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«Yo, como Jesús (Franco), me iré con los pies o con la peineta por delante. Un actor no se retira nunca y yo, sobre todo, soy actriz». Lo dijo y lo cumplió. Aunque antes de lo que ella esperaba. Este martes, día 15 de febrero, se cumple una década del fallecimiento de Lina Romay, la musa imprescindible del cine del Tío Jess, la compañera inseparable de la vida de Jesús. Un tanto monta, monta tanto que los mantuvo ligados hasta el final. Se instalaron en Málaga a mediados de los 90 y aquí se quedaron y rodaron sin parar hasta que un cáncer se llevó en apenas un mes a la actriz y directora. Tenía solo 57 años. Trece meses después fallecía Franco. Con los pies y la peineta también por delante. Un homenaje en el cine Albéniz recordará este martes (19,30 horas) a la actriz con un pase especial de una entrevista inédita de Romay.
«Lina era una navaja multiuso, se había curtido como actriz en el cine de guerrillas, escribía bien y dirigió películas», sostiene el director Kike Mesa, organizador del homenaje y figura clave en la última etapa de la pareja en Málaga. 'Justine' (1979) o 'Celestine' (1974) fueron algunas de las producciones indispensables de la pareja Franco & Romay, que se conoció en un ascensor durante el rodaje de 'La maldición de Frankenstein' (1972). El director no tardó en ofrecerle un pequeño papel en la película. «Para que después digan que no pasan cosas interesantes en los ascensores», apostilla María Rosa Almirall -nombre real de esta catalana nacida en 1954- en la entrevista que se estrena en el Albéniz.
El entendimiento entre actriz y director fue inmediato y, al año siguiente, Romay aparecía al frente de los títulos de crédito de 'El ataque de las vampiras' (1973), con esa imagen icónica de la actriz convertida en condesa y surgiendo de la niebla del bosque con botas, bragas y una capa negra que pronunciaban su piel desnuda y blanquecina en una mezcla de belleza amenazante y atractiva, a la vez. Ese fotograma es el que preside el cartel de la proyección esta tarde de su entrevista con Kike Mesa.
Además de vampira, Lina Romay también fue cazadora de Dráculas, amazona, agente secreto, mujer tarántula, cabaretera, presidiaria, folclórica, musa del destape y del porno, convirtiéndose incluso en la primera directora española de las películas de sexo explícito. Aunque ella rechazaba cualquier mérito por el mero hecho de ser pionera. «Las hice porque me divertían y porque las quería hacer. En este país sacamos los pies de la olla y, como es una mujer, hay que reivindicarla. Hay que reivindicarla si lo haces bien. Que te etiqueten porque eres la primera mujer que ha hecho porno, no me parece bien. El que haya visto mis películas y les guste, pues que me reivindiquen», afirmaba la actriz en la entrevista, mientras fuma sin parar, un hábito que compartía el Tío Jess hasta el punto de que siempre les acompañaba una humareda como si llevaran unos efectos especiales incorporados.
La actriz fue el sustento vital del director de 'Gritos en la noche' y 'Necronomicón', además de su colaboradora más cercana en lo profesional. «Jesús es muy divertido, culto, cariñoso… es Jesús», confesaba la actriz que hizo las películas que le apeteció con otros directores, aunque también dijo que no a muchos proyectos por participar en las producciones de Franco. «Si no quise hacerlas no puedo quejarme ahora y además me gusta mucho trabajar con Jesús», afirma la actriz que dejó más de un centenar de películas con su nombre en los títulos de crédito. Y alguna filmación inédita como ésta que se estrena en el Albéniz y en el que se confiesa en primera persona.
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