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Fue tal día como hoy, 19 de septiembre. Aunque no fue jueves, sino sábado. Un fin de semana que acabó siendo cualquier cosa menos tranquilo en la comisaría de Málaga. La razón fue la ilustre 'visita' del archifamoso e indomable Frank Sinatra. Esta vez, de nada le sirvió su escolta, sus airadas protestas y sus amenazas para que le pusieran al teléfono al embajador de EE UU en España. Acabó detenido y llevado al cuartelillo. Eso sí, sin dramatizar. Ni pisó los calabozos ni lo llegaron a condenar. Todo quedó en un arresto, una declaración y una sanción que fueron suficientes para dar la vuelta al mundo en los teletipos. Al día siguiente, fue la primera página de SUR y de numerosos periódicos que no se resistieron a titular: «Sinatra, multado con 25.000 pesetas».
El guion de esta película sin final feliz comenzó apenas unos días antes, el miércoles 16 de septiembre, cuando el ganador del Oscar por 'De aquí a la eternidad' (1953) aterrizó en el Aeropuerto de Málaga en su propio jet privado, lo nunca visto por entonces por estos lares. Lo recogió un Cadillac matrícula de Gibraltar y puso rumbo a una suite del lujoso hotel Pez Espada de Torremolinos. Allí se hospedaría mientras rodaba 'El coronel von Ryan' en localizaciones naturales del Chorro y el Caminito del Rey, a donde llegaba cada día en helicóptero. Como en esta cinta bélica, el actor llegó con las pistolas cargadas, pero el tiro le salió por la culata cuando bajó a la parrilla del hotel, donde no tardó en protagonizar un incidente con un periodista y una actriz en ciernes.
Aquel escándalo solo fue el resultado de una historia que ya empezó mal antes de empezar a rodar. Desde que al director Mark Robson le dijeron que Von Sinatra encarnaría al protagonista de la película. Sabiendo la que se le venía encima, el cineasta trató de contratar a William Holden, que además estaba disponible. Pero el productor Darryl Zanuck quería a la estrella italoamericana. Un empeño que el cineasta no comprendía, aunque si llega a conocer la escena del caballo de la película 'El Padrino' -estrenada más de un lustro después- tal vez hubiera entendido mejor la decisión de su productor.
Y, efectivamente, el rodaje se convirtió en una batalla campal. Sinatra hizo, deshizo y hasta propuso cambiar el final de la película, lo que colmó la paciencia del director canadiense. Robson quiso buscar artillería para enfrentarse a su íntimo enemigo y envió un informe a la Fox relatando la situación y el sobrecoste que provocaría, así como la actitud «ofensiva» del actor con el propio cineasta. Lo que no esperaba el director Mark Robson es que, en esa guerra detrás de las cámaras, los productores que le habían impuesto el enemigo en casa, cambiasen de bando y le contestaran que las única estrella que brillaba en la película no eran la de su generalato, sino la del coronel Sinatra.
No obstante, esa carta blanca de Hollywood no le iba a valer al actor y cantante con las autoridades españolas. Amigos hizo pocos en el rodaje. Lo más positivo fue su flirteo con una de las actrices del reparto, una jovencísima Raffaela Carrá, que se dejó querer, pero que acabó dándole calabazas a su seductor compañero. Tampoco guardó un buen recuerdo de la estrella el director artístico y ganador del Oscar Gil Parrondo, que no disimuló su experiencia: «Sinatra era un ególatra, de trato difícil, menos para los camareros a los que marcaba el paso dándoles 100 pesetas de propina».
No sabemos si le dio tiempo a soltar alguna gratificación a los que le sirvieron en la parrilla del Pez Espada, porque la situación no tardó en desmadrarse. El intérprete se acercó a la terraza y allí lo abordó una actriz cubana. Todo normal hasta que el fotógrafo del diario 'Pueblo', J. F. Avellaneda, sacó su cámara y retrató a Frankie con su momentánea pareja. Entonces, un vaso voló y se produjo una gran altercado entre el artista, sus guardaespaldas, la chica y el reportero, que acabó con denuncia de este último en comisaría contra la estrella de Hollywood.
Al día siguiente, la policía acudió al hotel a tomar declaración al actor, pero Sinatra se negó a hablar con ellos y se encerró en su habitación. En unos manuscritos de un testigo que guardaba el hotel Pez Espada en su caja fuerte, se narraba como Sinatra exigió hablar con el embajador, maldijo a los agentes por tratarlo como un «criminal» y comparó a la policía española con la «Gestapo». El director de producción, Eduardo García Maroto, contó en sus memorias que intermedió con las autoridades para evitar que el escándalo fuera a mayores y que permitiesen al actor terminar el rodaje en El Chorro. Al concluir, el actor declararía. La policía aceptó, pero no olvidó. Cuando volvía del rodaje el sábado, lo detuvieron antes de que dijera esta voz es mía.
Al actor lo multaron con 25.000 pesetas por desacato a la autoridad -el incidente con la supuesta actriz y el fotógrafo quedó en nada, ya que todo apuntaba a que el norteamericano fue objeto de una encerrona- y, tras pagar la sanción, lo llevaron directamente el aeropuerto de Málaga, donde lo subieron al primera avión que salía de España. Se fue huyendo vía París. Curiosa paradoja. Sinatra vino a Málaga para rodar la escena en la que escapaba de los nazis, pero acabó repitiendo la toma en la vida real. Superando a la ficción, con escándalo incluido y con una frase para la memoria: «Nunca volveré a este maldito país».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Ignacio Lillo | Málaga
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