Quedamos en un cine. Porque de eso va su libro y porque antes de tomar asiento en el patio de butacas del Congreso de los ... Diputados, su hemiciclo era el Albéniz. El cine municipal del que fue gerente es hoy la única sala abierta en la capital por las restricciones de la pandemia. Por eso volvemos al origen de todo con el parlamentario por Málaga de Ciudadanos, Guillermo Díaz, para hablar de 'Grandes batallas en la pantalla: Hollywood y la realidad de la guerra en la Antigüedad', en el que revisa las verdades y mentiras de las películas a la hora de contarnos los grandes conflictos históricos. Un libro que amplia un volumen anterior y que promete no ser el último. Sobre cine y política también tendría mucho que contar.
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–¿Sufre con los cines cerrados?
–Está siendo el sector más castigado de todos. La hostelería está sufriendo mucho, pero el cine vive del público en masa que es lo que ha cortado esta crisis. Al desaparecer el público, las artes en general, como conciertos, teatro, magia, penden de un hilo.
–No faltan los que ya dan por muertas las salas de exhibición.
–Al cine lo han matado muchas veces. Cuando se inventó la televisión se dijo que había muerto, después con los videoclubs… pero el cine es como el vinilo, tiene un rito y una magia insustituible.
–El ministro no ha estado muy diligente con la cultura. ¿Qué puede hacer el Congreso?
–Fue muy lento. Hubo decretos para todos los ámbitos, pero la cultura era el patito feo y tuvo que movilizarse el sector para que hubiera uno. El Gobierno tiene dos vías. Las ayudas directas que parecen algo estigmatizado, pero, cuando por interés público paralizas una actividad, tienes que ayudar. Y la otra es el desarrollo del Estatuto del Artista, que podría compensar el daño a la cultura.
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–Hablemos de su libro. Destila cine e historia, ¿de dónde le vienen ambas aficiones?
–En primer lugar, la familia porque los primogénitos de varias generaciones fueron militares excepto yo. Pero siempre me llamó la atención que haya gente que vaya a la guerra y muera por defender un país. Y por otro lado hay una vertiente de amor al cine que se inicia con el programa de José Luis Garci y que marca mi vida al trabajar en la exhibición cinematográfica. Y lo que puso en relación lo uno con lo otro fue el programa de radio 'La rosa de los vientos' cuando en una tertulia Carlos Canales dijo que en las batallas en la antigüedad no moría tanta gente como muestran las películas ni de la forma que lo cuentan. Me quise documentar y Carlos me dijo que no existía un libro sobre ello y ahí se me quedó la idea.
El libro 'Grandes batallas en la pantalla'
–A partir de ahora, cuando vea a alguien morir por un flechazo ya no me lo creeré. ¿En el cine bélico todo es mentira?
–Si iba a caballo es mucho más probable que se matara por romperse el cuello al caerse del caballo que por la flecha. O podía morir, pero días después por la infección que provocaba la herida, como le pasó a Ricardo Corazón de León.
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–También deja claro que las batallas no son realistas porque serían insoportables. Vamos, Tarantino parecería cine infantil...
–Tarantino a su lado es Disney. Si se rodase una película sobre la guerra en la antigüedad sería muy aburrida porque los ejércitos se dedicaban a andar y, de pronto, llegaría una batalla enormemente violenta que sería insoportable para el espectador. Por ejemplo, la espada corta romana fue el arma antes de la invención de la pólvora que más vidas ha sesgado.
–¿Era el kalashinov de la época?
–Incluso más. Estaba hecha para clavar y los legionarios estaban entrenados para introducirla cuatro dedos. Si era en la barriga, producía vacío y al sacarla también salía todo el paquete intestinal. Y avanzar por un suelo lleno de vísceras no era fácil. Eso en el cine es difícil de mostrar.
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–¿Y cuando ve una película la disfruta o no se cree nada?
–Disfruto porque el cine es arte y entretenimiento y no le exijo veracidad. A Shakespeare no lo pediría que cambiase 'Julio César' y quitase el discurso de Marco Antonio porque no existió. Pues en el cine es igual. Otra cosa es que si pensamos en un espartano, automáticamente nos viene la imagen de '300'. Y en este libro intento desvincular ese estereotipo de lo que sabemos que pasó entonces.
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–Pero también se revolverá en la butaca con alguna cagada...
–Me pasó con 'Troya', porque se ambienta en la edad de bronce y de pronto vemos el desembarco de Normandía con barcos que no existían y con una cantidad de tropas que imposible de reunir, cargas de caballería… pero entonces no había ejércitos porque la guerra era uno contra uno e iban como mucho en carro. 'Troya' es una fantasía; te puedes fiar tanto de esa película como de 'Conan'.
Una película para el presidente del Gobierno
–Una de las últimas polémicas ha sido la falta de rigor de la espada del Cid en la serie de Amazon, cuando lo relevante era rescatar la figura histórica.
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–El Cid es nuestro rey Arturo, nuestro Beowolf. Aunque me gusta más el personaje de la novela de Pérez Reverte ('Sidi'), que parece una película de John Ford. Pero la serie 'El Cid' no está mal y llama la atención sobre la recuperación de la historia de España porque tenemos cientos de personajes a la altura de Alejandro Magno. Sin ir más lejos, Bernardo de Gálvez que tiene toda la épica para una película. Pero si hacemos una serie de El Cid y nos peleamos por la Tizona, estamos errando el tiro.
–Su libro está entre lo más vendidos de género, ¿lo esperaba?
–Lo he escrito porque me apasiona, pero no esperaba que en las plataformas que hacen listas estuviera en puestos elevados de venta en libros de Historia. Y me alegra por el interés de la gente por aprender. Es mentira que la sociedad esté adormecida, lo que pasa es que cuando uno lee, no grita y no se le oye. Pero son más los que leen que los que gritan.
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–¿Lo dice porque en el congreso se escuchan más gritos que ideas?
–Pues sí. Es una caja de resonancia, aunque soy optimista por naturaleza y espero que las aguas vuelvan a su cauce.
–Este libro amplía uno anterior. ¿Por qué revisarlo?
–Porque me di cuenta que había dejado cosas fuera. No había entrado en los elementos psicológicos del combate y tenía que hacer algo de antropología y explicar porqué la guerra nos horroriza y nos fascina a la vez.
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–¿La guerra ha cambiado de la antigüedad al presente?
–La forma de matar y de morir sí, pero el nivel de estrés de un espartano en las Termópilas o de un marine en Afganistán es el mismo.
–¿Me lo imagino de joven pintando soldaditos?
–Sí, señor. Tengo un ejército, pero de warhammer, pintados con lupa, pincel seco… llegué a dominar muy bien el óxido de las armaduras. Si piensas en un personaje de 'The Big Bang Theory', soy yo.
–¿Para cuando un libro de cine y política?
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–No la había pensado, pero solo por escribir de 'El último hurra', de John Ford; 'Tempestad sobre Washington', de Preminger, o 'El político', de Rossen, merecería la pena. Pero la política en el cine es más bonita que en la realidad.
–¿Por qué?
–En la pantalla es más idealista e idílica, aunque también vemos malos, muy malos que no existen en la realidad. No hay políticos como en 'House of Cards'
–¿Dónde se ven más mentiras en el cine o en la política?
–Hay un problema actual en la política y es que todo está al servicio del relato. Las mentiras de ahora no se pagan, porque a la velocidad a la que va la sociedad nadie te exige coherencia con lo que dijiste hace un mes. Hay que pararse y reflexionar, porque no es normal que uno diga una cosa y haga lo contraria de forma permanente. Eso es muy peligroso.
–¿Se ha visto alguna vez ante esa tesitura?
–No. Y si tuviera que hacerlo es que estoy en el sitio equivocado.
–Pero al llegar al poder, uno se da cuenta de que lo que prometió no es tan fácil de cumplir.
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–En campaña me pasó que lo popular era decir que había que hacer el tren litoral. Pero me estudié el tema y vi que no se podía porque el trazado tenía que pasar por zonas donde ya se han construido muchas casas. Dije en un debate que, lo que estaban prometiendo desde hacía décadas, no era posible y me acabaron dando la razón. Ahí tuve la tentación de prometer, pero no quise. Puedo decir algo y equivocarme, pero yo no voy a contar una milonga a sabiendas.
caducidad en el congreso
–¿Ver á los Goya?
–Claro. Me da pena que sea con los nominados en casa, pero si todo va bien, estamos en el principio del fin de la pandemia.
–¿Los del cine son unos subvencionados?
–Eso es un mantra que, al igual que el tren litoral, se repite porque nadie se informa. El cine devuelve a la sociedad infinitamente más de lo que la aportación pública le da. Quienes atacan las subvenciones al cine les invitaría a ver 'Zona hostil' sobre las tropas españolas en Afganistán. ¿Estamos a favor o en contra de que se muestre la historia de nuestros soldados? Esa película sin subvención no habría salido y a ese sector que tanto critica las ayudas, esta película le ha gustado. Hay que repetir menos mantras e informarse más. Otra cosa es su evaluación porque donde va el dinero público tiene que ser auditado.
–Muchos políticos reconocen no ver películas y menos las españolas. ¿Cuál fue la última que vio?
–Lo nuevo de Woody Allen y por segunda vez. Antes de la política iba al cine dos veces a la semana y ahora intento, al menos, una. Pero con la pandemia es complicado.
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–¿Con quién del congreso se iría a ver una película?
–Hay gente interesante. Si pudiera, sé que a Iglesias le gusta el cine y aprovecharía para decirle un par de cosas. El ministro de Cultura es muy cinéfilo. En algún discurso le he lanzado frases de películas de Berlanga y él las capta y las devuelve. ¿Sabes quién ve mucho cine?
–¿Quién?
–Albert Rivera. Tenemos contacto permanente y comentamos películas.
–¿Qué filme le recomendaría a Pedro Sánchez?
–Ummmm... Iba a ser zafio, pero no quiero serlo.
–¿Qué ha pensado?
–No, no lo voy a decir. Le recomendaría una serie, 'El ala oeste de la Casa Blanca', para que vea otra forma de hacer política.
–¿Y qué dos cosas le diría al vicepresidente Iglesias?
–Que vea más 'El ala oeste...' que 'House of Cards'. Y que repase en profundidad 'La vida de los otros'.
–Seguimos con Pablo Casado. ¿Qué le invitaría a ver?
–Otra serie, pero española: 'Crematorio'. Habla de la corrupción y financiación de los partidos para que vea donde se puede llegar si no se pone freno y pie en pared con algunas cuestiones. Y no es malo solo para su partido, sino también para España. Además esta serie está protagonizada por Pepe Sáncho en uno de sus últimos grandes papeles. Es espectacular.
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–¿Creía que me iba a decir 'B' sobre Luis Bárcenas?
–No, no he querido.
–¿Y qué película le recomendaría a la jefa, Inés Arrimadas?
–Hablamos hace poco de 'El instante más oscuro' y de cómo el carácter de un hombre, Churchill, sostuvo a Europa en pie. El británico era un hombre inestable, pero fue el hombre perfecto para el tiempo que le tocó vivir. Lo recordamos durante los estados de alarma cuando hubo un momento en el que su aprobación dependió de Ciudadanos. Teníamos solo diez diputados y nos daban por finiquitados, pero de pronto Inés decidió, con mucha valentía, apoyarlo. No estaba de moda apoyar eso, pero sabíamos que era lo correcto. A mi me llamaron hasta terrorista.
–¿Y para Abascal?
–Lo quiero pensar… Ya sé, 'Bréxit', para que vea que sabemos cómo funciona el populismo en las redes sociales y que ya hay guionistas que han contado como trabaja su partido.
–¿Ciudadanos no hace eso?
–Utilizar la información que recabas de las redes para generar un mensaje interesado y conducir a una conclusión preconcebida es muy serio. Crear redes de whatsapp en las que lanzas mensajes intoxicando, normalmente con mentiras, también. Yo no estaría en un partido instalado en la calumnia.
–¿Su paso por política tiene caducidad?
–Por supuesto. Lo tengo que hacer yo y todos los que hemos citado en esta entrevista, porque algunos llevan toda su vida en política, desde Casado a Abascal. Yo llevo cuatro años y no es bueno que alguien considere el ejercicio de la política como una profesión de por vida porque acabas perdiendo la toma de tierra.
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–¿Y se pone fecha?
–Bueno, igual me la ponen antes de tiempo. Me pondría fecha si la política fuera estable, pero ahora no sabes cuando se convocan elecciones y la cosa está muy agitada. Es aventurado decirlo, pero puedo estar en el ecuador de mi vida política.
–¿Cuatro años más?
–No lo tengo escrito, pero hacer hoy planes a más de seis meses es hablar por hablar. Pero habrá un día en que diré: 'Bueno señores, ha sido un honor y una de las cosas más bonitas que he hecho en mi vida, y hasta aquí hemos llegado'. Lo que sí te digo es que dejaré la política como mi trabajo diario, pero nunca dejaré de ser político porque ya lo era antes.
'Grandes batallas en la pantalla. Hollywood y la realidad de la guerra en la Antigüedad', de Guillermo Díaz, Editorial Edaf, España, 2021, 20 euros.
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