Belén Cuesta: «Todavía miro el Goya para saber que es verdad»

–Tras los Goya, nos quedamos con las ganas de hablar con usted. ¿Qué pasó?

–Fue un poco locura. Fui a saludar a mis padres porque están mayores y se iban, y luego iba a volver. Pero ellos estaban fuera (del Martín Carpena) y al final no volvimos a entrar. Me supo mal porque yo quería hablar con la prensa.

–Déjeme decirle que esto que le pasó es muy Paquita Salas y se lo tiene que contar a los Javis.

–Ja, ja, es verdad, seguro que le sacan punta.

–Vayamos al día de autos. Su premio no estaba claro porque Marta Nieto también pujaba con fuerza.

–Yo estaba más en el no que en el sí. Todas se lo merecían y venían además premiadísimas. A los amigos les dije que esperaba que no me lo dieran. Pero cuando nos nombraron a las cuatro nominadas, no te quiero contar el pellizco. Por eso cuando dicen tu nombre, casi no te enteras y es como si algo te empujara a subir. Me cuesta acordarme de lo que pasó. Y eso que somos actores y estamos acostumbrados, pero los Goya es diferente.

–Dijo que Rosa era papel de su «vida». ¿Llevaba tiempo esperando esta oportunidad?

–Nunca he esperado que me llegara, sino que he ido día a día. Pero es verdad que ha sido un trabajo importante por lo que he aprendido y por conocer las vidas duras de los personajes. Y por haber trabajado con tiempo, con calma… el proceso lo voy a guardar con mucho cariño.

–¿Tomó algún referente cercano para crear a Rosa?

–El guion de 'La trinchera infinita' estaba escrito muy bonito, pero a veces no tenía ese lenguaje de Andalucía. Yo me he criado en Fuengirola y tampoco tenía ese lengua de la sierra de 1936, pero tanto Antonio (de la Torre) como yo hemos intentado tomar expresiones de pueblo de gente más mayor para crear unos personajes que fueran los más honestos posibles.

–La sorpresa de la película fue su actuación. ¿Era consciente?

–Para nada. Yo miraba Antonio, porque es increíble verle currar. Lo que pasa es que con unos directores y un compañero de tanto talento, una intenta estar a la altura.

–¿Se ha quitado la etiqueta de actriz cómica?

–No lo sé. Es verdad que me han conocido por la comedia, pero cuando estudiaba en la ESAD en Málaga, lo que menos hacía era humor. No me considero una actriz de comedia, pero me encanta hacerla. Me resulta complicadísimo y dificilísimo, pero me entusiasma. Como actriz me gusta probar cosas, historias diferentes más que géneros diferentes.

–Bueno, ¿a qué sabe el Goya?

–Pues todavía no lo sé. Todavía lo miro para saber que es verdad y ha pasado. Tengo el sabor de algo bonito y la alegría de mi familia. Y más en Málaga, lo que fue especialmente emotivo. Pero todavía lo estoy digiriendo.

–¿Donde tiene la estatuilla?

–Pues lo tengo ahora mismo en una cómoda en mi cuarto. No le he buscado un sitio todavía, pero lo veo a gusto allí...

–¿Piensa que hay un antes y un después?

–Un después siempre hay. Ahora estoy rodando con Cesc Gay y Javier Cámara, con los que jamás pensé que trabajaría. En esta profesión lo más real es la incertidumbre.

–¿Por qué la comedia puede ser popular pero no premiable?

–Esto sí que me duele porque es el género más difícil de hacer y hay muchos compañeros buenísimos. Pero no sé porque no se premia. Estoy a favor de que el galardón de mejor película se divida en drama y comedia, porque en este país hacemos películas maravillosas y cuesta que se premie el humor.

–Su galardón fue el que salvó la noche a 'La trinchera infinita'.

–Esperaba más premios para las 15 nominaciones de la película, porque han hecho un trabajo técnico fundamental y necesario, comenzando por el sonido que también lo ganó. No te digo el de maquillaje y vestuario que nos han ayudado tanto a contar esos 33 años de los protagonistas.

–Fue también la noche de Marisol. ¿Esperaba que recogiese el Goya de Honor?

–Como todos, esperé a ver si aparecía o no. La he seguido desde pequeña y cuando estudié en la ESAD, me dijeron donde vivía y deseaba encontrármela un día por la calle. Y entiendo que no haya ido y lo respeto. Pero da igual porque seguirá siendo siempre un icono.

–Dos malagueños con el Goya en Málaga. ¿Le deseó suerte a Banderas para el Oscar?

–Casi no nos vimos. Actuó al final de la gala, por lo que llegó corriendo a la foto de familia. Cruzamos dos palabras y después no lo vi, pero tengo admiración absoluta y apuesto por él porque juega en la primera liga.

–¿Y sus titas estarán encantadas de que las nombrara en el discurso?

–Es que tanto por parte de madre como de padre tengo solo tías. Me he criado en una familia de mujeres maravillosas y las tenía que nombrar.

–Tampoco se olvidó de los compañeros de la escuela de la ESAD.

–Es que allí pasé mis mejores años, los más divertidos. Esa época siempre se ven con cariño y además son mis mejores amigos del alma, así que tenía que celebrarlo con ellos.

–La gala ha tenido críticas. ¿Cómo lo vivió?

–Pues a mí me pareció maravillosa, ja , ja. Los Goya son largos, pero se me pasó superrápido. Yo sentí un poco de frío al final, pero el sonido me pareció que se escuchaba genial y la gala me pareció entretenidísima, y además soy muy fan de Silvia Abril y Buenafuente. Y el escenario del Carpena me encantó porque era más amplio que otros años.

–Y después del subidón. ¿Ahora qué?

–Pues rodando en Barcelona 'Sentimental', una adaptación de Cesc Gay de 'Los vecinos de arriba'. Son dos parejas que quedan a cenar y ahí salen temas incómodos para todos. Vuelvo a la comedia y es una maravilla.

–También suena a humor su filme 'Hasta que la boda nos separe', que se estrena el día de los enamorados.

–Sí, el 14 de febrero, un día muy bonito y más para una comedia romántica. Es una peli muy divertida, pero también tiene su lado canalla.

–¿La veremos por el Festival de Málaga?

–Me encantaría, porque voy desde que estudiaba allí, pero no tengo película. Quiero ir, así que lo dejo dicho...