La belleza es de esos valores que no pasan de moda. Su canon está marcado por el atractivo físico, el envoltorio, lo superficial. Pero también hay una hermosura más oculta, menos evidente y que no sale en las fotos, porque va por dentro. A Amparo ... Muñoz (Málaga, 1954-2011) le sobraba de la primera. La suya tenía título oficial y todo: Miss Universo 1974. Pero los que la conocieron suelen acabar hablando de su otra belleza, la interior, la de una mujer familiar, generosa y cercana que siempre se levantó cuando la vida le golpeó una y otra vez e intentó que la guapa que llevaba por fuera no se adueñara de la mujer que llevaba por dentro. La muerte, como muchos de los que la rodearon, le cogió a traición y a destiempo a los 56 años. El próximo sábado 27 se cumple el décimo aniversario de su fallecimiento y su figura vuelve a estar de plena actualidad con una nueva biografía y una serie que lleva la firma de Los Javis inspirada en la actriz y miss. De su vida se repitieron muchos clichés, incorrecciones y no pocas mentiras. Y aunque su adiós fue prematuro, tuvo tiempo de despedirse y dejar por escrito su versión de los hechos en 'La vida es el precio'. Revelador título en el que afrontó equivocaciones y aciertos para explicar que vivió penas, pero también alegrías: «Lo que quiero contar es que mi vida no ha sido una mierda».
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Y eso fue precisamente lo que le dijo Amparo Muñoz al periodista y escritor Miguel Fernández cuando ambos se citaron una tarde en un bar de novela de Antonio Soler, Rey Pelé, en la calle Eugenio Gross. Entre sorbos de vodka con naranja, ella, y de café, él, hablaron del libro de memorias que ella quería publicar. Al autor lo habían llamado de «rebote» de la editorial para que ayudara a la actriz con el volumen, aunque le avisaron de que no se había entendido con los autores que le precedieron. «No te hagas ilusiones que te va a despedir», le advirtieron a Fernández. «Pero nos entendimos desde el minuto uno». Y a aquella tarde le sucedieron muchas más. «Pese a los muchos golpes que recibió, en absoluto me encontré con una persona rencorosa, porque lo primero que me dijo es que no quería hacer un ajuste de cuentas con nadie», relata el biógrafo, que fue el colaborador necesario de aquel ejercicio de memoria en el que la actriz afrontó tanto sus películas como sus relaciones, incluyendo su matrimonio en 1976 con Patxi Andión, su primer marido.
Y aunque no ocultó que vivieron un «infierno» y que el cantante la quería en casa, no cargó las tintas contra su ex, sino que compartió culpas al reconocer que ambos tenían un carácter fuerte, se querían comer el mundo y protagonizaron un choque de trenes. Para entonces, Amparo Muñoz ya había encadenado el título de Miss Costa del Sol y Miss España 1973, que le dio el pasaporte a Manila para conquistar Miss Universo 1974. Su belleza era deslumbrante, porque además tenía fotogenia. Pero ella tenía en la cabeza otras cámaras, las de cine. Por eso dijo basta, renunció a su reinado, que también era una jaula de oro ya que como apunta Miguel Fernández la ganadora quedaba «esclavizada» por los organizadores del concurso. Algo contra lo que esta mujer de carácter se revolvió.
«Mi hermana alcanzó la gloria como Miss, pero lo que más le gustaba era su trabajo de actriz», cuenta a SUR Pedro Muñoz, hermano de la intérprete, cuya huella sigue estando viva en la familia. «Era una mujer alegre que siempre daba ánimos a los demás, esa era nuestra Amparo, nada que ver con el personaje que los medios fabricaron», relata Pedro, que vivió con su hermana mayor en Madrid a finales de los 70 y los 80, cuando ella tuvo una relación con Elías Querejeta, con el que además de estabilidad, logró dejar atrás su etapa de cine menor -sobre todo destape- y lanzar su carrera a las órdenes de Carlos Saura, Jaime Chávarri y Pilar Miró.
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«Los libros llegaron a su vida con Elías, que fue su gran protector», rememora Miguel Fernández, que destaca el papel fundamental que el padre de Amparo, Manuel Muñoz, tuvo en su vida hasta el punto de que ella siempre buscó ese referente en sus parejas. Aunque sin suerte. «Cuando le confesó a su familia que era adicta a la droga, Manuel se encerró con ella para pasar el síndrome de abstinencia y después se la trajo a Málaga. Ella lo veneraba», cuenta el biógrafo, que publicará en junio 'La vida rota', en el que contará su propia visión del personaje.
«Tengo la teoría de que ella vivió una espiral en la que a cada triunfo le correspondía un fracaso; a cada ascenso, una caída y, a cada intento de superación, le pedían un paso más en su cosificación como mujer», sostiene Fernández, que asegura que muchos de los que rondaron a la actriz se aprovecharon de su belleza y fama. A lo que se unió la publicación de escándalos. Sin contar las mentiras e incorrecciones repetidas una y mil veces. Comenzando por algo tan aparentemente inofensivo como su presunto nacimiento en Vélez en lugar de la calle Alcalde Ronquillo de Miraflores de los Ángeles de Málaga. Hasta la Wikipedia afirma diez años después de su muerte que su origen está en la Axarquía, algo que se encargará de desmentir su próxima biografía con la partida de nacimiento.
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1954, los comienzos: Amparo Muñoz Quesada nace en Málaga. Primogénita de una familia de seis hermanos, estudió bachillerato, mecanografía y taquigrafía y muy joven empieza a trabajar como secretaria.
1973, primer título: En julio, en Vélez-Málaga, Muñoz se corona Miss Costa del Sol, logrando después el título de Miss España. Quedó segunda en el certamen de Miss Europa, por detrás de la holandesa Ank Groot.
1974, triunfo mundial: Se convierte en la primera y única española en lograr el título de Miss Universo, en un concurso celebrado en Filipinas. Seis meses después, renuncia al galardón, a la vez que empieza su carrera en el cine con 'Vida conyugal sana' y 'Tocata y fuga de Lolita'
1975, actriz: Continúa sumando títulos , aunque de poca calidad, como, 'Clara es el precio' (1975), 'Volvoreta' o 'Mauricio, mon amour' (1976). Casi siempre, se trata de cintas del 'cine del destape' de la época. Al año siguiente se casa con el también actor Patxi Andión.
1979, cambio de rumbo: Estrena la película de Carlos Saura 'Mamá cumple cien años', junto a Geraldine Chaplin, Fernando Fernán-Gómez y Rafaela Aparicio. El filme es nominado al Oscar y la celebrada interpretación de la malagueña es reconocida con premio en el Festival de Bruselas. Al año siguiente participará en 'Dedicatoria', de Jaime Chávarri, con la que concursaría en la sección oficial del Festival de Cannes.
1982, declive: Trabaja a las órdenes de Pilar Miró en 'Hablamos esta noche', pero comienza un declive que la lleva a participar en series de televisión, como 'Vida privada' o 'Brigada central'. Se marcha a vivir a México y se casa con el chileno Flavio Labarca, que la introdujo en la droga, «aunque uno se mete en eso porque quiere», reconoció la propia Amparo.
1996, nueva etapa dorada: Tras dejar atrás su crisis personal, la ópera prima de Fernando León de Aranoa, 'Familia', la devuelve a la primera línea y vive a su madurez una nueva época dorada. Pero poco después le diagnostican una enfermedad que hará que en 2002/03 vuelva a Málaga. A su refugio. En 2005, publica 'La vida es el precio', las memorias en las que contó su agitada vida desde su verdad.
Ahí arrancó una constante en su vida. Con capítulos tan amargos como aquella portada de un periódico que en 1990 aseguró que padecía sida en plena psicosis de esta desconocida enfermedad. «Hoy en día no se publicaría nada de eso como hemos visto con la covid, pero además era mentira», reflexiona Fernández, que asegura que «con ella fallaron las personas, pero también el sistema». «He pagado un precio muy alto por todo lo que he hecho... y por lo que no he hecho, también», se lamentó la propia Amparo. La intérprete había regresado a Málaga en torno a 2003 cuando le diagnosticaron una enfermedad que nunca quiso hacer pública y se fue sin el reconocimiento de su propia ciudad.
«No tuvo su lugar, pese a que ella puso a Málaga en el mapa mundial cuando ganó Miss Universo», apunta su paisana y también actriz y miss España, Remedios Cervantes, que no oculta que Muñoz fue su referente. Su tesis la comparte su biógrafo, que lamenta el desamparo de Amparo en su propia ciudad. Ni una calle la recuerda. Su única alegría fue ese libro que ella dejó escrito por mano de Fernández, el cual descubre que, como ya entonces estaba enferma y no veía bien, el propio autor se lo leyó en voz alta cuando le puso el punto final. «Me dio un beso y me dijo: 'Así es como yo quería contarlo'», rememora el autor, que vio rejuvenecer a la actriz con la promoción de aquel volumen. Se crecía ante la cámara, mostrando esa fotogenia natural que, en realidad, le manaba de dentro. Esa eterna belleza es su legado. Y regresa en este décimo aniversario con libros y series. E incluso con una exposición que prepara su hermano Pedro. En casa guarda una «maleta de fotos» que está deseando abrir.
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