Penélope Cruz posa en el hotel Hesperia de Madrid durante la entrevista.

Penélope Cruz: «Lo primero que hago al levantarme es leer el periódico»

La protagonista de 'La reina de España' recupera 18 años después su personaje de 'La niña de tus ojos'. «Ser estrella no entra en mi vocabulario»

OSKAR BELATEGUI

Domingo, 20 de noviembre 2016, 00:49

Penélope Cruz (Madrid, 1974) repetirá durante la entrevista que ella nunca se ha ido de España, que sigue viviendo aquí junto a su marido, Javier Bardem, sus dos hijos y un Oscar. Nuestra actriz más internacional no ve los paralelismos con su personaje de Macarena Granada en 'La reina de España', la película de Fernando Trueba que recupera, dieciocho años después, los personajes de 'La niña de tus ojos'. El filme, que se estrena el próximo viernes, es un homenaje a aquellas producciones que los americanos rodaban en la España franquista. A la racial Macarena le toca esta vez encarnar a Isabel la Católica.

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¿Nunca se ha sentido la reina de España?

No.

¿Ni con el Oscar?

No. Siento mucho cariño de la gente y eso se agradece. Pero, en realidad, mi motivación para dedicarme a esto es otra: mi amor por la interpretación. El respeto por el trabajo es lo que importa.

«Ser estrella es un coñazo», dice su personaje en el filme.

Su vida ha sido bastante distinta a la mía. Yo tuve la suerte de poder irme a América con un billete de ida y vuelta. No sabía si iba a ser la primera y última película que iba a rodar allí. En el caso de Macarena, firmar un contrato en Hollywood en aquella época significaba que el estudio pasaba a dirigir tu vida. Ser estrella era otra cosa en aquellos años. Es un concepto que no entra en mi vocabulario. No es algo real.

En 'La reina de España' la vemos cantando.

Cantar me da mucho miedo. En 'Nine' fue la primera vez que me enfrenté a un número musical, cantando y bailando. Pensé que Fernando me iba a doblar con la misma cantante que lo hizo en 'La niña de tus ojos'. Probamos y decidió que cantara yo. Ese día estaba sudando de los nervios, dijo que nunca me había visto tan nerviosa.

En un matrimonio de actores, ¿se discuten las carreras y elecciones hechas?

Más que discutir, las cosas se hablan, como en cualquier pareja. No importa el trabajo que tengas. Claro que compartes dudas e inquietudes. Las casualidades son increíbles, como que los dos acabemos haciendo 'Piratas del Caribe'. Pronto rodaremos 'Escobar', la primera vez que trabajamos juntos siendo pareja. Llevo meses preparando el acento colombiano para después pasarlo al inglés. Creo que nos irá bien, ya te contaré.

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Con tanto rodaje en el extranjero, ¿hablan del momento cultural que vive España?

Yo he estado mucho tiempo aquí. Yo no soy Macarena, que llega de fuera y se encuentra con esta papeleta. Soy consciente de todo lo que ocurre en mi país, incluso cuando viajo. Lo primero que hago al levantarme es leer el periódico. Alguien me preguntaba cómo veo la situación del cine español comparado a cuando rodamos 'La niña de tus ojos'. Creo que en lugar de mejorar está muchísimo peor.

¿Y quién tiene la culpa?

No lo sé. El caso es que ocurre. Esta es una profesión de la que viven o podrían vivir muchísimas personas. Es cortarle las alas a algo que da trabajo a miles de familias.

Si se levanta leyendo los periódicos habrá seguido este último año de desgobierno. ¿Cómo lo ha contemplado?

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Ha sido un tiempo de incertidumbre extraña, pero he decidido no entrar en jardines de política. Estamos aquí para hablar de la película. Prefiero no entrar. No es para dar una respuesta de dos minutos.

Una enfermedad tsunami

Con su agenda laboral, ¿cómo ha sacado tiempo para dirigir el documental 'Uno entre cien mil' sobre niños con cáncer?

Una siempre saca tiempo para eso, es una prioridad. Me interesa dirigir, ya había hecho cortos de publicidad. Conocí a estos niños y dije que no había vuelta atrás, que necesitaba contar su historia. Pasé meses visitándolos y hablando con sus familias. El cáncer es una enfermedad tsunami, arrastra muchas cosas, no solo al enfermo. El documental es una plataforma para que ellos se expresen y para denunciar la falta de investigación en el cáncer infantil. Es de las cosas de las que más orgullosa estoy.

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Tiene una carrera intensa y una familia unida. ¿Cuál es su meta a partir de ahora?

Seguir cuidando lo que tengo. Mi prioridad es mi familia. Yo tengo que trabajar, como todos, con la suerte de que mi trabajo me gusta y me llena. Seguir aprendiendo y creciendo, eso es el día a día. Me veo con 80 años diciéndote lo mismo.

Pero pronto de directora.

La dirección me atrae desde que era una niña. Me recuerdo con dieciséis años en el bar de la Gloria a las dos de la mañana, diciéndole a Almodóvar que lo que yo quería de verdad era dirigir. Él me recomendaba que no esperara. Te preguntarás qué hacía a esas horas en un bar. En realidad me cuidaba mucho, ¿eh? Nunca fui de salir hasta las tantas ni de ponerme hasta arriba de nada. No me gusta beber y odio las drogas. Hoy no me veo preparada para dirigir un largo, porque eso significa bloquear dos o tres años de mi vida. Pero de aquí a ocho años, a lo mejor sí.

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Si no bebe y odia las drogas, dedicándose al cine se habrá sentido un perro verde, ¿no?

Bueno, era prácticamente una niña cuando empecé. He tenido una familia que he estado muy unida desde siempre y que ha sabido darme la información que necesitaba para que luego yo tomara las decisiones que menos daño me podían hacer. Me ha dado libertad y al mismo tiempo mucha información. Siempre he tenido claro que al trabajar en algo así tan joven tienes más acceso a situaciones que te pueden poner en peligro. No me gusta nada dar consejos, pero a las niñas de quince años que me paran por la calle para pedirme uno siempre les doy el mismo: que se cuiden.

¿Y cómo ve a esas niñas de quince años? ¿Que tienen los jóvenes que usted no tenía a su edad?

En algunas cosas veo que hay más avances. Tienen más información y eso ayuda. Pero todo el tema de las redes sociales. Si pudiera, daría al botón de rebobinar y me quedaría un rato más en los 90. Todo va a un ritmo tan bestial... No tengo Twitter ni lo tendré nunca. Solo cuelgo fotos en Instagram porque creo que es útil, por ejemplo, para mi documental. Pero no soy muy amiga de las redes sociales. Ya nadie se escribe cartas. Empieza a estar activo un nuevo lenguaje en el que todo va tan rápido que no nos molestamos en acabar las frases. Un chaval de doce años ya entiende ese lenguaje. Me da vértigo y pena. A la velocidad a la que llega la información hay cosas importantes que se pierden por el camino, parece que todo tiene el mismo valor. ¿Sabes? Empiezo a entender a mis abuelas. Yo, cuando veía a mi abuela mirar con miedo un móvil, le decía: '¡Pero abuela, que solo es un teléfono!'. Ahora la empiezo a entender.

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Se nos ha vuelto nostálgica.

No, no. Vivimos unos cambios salvajes, porque la gente está dejando de escribir y eso tiene un significado. Los 90 fueron la última década en la que la gente se escribía alguna carta, alguna postal. Y no hablo desde una perspectiva romántica. Creo que es necesario para la salud mental tocar los libros, olerlos. Todo eso se va a ir al carajo y a mí me angustia.

Seguro que desde que es madre ha cambiado su perspectiva.

Seguro. Este discurso de tocar el papel de un libro hace siete años no te lo hubiera soltado. Pero ahora son cosas que me importan. Noto que se acaban antes de tiempo, que no han llevado un proceso natural. Mi esperanza es que la gente quiera recuperarlo, que una generación no quiera ver un ordenador más que para lo necesario y vuelva al lápiz y al papel, a la comunicación cara a cara y a escucharse. Internet es un amigo y también nuestro peor enemigo. Un arma de doble filo muy peligrosa.

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