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«¡Qué bien se está aquí! ¡Qué bien estar en casa!», exclama nada más empezar la charla, minutos después de poner un pie en Málaga. Belén Cuesta vuelve con su nuevo trabajo, 'La trinchera infinita' (estreno el 31 de octubre), una película sobre ... las víctimas invisibles de la guerra, sobre aquellos que vivieron escondidos durante años por temor a las represalias del régimen franquista. «Era una cuestión de justicia», dice al mismo tiempo que todos los canales de televisión retransmiten la exhumación de Franco del Valle de los Caídos. Aitor Arregi, Jon Garaño y José Mari Goenaga, los directores de las aclamadas 'Loreak' y 'Handia', le confían a ella el papel de Rosa, la mujer del 'topo'. Un rol que se llevó el aplauso de San Sebastián y que coloca su nombre en la carrera por el Goya. Quién sabe si lo recogerá en casa. Tras mostrar su vis cómica en éxitos de audiencia como 'Paquita Salas' y 'La llamada', Belén Cuesta reclama aquí un lugar en el drama. Este jueves la malagueña se reencontró con parte del equipo en el preestreno de la película en los cines Yelmo Plaza Mayor.
–'La trinchera infinita' es una película dura de ver por la historia que cuenta y ese ambiente claustrofóbico que muestra. ¿También fue difícil de hacer?
–Sí fue difícil, pero ha sido también muy interesante de hacer. Contar la historia de estos personajes durante tantos años y tener presente la historia de ellos según va pasando el tiempo ha sido muy enriquecedor como actriz. Pero sí, ha habido momentos más complejos de rodar.
–¿Conocía la existencia de estos 'topos' durante el franquismo o ha sido una revelación?
–Honestamente, conocía bien poco. Y cuando me llegó el guión con libros y material para documentarnos descubrí la historia de Manuel Cortés, el que fue alcalde de Mijas. Siempre digo que desde Fuengirola, desde la casa de mis padres, veo Mijas y yo desconocía esta historia. Me hizo sentir un poco mal... Y era otro de los motivos para querer contar la historia de esta gente que no ha sido tan conocida. La prensa no les dio el hueco que se merecían, se les tachó de cobardes. En Benaque, también en Málaga, hubo dos hermanos que estuvieron más de 20 años sin verse viviendo muy cerca, cada uno en su casa con su mujer. Era una cuestión de justicia.
–¿Le sorprendió que pensaran en usted para el papel de Rosa?
–Más que sorprenderme me agradó muchísimo. Me puse muy contenta. Cuando hice la segunda prueba con Antonio era algo que casi no me podía creer, pero yo tenía tantas ganas de contar esta historia y de poder trabajar con ellos... Y al final salió.
–Después del éxito de 'Paquita Salas' y 'La llamada', ¿temía estar encasillada en la comedia y que no se atrevieran a contar con usted para un papel dramático?
–Eso es lo que pasa. Afortunadamente ellos han sido directores que confían en los actores más allá de lo que hayan visto. Miedo a encasillarme no tengo, pero como actriz lo que me gusta es poder probarme en diferentes historias y en diferentes registros. Afortunadamente, ellos me dieron esta opción.
–Porque, además, cuando estudiaba en la ESAD la comedia no era lo que más le atraía...
–Cuando estudiaba en la ESAD de Málaga, aunque haya humor, siempre lo que más se hace es teatro isabelino, siglo de oro, tragedia griega.. Fue ya estando en Madrid cuando tuve más opción de trabajar este registro.
–¿Ha escuchado muchos 'noes' antes de llegar hasta aquí?
–Sí hombre, claro, muchos, muchos. Forma parte de esto. Pero he escuchado también unos cuantos 'sí'.
–¿Cómo se hace para que no afecte a la autoestima?
–Cuando hay un proyecto que te apetece mucho o que crees que tú puedes hacer, pues sí que escuece un poco más; pero hay veces que vamos a hacer pruebas o nos llegan proyectos en los que nosotros mismos no nos vemos. Te lo tienes que tomar como lo que es... Pero también hay que aprender cómo funciona esto.
–En sus tiempos de cajera y camarera, ¿nunca flaqueó la vocación?
–Sí que pensé en dejar Madrid porque era difícil mantenerse ahí. Al final durante muchos años de mi vida trabajé de otras cosas para comer o pagarme el piso, pero siempre hacía teatro de alguna manera, aunque acabase tardísimo por la noche o tuviera que cogerme un autobús a no sé dónde. Siempre mantuve el contacto con el teatro, que era lo que me llenaba.
–¿Cómo ha sido trabajar con un paisano como Antonio de la Torre?
–Maravilloso, porque Antonio es sin duda el mejor actor que hay. Verle trabajar es una suerte. No lo hay más detallista ni más minucioso. Para mí el secreto de que alguien sea bueno es eso, que cuide y esté muy atento a lo que hace. Es un gusto verle trabajar y una suerte haber podido estar mirando a los ojos a Antonio. Un maravilloso compañero.
–¿El papel de Rosa vale un Goya?
–No lo sé, eso no lo decido yo, pero lo que sí vale la pena es que la gente vaya a conocer esta historia, que es el reflejo de la historia de muchos.
–¿Se imagina recoger el Goya en Málaga?
–No lo quiero ni pensar. Quiero estar ahí porque estoy en casa. De una manera u otra, a los Goya iremos porque ya que se hacen en Málaga habrá que ir, pero no hay que pensar en eso, todavía no.
–Ayer anunciaron el Goya de honor a Pepa Flores.
–¡Sí! Y me hizo ilusión, ¡qué bonito! Yo es que vivía además muy cerca. Cuando estudiaba en Málaga y vivía en la Malagueta me decían siempre 'ahí vive Pepa Flores', y estaba yo pendiente a ver si la veía (ríe). Me parece que es justísimo, qué honor y qué orgullo. De lo mejor que tenemos es Pepa.
–Esta gala promete tener mucho malagueñismo...
–Todos los malagueños queremos estar, claro que sí.
–'La trinchera infinita' llegará a las carteleras poco después de 'Mientras dure la guerra'. ¿Qué está pasando para que el cine vuelva a mirar hacia ese tiempo de España?
–Quedan muchas historias por contar, infinitas. Nunca está de más recordar quiénes somos y de dónde venimos. Todo lo que sea conocer y saber es fundamental, es una de las labores del cine.
–Durante un tiempo, ese cine parecía estar denostado y se criticaba que se hiciera «otra película de guerra».
–Lo que pasa es que me gustaría aclarar que 'La trinchera' no es una película sobre la guerra; es la historia de cómo dejó marcada la guerra a un matrimonio, que podrían ser mis abuelos. Va más allá. Pero es verdad que a veces la gente está cansada y es triste eso también.
–Es curioso que el preestreno en Málaga coincide con la exhumación de Franco. Parece un acto de justicia poética.
–Un poco sí, ¿no? Es curioso cuanto menos.
–¿Es de las que opina que ya era hora o cree que era mejor dejar las cosas como estaban?
–Pienso que había que hacerlo y que habría que haberlo hecho hace tiempo, pero es mi opinión personal.
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