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Carlos Zamarriego
Domingo, 6 de abril 2025, 01:44
Menuda sorpresa se llevó el escritor Clark Collins en 1956. Se alojaba en Torremolinos, en la pensión Beatriz, «con una vista completa del Mediterráneo por 18 dólares al mes». Un día, sentado en el café Manolo dispuesto a tomar «un vino blanco y unos camarones fríos (tres centavos por copa de vino y los camarones venían gratis)» se encontró, dos mesas más allá, a los actores Paul Lukas y Mischa Auer. «No había turistas alrededor para molestar a la gente con autógrafos», rememoró Collins diez años más tarde en un artículo para varios medios estadounidenses.
¿Qué hacían dos de los actores más prolíficos de la Edad de Oro de Hollywood en un pueblo como este?, se podría haber preguntado Collins. De Lukas, ganador del Oscar al mejor actor en 1944, sabemos que quedó tan prendado de Málaga que eligió descansar eternamente en el Cementerio Internacional de Benalmádena. Menos conocida es la relación amor-odio de Mischa Auer, del que se cumplen 120 años de su nacimiento, con la Costa del Sol. «He tenido que huir de Torremolinos porque allí ya no hay quien viva. Es peor que Nueva York», le dijo al periodista Jaime Peñafiel en 1964. Y eso que Auer, sin duda alguna, era un hombre que lo había visto casi todo.
Nacido en San Petersburgo en 1905 como Mikhail Semyonovich Unskovsky, su nombre artístico, Mischa Auer, viene del diminutivo de Mikhail en alemán y del apellido de su abuelo, el prestigioso violinista húngaro Leopold Auer (1845-1930) al que Chaikovsky dedicó su 'Concierto para violín en re Mayor'. Su familia lo perdió todo en la revolución de 1917, así que tuvo que salir de Rusia en condiciones muy lamentables. En Turquía su madre murió de tifus y tuvo que enterrarla con sus propias manos. Tras un tiempo viviendo en la calle, consiguió contactar con su abuelo, que le llevó a Nueva York. Allí comenzó su carrera con pequeños papeles en el teatro.
En 1928 el director Frank Tuttle le da su primera oportunidad en el cine con la película 'Something Always Happens' y le acoge en Hollywood: Auer aparece como su inquilino en un censo de 1930. Teniendo de vecinos a actores consolidados del cine mudo como Robert Edeson, pasa con éxito la transición de la industria al sonoro y ya no parará hasta trabajar en 177 producciones. Sus ojos saltones de mirada triste, su cara lánguida y sus expresivas dotes para la mímica le hicieron el malo exótico perfecto para pequeños papeles: fue un hindú traicionero en 'Inside the lines' (1930), un antipático príncipe ruso en 'El paraíso del mal' (1931), un sumo sacerdote en 'Tarzán de las fieras' (1933), un científico loco en 'Corruption' (1933) e incluso un torero en 'Suena el clarín' (1934).
Todo cambió en 1936 con su nominación al Oscar al mejor secundario en el clásico 'Al servicio de las damas', en el primer año que se concedía este galardón. Hacía de Carlo, un gorrón en una familia de clase alta que habla raro, siempre toca la misma triste melodía rusa al piano y se pone a imitar a un gorila dando saltos por el salón. Fue su entrada por la puerta grande de la comedia y su primer contrato importante con Universal, aunque siguiese haciendo siempre de extranjero estrambótico. Dos años más tarde sería el instructor de ballet Kolenkov en la película con la que Frank Capra ganaría su tercer Oscar: 'Vive como quieras'. Un año más tarde volvería a hacer de ruso en el 'western' 'Arizona', el primero de James Stewart, y en 1941, de nuevo, fue un príncipe ruso en la primera adaptación de la novela de Agatha Christie 'Diez negritos (1945)'.
Se ganó fama de «robar una escena por minuto», en palabras de Dorothy Spensley, que lo entrevistó en 1937 para la revista 'Modern Screen'. Spensley atribuía su comicidad a «un esfuerzo deliberado por erradicar los recuerdos de horror de su juventud». Auer refrendaba esta idea diciendo: «Cuando actúo para la cámara, no estoy actuando. Hago lo que hago en casa o en las fiestas. Me pagan por ser yo mismo, no por actuar». Y le pagan bien. En 1940 el censo ya refleja una situación muy diferente: una enorme casa propia estilo Tudor con piscina en 2559 N. Catalina Street, en la colina Los Feliz en pleno centro de Los Ángeles, donde vivía con su mujer, Norma Tillman, dos hijos, Anthony y Zoe, y tres sirvientes.
La felicidad no duraría mucho. Se divorcia ese mismo año. Poco después su ex mujer se suicida ingiriendo veneno y él se casa con la actriz Joyce Hunter. La década de los 50 la estrenaría con un nuevo divorcio y un nuevo matrimonio (con Susanne Kalish tendría una hija, Michelle). Y también volvería a emigrar: con más de un centenar de películas sus oportunidades en Estados Unidos fueron menguando y comenzó a aceptar papeles en Europa, donde era recibido como una estrella.
En 1955 llega a España a rodar la película 'Mr. Arkadin', de Orson Welles, donde dará vida al profesor Radzinski, un domador de pulgas. El genio de 'Ciudadano Kane' también quería que Auer fuera su 'Don Quijote', ese sueño inacabado que rodó durante catorce años y del que dejó a su muerte cuarenta mil metros de negativo. Auer llegó a grabar algunas escenas hasta que tuvo que renunciar al alargarse el proyecto. Pero ya puestos protagonizó 'La picara molinera', adaptación de 'El sombrero de tres picos', de Pedro Antonio de Alarcón, a cargo de León Klimovsky con Carmen Sevilla y Francisco Rabal. Rodada en Arcos de la Frontera, tuvo así su primer contacto con Andalucía.
Más tarde, tras la llamada de Paul Lukas para venir a la Costa del Sol, ya no abandonaría esta tierra a pesar de seguir trabajando a caballo entre América y Europa. El año que tomaba camarones en Torremolinos se estrenaba 'Esta pícara colegiala', comedia francesa protagonizada por Brigitte Bardot, y 'Gran mundo en Montecarlo', donde alternaba en pantalla con Marlene Dietrich y Vittorio de Sica. En 1959 llegó a pasar el final de año en la Costa del Sol, vía Barajas antes de coger un vuelo a Málaga. Unos años más tarde le harían una foto en Madrid posando con el famoso futbolista Joaquín Peiró, que volaba a Italia tras ser traspasado por un Atlético de Madrid acorralado por las deudas.
En Torremolinos hacía su vida en la misma calle San Miguel, como informaba en mayo del 1961 el semanario 'Variety'. Torremolinos «tenía el atractivo de lo barato y lo caliente», aseguró a Peñafiel, pero algo había cambiado. «Todo está invadido por el turismo, por los rascacielos y los night club. Es una locura», se quejaba el actor. Y eso que aún no se había construido el complejo de Los Manantiales. Auer decidió trasladarse a Marbella, donde construyó un chalet que llamó Villa Concha, «un nombre español que me gusta». En 1963, le reconocía que «amo mi casita de cuatro habitaciones, amo el mar, amo la conversación con los pescadores, amo hacer la compra en el mercado».
Ildefonso Guerrero recuerda a Auer como un hombre «muy alto y muy amable». Un metro y 88 centímetros debían parecerle infinitos a un niño español de ocho o nueve años de los años sesenta. Veía al actor en El Estrecho, el bar de Paco, su padre, que hoy regenta él en la calle San Lázaro, muy cerca de la Plaza de la Victoria de Marbella. «Iba con una capacha al mercado de la plaza y luego entraba al bar a tomarse una cervecita», recuerda Guerrero, «venía con mucha frecuencia». Y no sólo por las tapas. «Lo que les unía a él y a mi padre era que criaban canarios. Se intercambiaban las crías y las emparejaban». Y eso que les separaba la barrera idiomática. «No hablaba nada de español, mi padre nada de inglés, pero se entendían por esa afición».
Precisamente en el mercado municipal, en el verano de 1962, lo retrataban ignorando los carteles de 'No tocar el artículo': «Con su atuendo veraniego, despreocupado (…) rebuscaba a su gusto entre melones y zanahorias». En marzo de 1963 casi atropella a un periodista de Diario SUR: «Frena en seco un moderno Renault deportivo para evitar una colisión en una estrecha calle. Nos asomamos para ver al conductor y felicitarle por su habilidad. Es Mischa Auer», escribía el periodista, apuntando que «acaba de comprarse el cacharro» tras volver de rodar una película. Pudiera ser la francesa 'Les femmes d'abord', de Raoul André, estrenada ese mismo año. Otra información, nos revela que, en su villa La Concha, Auer «estudia y recibe los contratos de sus agentes artísticos, sólo la abandona para rodar». Y cita al veterano cómico, cercano a los sesenta, diciendo que «la Costa del Sol es un lugar ideal para la vejez, bonito y pacífico».
Y aún así, en 1964, en la entrevista con Peñafiel, dejaba dudas sobre su futuro en Málaga, siempre supeditada al avance del turismo. «Marbella es todavía otra cosa. No sé lo que durará. De ello depende mi estancia en este país tan maravilloso». Se casaría por cuarta vez con Elise Souls Lee y volvería recurrentemente a Italia, donde aún le reclamaban como actor: fue un elfo en la película navideña 'Il Natale che quasi non fua' y coincidió con Tony Curtis en 'Cáete muerta, cariño', las dos de 1966.
El 5 de marzo de 1967 murió de un infarto en Roma, dejando como legado póstumo la comedia 'Per amore... per magia...' de Duccio Tessari. Sus restos fueron trasladados al cementerio de Prospect Hill, en Gloversville (Nueva York). Fue el último viaje del eterno inmigrante que encontró su hogar en Marbella.
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Óscar Beltrán de Otálora / Gonzalo de las Heras (graphics)
Encarni Hinojosa | Málaga
Jon Garay e Isabel Toledo
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