Al que haya encontrado la localización es para nominarlo a los Goya. Ni Google sabe llevarte si no tienes coordenadas. Cuando se acaba el asfalto empiezan un camino de gravilla que se va haciendo gravoso. Rocoso, más bien. Tras sortear baches, acertar en un cruce desierto y recorrer otra apedreada recta interminable que parece llevarte al kilómetro cero de ninguna parte, se recorta por fin una construcción blanca en lo alto de una loma. Y aunque la imagen tiembla por el traqueteo del coche poco a poco va imponiéndose en el paisaje mostrando las hechuras de un cortijo imponente, a la vez que solitario y crepuscular. En el improbable caso de que Hitchcock hubiera pasado por este secarral antequerano bien podría haber descubierto su casa de 'Psicosis'. En su lugar, un discípulo confeso, Enrique García, sí que ha encontrado lo que buscaba para 'La mancha negra', un oscuro 'thriller' rural que tiene ambientación lorquiana a lo 'casa de Bernarda Alba' con espíritu de misterio familiar a lo Agatha Christie. Aunque ahora que vemos el rodaje –la filmación ha concluido esta semana–, otra referencia se cruza por el camino: ese sabor a la Andalucía profunda y miserable de 'La isla mínima'.
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El sol aprieta y es el único que nos da la bienvenida al llegar. Esto tenía que estar lleno de gente, pero no se ve una cámara. En el zaguán surge un surtidor de gasolina regordete y antiguo. Está fuera de sitio pero el artefacto usado en alguna escena de carretera y depositado allí delata que la película se ambienta en 1971. Concretamente, en Aljarria. Así se denomina la localidad del filme, que tampoco está en Google, pero representa toda aquella España que atravesó el túnel del franquismo.
Director Enrique García
Producción Dylan Moreno para Marila Films.
Guion Isa Sánchez y Enrique García
Reparto Pablo Puyol, Natalia Roig, Virginia Muñoz, Virginia DeMorata, Noemí Ruiz, Juanma Lara, Cuca Escribano, Miguel Guardiola, Hanibal Soto, Ignacio Nacho y María Alfonsa Rosso
Localizaciones de rodaje Antequera, Mollina, Fuente de Piedra y Casariche
Estreno 2020
Alguien se asoma y nos señala que subamos a la primera planta. Cuando llegamos arriba, aquello es otra cosa. Un trasiego de técnicos preparan una escena en un comedor oscuro. El guion dice que es de noche, aunque el reloj marca el mediodía. Mientras oscurecen la estancia, el cineasta Enrique García ensaya con los actores en la estancia de al lado. Cuando sale, lleva una sonrisa tatuada. Han pasado por algunos problemas y retrasos, pero la película está saliendo como quería. Yestá entusiasmado con sus actores: «Tengo algunos de los mejores intérpretes que hay en Málaga», confiesa mientras a sus espaldas van apareciendo unos enlutados Natalia Roig ('El intercambio'), Virginia Muñoz ('321 días en Michigan) y Pablo Puyol ('20 centímetros') que contrastan con el camisón blanco de Noemí Ruiz ('Allí Abajo'). Esta última sonríe para saludar, pero el maquillaje y el vestuario le dan aspecto de 'niña del exorcista'. Aunque el cineasta nos puntualiza: «Ella es la 'niña rota' de esta negra historia».
En ese momento no están, pero García no tarda en referirse también a otros malagueños como Virginia DeMorata, Juanma Lara, Miguel Guardiola, Aníbal Soto, Ignacio Nacho y a un par de actrices de 'importación': Cuca Escribano, imprescindible en el cine del director, y María Alfonsa Rosso, la gran dama de la escena andaluza y que encarna a la autoritaria matriarca de esta familia venida a menos, los Cisneros. Como el propio escenario que pisamos, un cortijo que en otro tiempo fue influyente y hoy se cae a pedazos, este desunido clan se reúne para enterrar a la doña, incluido el hijo pródigo, Eugenio (Puyol), que viene a por su parte de la herencia y volver a poner tierra de por medio. «María Alfonsa está tremenda», asegura García, que también apunta que el escenario es «media película». Sobre el terreno, el ambiente sureño y rural recuerda el estilo y el tono de la engoyada 'La isla mínima', el 'thriller' de Alberto Rodríguez que está haciendo escuela en Andalucía con películas como ésta que rescatan un relato autóctono con una mirada moderna y sin fronteras.
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«Estamos contando una historia de nuestros mayores, pero desde la tierra, con nuestras olores, sabores y colores, como el blanco de las casas, el amarillo del campo y el azul del cielo por los que pasan estos personajes de negro», retrata el cineasta que, mientras recorre verbalmente el arcoíris de esta tragedia que tira a oscuro, recibe la llamada de uno de los miembros de su equipo de fotografía para que decida sobre el plano a rodar. El director de 'Resort Paraíso' y '321 días en Michigan' se disculpa y se marcha, pero nos deja con el productor del filme, Dylan Moreno, que además es el que encontró este remoto casoplón después de hacer un casting de cortijos al recorrerse toda la zona. También han rodado en Fuente de Piedra, Casariche y particularmente en Mollina, donde han encontrado ese pueblo que buscaban para el filme.
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«Esto está siendo como un rodaje en familia porque estamos todos alojados en el hotel Molino de Saydo que es ya como parte de la película», relata el productor de las comedias 'El intercambio' y 'Rey Gitano' que ha querido cambiar algo más que de género con 'La mancha negra'. «Sin renunciar al espectador y lo comercial, lo que más me gustó desde que leí el guion es que aquí también hay una película de autor», confiesa Moreno, que no sólo se tiró al monte para encontrar las localizaciones, sino también para financiar la película. La Junta de Andalucía le concedió una ayuda de casi 180.000 euros, pero la película no llegó a reunir los 1,2 millones presupuestados en principio para su rodaje, por lo que no han podido disponer de ese dinero público. «No me ha quedado otra que hipotecar la oficina de la productora Marila Films para pagar la película», revela el productor que está tan convencido del proyecto que, finalmente, ha reunido 700.000 euros de financiación exclusivamente privada. «Lo suficiente para rodar con las mismas cámaras que utiliza Spielberg», apostilla García, que ya ha vuelto de su consulta y que no tarda en acordarse del equipo técnico que se está dejando el alma para suplir cualquier carencia. «Nadie me está fallando», dice rotundo.
García se sienta junto a la cama en la que muere la matriarca de esta historia y nos hace alguna confesión más. Y es que este drama saca lo peor de la esencia humana cuando se complica la intriga. «Entonces aparece Agatha Christie y me la llevo al sur para que la herencia dinamite este velatorio», avanza el cineasta que vuelve a escuchar su nombre desde el set. Ya van a rodar y el director ocupa su lugar en el combo donde llegan las imágenes de lo que se graba. Ordenan silencio, chequean sonido y claqueta. Hacen una primera toma de la llegada del hijo pródigo, Eugenio, y el encuentro con dos de sus hermanas, Modesta (Roig) y Mercedes (Ruiz), la niña rota. Escena tremenda y cargada de tensión. Corten.
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Ha salido bien, pero van a repetir. El director le pide a Noemí Ruiz que comience su diálogo «más para dentro». Tras los ajustes, vuelven los actores a las marcas. Ordenan silencio, graban sonido y, de nuevo, golpe de claqueta. Modesta da de comer a Mercedes cuando aparece en el umbral Eugenio. «Dile que se vaya», susurra desde dentro la niña rota a su hermana. Vuelve a decirlo. Esta vez con más volumen y temblor en la voz. El guion dice que tiene que repetir su frase una tercera ocasión, esta vez a gritos, pero cuando lo hace ocurre lo inesperado. Con el desgarro del personaje, sale volando el plato de comida que ambas hermanas tienen delante y se rompe en pedazos. Ya había silencio en la veintena de personas que atienden y observan la escena, pero ahora nadie se mueve. Ni pestañean. Todo el mundo contiene la respiración en unos segundos que parecen eternos. Enrique García, el primero. Hasta que se le escucha decir: «Y cortamos... una maravilla». Y tanto. No tardan en romper los aplausos entre los presentes. Nosotros tenemos ya una historia para contar. Y aunque Mercedes no nos lo ha gritado a nosotros, vamos a hacerle caso. Buen momento para irse.
Lo encontró en una bar de carretera de Mollina. Allí donde antes vendían cintas con chistes de Chiquito o canciones de El Fary. El formato era algo más moderno pero igual de retro, un cd de canciones, pero el director Enrique García no pudo evitar comprarlo y regalárselo al protagonista de 'La mancha negra'. Y es que el malagueño Pablo Puyol, con algunos años menos, aparece en la portada de ese cedé junto a sus compañeros de UPA Dance, el grupo con la que arrasó allá por 2003. Un regalo que el actor y cantante también recibió con el mismo humor. «Estamos viviendo dos películas distintas, la que pasa fuera de cámara y en la que el buen rollo es brutal, y la que ocurre dentro con un argumento al que Enrique está dando un tempo y una oscuridad que va a sorprender», asegura Puyol que añade que lo más le interesó de su personaje, el taciturno y contenido Eugenio, era lo poco que se le parece. «En parte estoy en esta película porque este papel dramático es un reto», señala.
'La mancha negra' no es el primer trabajo que trae a Málaga a Pablo Puyol ya que, tras la finalización esta semana del rodaje, ya tiene nuevo proyecto: inaugurar el Teatro del Soho Caixabank de Antonio Banderas formando parte del reparto del musical 'A Chorus Line'. «No puedo estar más feliz. Le pedí al universo volver a Málaga y el destino se ha confabulado para que pase», concluye.
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