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Ray Harryhausen, durante la entrevista, con una de las maquetas de 'Jasón y los argonautas'. Yedalamo
Bienvenido Mr. Harryhausen
Diario de Verano

Bienvenido Mr. Harryhausen

La entrevista más loca de mi vida se la hice a este mito de Hollywood que se vino a vivir a Estepona. Pero él no necesitaba un periodista, sino un fontanero

Domingo, 25 de agosto 2024, 00:23

Fue un soplo. No me acuerdo de quien. «Ray Harryhausen vive en la Costa». Probablemente, el nombre no le suene, pero a mí se me puso cara de niño delante de la pantalla. Esa que en los veranos de los 80 convertía el patio trasero de casa en un cine de verano de proyecciones Súper 8. Además de la familia, venían los amigos, después los amigos de los amigos… hasta acabar apuntándose medio Los Álamos, ese rincón de Torremolinos que entonces solo se llenaba en vacaciones. En invierno parecía un poblado del Oeste. No recuerdo si Ray hizo algún 'western', pero sí que vi en aquella pantalla cómo su mítico ejército de esqueletos de 'Jasón y los argonautas' resucitaba el cine fantástico que se quedaba en los huesos. Sin sus criaturas F/X, no habría existido 'La guerra de las galaxias' (George Lucas dixit).

Había que entrevistarlo sí o sí. Estamos hablando de hace más de veinte años y lo aconsejable entonces era el método 'Terminator'. No, no tuve que disparar a nadie. Fue tan sencillo como hoy imposible: buscar en la guía de teléfonos el apellido de mi víctima. Si llega a llamarse García este relato no lo estaría escribiendo, pero, ¡oh, cielos!, había un Harryhausen en Estepona. De nombre «Ray» –¿o era Raymond?– y un teléfono que comenzaba por «952». Benditas Páginas Blancas de cuando la protección de datos no existía ni como concepto. Allí comenzó la entrevista más inolvidable de mi vida. Y surrealista. Y mitómana. Y berlanguiana.

Ray Harryhausen, padre del 'stop motion' y maestro del fantástico. en su trono de mimbre de su casa en Estepona. Yedalamo

Al descolgar el teléfono, tenía la esperanza de que el español de don Raimundo fuera mejor que mi inglés nivel EGB. No tuve suerte. Y tras darle la bienvenida a Mister Harryhausen, lo que siguió fue un diálogo de besugos. Uno que trataba de concertar una entrevista y otro que pensaba que lo llamaba el fontanero para arreglarle la caldera. Al final, le expliqué como pude que no tenía ni idea de grifos, pero encontré la llave de paso para cumplir mi misión: me ofrecí a llamar al técnico en su nombre. Y me citó al día siguiente.

Si llega a llamarse García este relato no lo estaría escribiendo, pero, ¡oh, cielos!, había un Harryhausen en la guía de teléfonos de Estepona

Ding, dong y en Estepona me planté. Me abrió un hombre altísimo, que calzaba 82 años, rostro encantador y una camisa estampada que a la legua decía 'guiri'. Y sin darme tiempo a abrir la boca me espetó: «Are you the plumber?». A punto estuve de decirle que sí para no decepcionarle. Le confesé que solo era el «journalist». Del entusiasmo pasó a un educado «come in». La coqueta residencia era un chalet setentero en una lujosa urbanización que la memoria ha borrado, aunque recuerdo los carteles de cine y toros en las paredes. Y sobre la chimenea, uno de aquellos esqueletos que atormentaron a Jasón y me ilusionaron de niño. Nos sentamos. Él, en una gran silla de mimbre con pinta de Trono de Hierro. Yo, hundido en el sofá. Pero antes de abrir la boca, volvió a sonar el ding dong. Esta vez sí era el fontanero. Con un inglés todavía más precario que el mío. Así que, por primera y única vez, interpreté el papel de traductor. Delante de una caldera y con más entrega que brillantez. Pero arreglé –arreglamos– el dichoso termo y el entuerto. Hasta le pasé las herramientas.

Con el agua caliente ya corriendo por mis venas, nos sentamos. Y por fin hablamos de cine. Me contó lo que le impresionó de joven 'King Kong', de la rivalidad entre sus dinosaurios y Rachel Welch, del rodaje en el Torcal de 'Furia de Titanes', del Oscar y de su amistad prehistórica con su tocayo Ray Bradbury.

Me imagino lo que le debió contar a su pareja después de nuestro encuentro.

–Ha venido un periodista, pero tenía pinta de fontanero.

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