el momento en que deje de disfrutar, me dedicaré a otra cosa. Tengo mi carrera de ingeniero.
– ¿Echa de menos más miradas personales en el cine español?
–Este año he sido jurado del Festival de Málaga y me he encontrado con óperas primas muy personales y arriesgadas. ‘Pieles’, ‘No sé decir adiós’, ‘Verano 1993’, ‘Amar’... Hay mucha gente joven que viene apretando fuerte y eso a mí me anima para trabajar más duro y para darme cuenta de que el cine español sigue ahí a pesar de todas las zancadillas que nos ponen desde el Gobierno y desde una legislación que no favorece al cine. Resulta que en verano lo único que se estrenan son ‘blockbusters’ y nosotros, porque como yo voy a contracorriente, pues venga. Sé que este viernes va a ser un poco David contra Goliat, pero te aseguro que los mejores efectos especiales no son los de las películas de Hollywood, son Maribel Verdú, Antonio de la Torre y José Mota juntos.
– ¿El cine no necesitaba una rebaja del IVA cultural?
–Sin duda. Yo digo que ‘Abracadabra’ es una comedia hipnótica y surreal, pero lo surreal es cómo el Gobierno nos trata a los del cine. Yo soy un afortunado, consigo hacer mis películas, pero muchos no. Al final de ‘Abracadabra’ aparecen 700 personas y eso cuesta muchos millones de euros. Es una industria. Pero vamos a positivizar, es de sabios rectificar y espero que el Gobierno se dé cuenta de que tiene que inyectar mucho más dinero al cine español si no quiere que la memoria audiovisual de su país sea Oklahoma, Texas y Nueva York.
– Dice que sus películas no tienen mensaje. Pero en el final, que no vamos a desvelar, hay uno claro.
–Decir que hago películas con mensajes me suena algo trasnochado. Y no me gusta deletrear de qué va ni que los personajes hablen de temas, sino que el espectador vaya atando cabos. Pero sí que es verdad que en esta película hay un tema del que quería hablar. Me gustaría pensar que esta película es una llamada de atención a las segundas oportunidades, a abrir los ojos. Lo mejor está por llegar.
‘Abracadabra’ parte de una historia disparatada que coloca a personajes corrientes del extrarradio madrileño en situaciones extraordinarias. Carmen (Verdú), ama de casa con un toque choni, descubre un día que su marido Carlos (De la Torre), el prototipo de machista desagradable, está poseído por un espíritu que le convierte en su antítesis, un hombre tierno y cariñoso pero con un secreto. Carmen empieza una investigación para recuperar a su marido, pero, ¿realmente es lo que quiere? Tras ese argumento que roza el surrealismo hay un discurso con mucho sentido y que, más allá de la risa, deja un mensaje a las parejas atrapadas en relaciones turbulentas.
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