La noticia saltó de un teletipo a otro en cuestión de minutos aquel domingo 8 de abril de 1973: Picasso había muerto en Mougins (Francia). Aunque antes de que el titular llegara a Málaga, Manuel Blasco, primo del pintor, ya se lo había contado a ... Miguel Alcobendas que no pudo evitar torcer el gesto. Desde finales de los 60, este último había movido su proyecto de rodar una película sobre el artista y grabarlo incluso en la Costa Azul. Ya no podría ser, pero eso no iba a impedir la visita. Así que llamó a su colega y operador Paco Ojeda y, cada uno armado con su cámara de 16 mm, se embarcaron en un viaje de despedida al autor del 'Guernica' que, paradójicamente, fue el principio de la reivindicación del creador en la gran pantalla desde nuestro país. El resultado se tituló 'Málaga y Picasso' (1975), un corto documental que buceaba de forma crítica en la relación de Pablo con su origen, pero que también hizo historia al convertir a sus cineastas en mensajeros de las condolencias de los paisanos del pintor con una cruz de rosas y orquídeas que consiguieron hacer llegar hasta el ataúd. Las únicas flores funerarias que pudieron franquear los muros del castillo de Vauvenargues al llevar impresa en una cinta la contraseña que logró abrir la inexpugnable fortaleza: «Málaga a Pablo Picasso».
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Pero para llegar a las puertas de la fortaleza en la que fue enterrado, Alcobendas y Ojeda tuvieron que hacer un largo camino y solventar algunas dificultades. Para empezar, uno de los pasaportes de los cineastas estaba caducado y el trámite no era rápido. Así que Miguel Alcobendas, que además era director de Exposiciones y de Publicaciones de la Diputación de Málaga, acudió al entonces presidente del órgano provincial y actual alcalde de la capital, Francisco de la Torre, para que le ayudara a agilizar las gestiones administrativas ante el Gobierno Civil. Así fue y el mismo lunes, «un malagueño y medio», como se refirió el propio Alcobendas –de origen madrileño– a la pareja que formaban ambos cineastas, volaba a Francia.
Su primer destino fue Mougins, donde les recibió la lluvia y una verja inexpugnable para la nube de fotógrafos, cámaras y periodistas que se habían acercado al pie de la noticia. Pero ya que habían llegado hasta allí, los gendarmes que estaban en la puerta no los iban a detener. Así que Alcobendas y Ojeda se fueron a la floristería del pueblo y preguntaron por las flores preferidas de Picasso: rosas de color rosa y orquídeas. Y, en lugar de la convencional corona de difuntos, encargaron una cruz. «Miguel lo intentaba todo, no se paraba ante los problemas y tenía claro que iba a hacer lo imposible por abrir aquellas puertas», cuenta la viuda del director, Pilar García Millán, que también trabajó en el documental 'Málaga y Picasso' como foto fija. Mientras cuenta esto, señala la imagen de su pareja, cruz en mano, hablando con el agente que le impedía el acceso al castillo. Una instantánea que muestra a Alcobendas cubierto con un abrigo que no solo le protegía del inesperado frío del abril galo, sino que ocultaba la cámara Bolex con la que se disponía a entrar a grabar el entierro.
Esa foto corresponde al día siguiente, martes 10, y se tomó a las puertas del Castillo de Vauvenargues, a 200 kilómetros de Mougiuns y donde fue trasladado Picasso la madrugada anterior para burlar a la prensa. Allí el acceso fue todavía más complicado, por lo que Alcobendas y Ojeda buscaron al jefe de policía que les dijo que no se aceptaban las flores, al igual que numerosos familiares de Picasso fueron rechazados. No obstante, los malagueños insistieron tanto que el gendarme, ya sea por pesadez o porque intuyó que aquello era diferente, entró a consultar a Jacqueline Roque, esposa del pintor desde 1961 hasta su muerte. De vuelta, el agente le dijo que la viuda decía que «si verdaderamente las habían llevado unos malagueños, las flores serían aceptadas», contó el propio Alcobendas cuando regresó. Así, que el cineasta entregó su pasaporte y el policía volvió a entrar en el castillo donde Jacqueline comprobó la identidad y aceptó la cruz. Al día siguiente, la prensa internacional destacó que «hasta Picasso, como único homenaje póstumo, habían llegado unas flores desde su ciudad natal».
El documental acaba precisamente con la imagen de la entrega de la cruz funeraria, mientras una voz en off recuerda que «el 8 de abril de 1973 muere en Francia Pablo Ruiz Picasso, un niño de Málaga». «Su deseo era grabar el entierro y, pese a la impotencia que sintieron al ver que nadie podía entrar, la sensación final que tuvieron fue de satisfacción porque las flores de Málaga fueron las únicas aceptadas», revela García Millán.
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Lo que no llevaron tan bien Alcobendas y Ojeda fue el inesperado tiempo que allí encontraron, con nieve y una gran ventisca a las puertas del castillo, como se puede comprobar en la propia película. «Volvieron con los pies helados, como contaba con mucha gracia Paco Ojeda», recuerda la pareja del director, que añade que esos fotogramas del adiós al legendario pintor fueron el principio de 'Málaga y Picasso', que terminó de rodar Alcobendas cuando consiguió la financiación suficiente para llevar a la pantalla la historia de aquel niño a través de sus escenarios, desde su nacimiento en la plaza de la Merced a las clases de dibujo de su padre en la Escuela de San Telmo (actual Ateneo), pasando por su bautismo en la Iglesia de Santiago.
Una película que habla de Picasso, pero que también responde al infatigable compromiso de Alcobendas como generador de proyectos. «Además, era un gran motivador de equipos», recuerda su pareja sobre el también fundador de la revista 'Jábega' y cocreador, junto a Luis Mamerto López-Tapia, de la productora Mino Films con la que filmó muchas de sus recordadas películas como 'Camelamos Naquerar' y 'Arquitectura en la Costa del Sol'. Piezas que el cineasta quiso preservar y difundir donando las copias en 35mm de sus películas a la Filmoteca de Andalucía. Entre ellas figuraba 'Málaga y Picasso', una cinta que, junto a otras, fue restaurada y telecinada hace un lustro, gracias al patrocinio del Ayuntamiento de Málaga. Aunque su exhibición sigue restringida ya que los derechos del filme están rodeados de cierta confusión tras la desaparición de la productora y la compra por Enrique Cerezo de todo el fondo del laboratorio Fotofilm, donde estaban depositados los negativos originales. Un final que no se merece una película que, con su cruz de flores, traspasó esa frontera del encuentro de la ciudad con el niño de Málaga.
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