Cuando el cine se volvió a quedar mudo

El propio Artacho no había vuelto a pisar el cine desde aquel viernes de marzo en el que vino a trabajar con una sensación extraña que se confirmó a lo largo de la mañana cuando la suspensión de proyecciones se generalizó en las salas de toda España hasta nuevo aviso. «La mayor parte de la plantilla no llegó a venir ya ese día», añade el responsable de la cartelera que ha vuelto a pisar el Albéniz tras la petición de SUR de volver al cine para comprobar como el coronavirus detuvo el tiempo en el interior de este templo de la gran pantalla. Al fondo, la barra del bar parece uno de esos locales en el que buscar algo de comer en una película apocalíptica, mientras que al pasar por la taquilla se ve que hace tiempo que se echa de menos a los espectadores.

Por las salas todavía se ven algunos de los títulos que se proyectaban cuando se paró el mundo. Antonio de la Torre estaba instalado con 'El Plan' en la sala 1, mientras que en la 3 compartían pantalla las chicas que no quieren ser 'Invisibles' con los 'Parásitos' coreanos que hicieron historia en los Oscar. Aunque ahora esas imágenes del triunfo de Bong Joon-ho con más estatuillas que manos para agarrarlas parecen de otra época. Como si hubiera pasado una eternidad. Pero son solo de febrero. «Las distribuidoras nos han garantizado que cuando volvamos tendremos títulos suficientes, aunque también podríamos recuperar algunas de estas películas porque algunas de ellas solo estuvieron una semana en cartelera», relata Juan Luis Artacho, que precisamente nos lleva a una sala para explicarnos los protocolos que han ensayado en función del aforo permitido según la fecha de la reapertura.

Todavía existe mucha «rumorología» sobre la fecha definitiva de la reapertura de los cines, aunque en el Albéniz ya están preparados para cualquier escenario. «Trabajamos con el Teatro Cervantes –también de propiedad municipal– tanto para implantar la reducción a un tercio del aforo, que se traduciría a dos butacas libres por una ocupada, como para la fase en la que se pueda ampliar la asistencia a la mitad de las localidades, es decir, una vacía y una disponible de forma alternativa», explica Artacho, que añade que el principal criterio con el que trabajan es el de la seguridad de los espectadores y el personal de sala, por lo que se «evitará al máximo el contacto, se favorecerá la venta de entradas on line, se facilitará hidrogel para el público y se impondrá la limpieza exhaustiva y desinfección de las salas tras cada proyección, lo que llevará más tiempo y puede que tengamos que suprimir algún pase al día».

Una de las incógnitas será la mascarilla. «Estamos trabajando con la máxima protección y la plantilla la llevará. En cuanto al público, ahora mismo solo es obligatoria en el transporte público, aunque lo importante será que los espectadores se sientan seguros», señala el responsable de la cartelera del Albéniz, que añade que ahora mismo será una decisión del asistente, aunque ver una película con mascarilla tal vez no resulte del todo cómodo. Mientras hablamos de seguridad y confianza subimos a la cabina principal, una galería que recorre la primera planta y donde se sitúan los proyectores de tres de las cuatro salas del Albéniz, que pueden exhibir tanto el sistema tradicional de 35mm como el digital DCP. Allí está Fernando Ramírez, responsable de audiovisuales del cine, que también ha venido para realizar labores de mantenimiento. «Las máquinas hay que encenderlas de vez en cuando como los coches cuando llevan mucho tiempo parados», explica de forma gráfica el encargado de cabina y proyecciones.

Una pizarra recuerda las películas que se proyectaban en cada sala aquel viernes 13 en el que el cine quedó también confinado y mudo. Entonces nadie pensaba aún que la película de nuestra vida iba a vivir un corte tan largo(metraje). Y que la vuelta iba a ser tan diferente. «Recuperar la normalidad llegará paso a paso y tendremos que esperar a la vacuna», resuelve Artacho que, no obstante, tiene claro que el público volverá a los cines. «Ver películas en casa está bien, pero no nos engañemos; es un placebo que no se puede comparar con esto», afirma mientras señala con la cabeza la ventana de la cabina por la que se ve la gran pantalla. Además el Albéniz cuenta con un público muy fiel, habitualmente maduro, aunque Artacho asegura que en los últimos años han aumentado los espectadores veinteañeros y treinteañeros. «Y en estos dos meses hemos recibido muchos mensajes de ánimo que nos dicen que, en cuanto abramos, 'allí estaremos'», revela el programador, al que un cartel de una película a su espalda parece darle la razón: 'Lo mejor está por llegar'.