Regina Sotorrío
Martes, 8 de noviembre 2016, 00:58
Al poco de empezar el rodaje, una bomba estalla a escasos metros de ellos y deja decenas de cuerpos descuartizados en la calle de Idlib. Días después se encontrarán bajo el fuego cruzado en la carretera que va hacia Alepo. Reconocen que tuvieron miedo, pero al segundo dicen que volverán. ¿Por qué? «Porque nadie lo hace y hay que contarlo», afirman. Ellos se jugaron la vida durante 15 días en Siria, pero para miles de personas esa es su realidad diaria. El periodista palestino Ahmed Deeb y el francés Farouk Atig grabaron durante dos semanas el día a día de una pequeña unidad del grupo rebelde Ahrar al-Sham que lucha contra el régimen de Bachar al-Assad. Con una singularidad: su líder, Abou Stayef, tiene 19 años; el mayor del grupo no supera los 21. «Esos niños ya no tienen infancia alguna, les ha sido robada», reflexionan.
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Siria: los niños de la guerra se proyecta hoy en preestreno mundial en La Térmica (20.00 h., entrada libre), en el marco del Festival de Cine Francés de Málaga que organiza la Alianza Francesa.Prevista para el 19 de octubre, la exhibición tuvo que retrasarse por un problema con el visado de uno de los reporteros. Ya en Málaga, tras el documental, los directores debatirán con el público sobre uno de los conflictos más violentos y de los que menos se sabe. Ellos han sido, de hecho, los únicos periodistas extranjeros en acceder al bando rebelde este año. Ni se les facilita la entrada especialmente tras la intervención del Estado Islámico en Siria, ni muchos se atreven. «Saben que se exponen a ser secuestrados, a que les disparen o les estalle una bomba». Tal es la falta de información que apenas 30 minutos antes de esta entrevista Farouk Atig y Ahmed Deeb han recibido un email del departamento de Derechos Humanos de Naciones Unidas dedicado a la infancia expresando su interés por reunirse con ellos para que les expliquen qué sucede en Siria.
Los datos son estremecedores: el 60% de los nuevos combatientes son menores y representan el 35% de las víctimas de la guerra. Estadísticas no oficiales hablan de alrededor de 45.000 muertos. Son adolescentes que hace solo seis años «tenían una vida normal», la inmensa mayoría no estaba vinculado a grupos extremistas, pero se han visto «forzados» a coger las armas por dos razones: por venganza, tras haber visto cómo asesinaban y torturaban a sus padres; y por su propia defensa. «Al principio no era una cuestión de religión, eran personas que se oponían al régimen de Bachar al-Assad tras muchos años de corrupción e injusticias», argumentan.
Con este documental no intentan justificarles, pero sí tratar de entender por qué sucede todo esto. «¿Tienen otra opción? Muchos de ellos no quieren que esto pase, pero pasa. No es una broma, pasa cada día. Los civiles son continuamente objeto de bombardeos. Quizá deberíamos preguntarnos a nosotros mismos qué haríamos si esto le pasara a nuestra familia», cuestiona Atig.
La cinta denuncia la utilización que la guerra hace de los de menores, algo que insisten sucede en todos los bandos. Se les entrena para morir, se les educa para que combatan con su vida para liberar a su país y se les convence de que su sacrificio será recompensado por Alá. «Cuando eres niño, te crees todo lo que te dicen», apuntan. Pero siguen siendo niños, y juegan, bromean y ríen cuando están a solo un paso de las filas enemigas. «Eso se produce porque echan de menos ser niños», apunta Deeb.
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«La tragedia debe parar», sentencia Atig. No solo se exponen a la muerte quienes luchan, la guerra está en la calle, toda Siria es el objetivo. «La gente vive como fantasmas, como si ya estuvieran muertos», añade.
Y, ante esto, la comunidad internacional guarda silencio. «No sentimos que hagan nada. EE UU y Francia se han aliado para luchar contra el Daesh en Irak, pero en Siria también hay aviones que matan civiles, se vive una situación tan violenta como en Irak, pero aquí no se hace nada. Se podría hacer presión para que se llegue a un acuerdo, pero hay muchos intereses», lamenta Deeb. En su opinión, algunos países del entorno no quieren que esto acabe.
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El documental se rodó en verano, y la vida sigue para cada una de las partes. Ahmed Deeb y Farouk Atig se preparan para ir a Mosul y continuar registrando con su cámara la barbarie, como llevan años haciendo. De Abou Stayef, el joven líder del grupo salafista, tuvieron noticias recientes. Les comunicaba que había recibido formación en atentados suicidas, está dispuesto a romper como sea el asedio de Alepo. «Rezad por mí porque podría no volver nunca», se despide.
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