oskar belategui
Miércoles, 25 de febrero 2015, 01:40
Hubo proclamas y pronunciamientos sobre la discriminación racial, las políticas de inmigración, la igualdad de la mujer, la homosexualidad, el periodismo comprometido, el alzhéimer y la esclerosis múltiple. Y todavía hay quien dice que los Goya están politizados y pone como ejemplo la ceremonia de los Oscar. «Se ve que la Academia de Hollywood no obliga a firmar nada ni la gente del cine se presta alegremente a ello, ¿verdad?», ironiza Carlos Bardem, recordando cómo los actores españoles deben comprometerse por escrito a no salirse del guion si quieren entregar un Goya. Carlos Areces se negó en la última ceremonia y ni siquiera pudo quedarse a la gala.
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En los Oscar no les debe preocupar mucho que alguna estrella díscola improvise un mitin en el evento no deportivo con mayor audiencia televisiva en Estados Unidos. De ahí que confiaran a Sean Penn -el 'rojo' oficial de la Meca del Cine- el honor de entregar el premio gordo de la noche a la mejor película. Penn, que trabajó a las órdenes de Alejandro González Iñárritu en '21 gramos', abrió el sobre y soltó antes de leer 'Birdman': «¿Quién le dio a este hijo de perra la 'green card' (la tarjeta verde de residencia permanente en Estados Unidos)?».
La misma semana en que el estado de Tejas desafiaba la política migratoria de Obama, la poderosísima industria del espectáculo tomaba partido a favor de los cinco millones de indocumentados cuya situación busca regularizar el presidente. Iñárritu bromeó sobre el hecho de que el año pasado también triunfó un compatriota suyo: Alfonso Cuarón con 'Gravity'. «Dios, quizá el Gobierno le imponga una penalización a la Academia. Dos mexicanos ganando seguidos es sospechoso». 'El Negro', como le conocen los suyos, realizó una defensa de sus compatriotas -«rezo para que consigamos el gobierno que nos merecemos»- y apeló a EE UU para que sean tratados «igual de bien que aquellos que vinieron antes y construyeron esta increíble nación de inmigrantes». Ya en la sala de prensa, se soltó en castellano para disgusto de los periodistas locales: «La sala de prensa se siente como México, no tengo que hablar inglés».
Iñárritu fue el vencedor incontestable de la 87 edición de los Premios de la Academia. Cuatro galardones -película, director, guion original y fotografía- convierten a 'Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)' en la película del año y relegan a la que sonaba como su inmediata competidora, 'Boyhood', a la condición de perdedora: un solo Oscar a la mejor actriz de reparto para Patricia Arquette. A los académicos les ha debido divertir el retrato que hace Iñárritu de un actor al borde del abismo la noche en que debuta como autor teatral en Broadway buscando respetabilidad.
una gala aburrida
La lluvia en Los Ángeles obligó a proteger la alfombra roja con una carpa para que las estrellas no desfilaran con paraguas. «Si los británicos nos invaden, es normal que también lo haga su clima», bromeó un periodista ante la avanzadilla de actores ingleses. Era un presagio de los nubarrones que se cernieron sobre una gala larguísima, que pecó de demasiados números musicales y un presentador desaprovechado. La emoción quedó reservada a los discursos de agradecimiento, con la excepción del encuentro sobre el escenario de dos divas antitéticas una recatada Lady Gaga cantando 'Sonrisas y lágrimas' y la mismísima Julie Andrews.
El ego de las estrellas, el papel de los críticos y las miserias de Hollywood se desmenuzan en una comedia negrísima, rodada en un solo plano secuencia para sumergir al espectador en la vorágine del protagonista. La noche de 'Birdman' habría sido perfecta si Michael Keaton hubiera ganado en justicia el Oscar por hacer casi de sí mismo, un actor en horas bajas que un día tocó el cielo en el papel de superhéroe. El Batman de Tim Burton perdió a manos de Eddie Redmayne (33 años), un joven Stephen Hawking en 'La teoría del todo'. Ya se sabe que Hollywood adora los personajes con enfermedades. Por eso la mejor actriz fue Julianne Moore, que en 'Siempre Alice' borda a una mujer aquejada de alzhéimer.
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Causa feminista
Ambos intérpretes también se contagiaron en sus discursos de la tónica reivindicativa. «Este Oscar pertenece a todos aquellos que se enfrentan a la ELA (esclerosis lateral) en el mundo y a una familia extraordinaria, los Hawking. Os prometo que lo cuidaré bien y le sacaré brillo», expresó Redmayne. Moore, por su parte, dedicó su galardón a quienes luchan contra el alzhéimer. «Hay muchas personas enfermas que se sienten marginadas y aisladas, muy solas. Ojalá este premio ayude a que hablemos más de ellas y busquemos una cura en el futuro».
Patricia Arquette, la madre de ese chaval de 'Boyhood' al que vemos crecer ante la cámara, enarboló la causa feminista y levantó al patio de butacas del teatro Dolby al reclamar la igualdad en Hollywood y la equiparación de salarios y derechos entre sexos. «A todas las mujeres que han dado a luz y pagan sus impuestos, ha llegado el momento de tener el mismo salario que los hombres y los mismos derechos en Estados Unidos». Meryl Streep y Jennifer Lopez aplaudían a rabiar. Su discurso estuvo precedido en la alfombra roja por la campaña 'AskHerMore' (pregúntale más), donde numerosas actrices como la candidata Reese Witherspoon apoyaron la iniciativa que anima a los periodistas a preguntarlas algo más que el diseñador de su vestido.
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La ausencia de nominados de raza negra había originado polémica las semanas previas a la gala. La directora de la única película con actores de color, 'Selma', Ava DuVernay, había hecho un llamamiento a la calma para evitar el boicot que pedían activistas afroamericanos. El momento más emocionante de la gala perteneció a esta crónica de la lucha de Martin Luther King por los derechos civiles en los años 60. El Oscar a la mejor canción, interpretada por John Legend y el rapero Common, volvió a enardecer los ánimos de las multimillonarias estrellas. «Hoy hay más hombres negros en prisión que esclavos en 1850», concluyó Legend ante las lágrimas de Oprah Winfrey, David Oyelowo y Chris Pine, entre otros.
Y por si faltaba alguna reivindicación, el Oscar al mejor documental para 'Citizenfour', sobre las revelaciones y filtraciones del exagente Edward Snowden, sirvió para recordar «a los informadores y periodistas que destapan la verdad». Los únicos premios que no se interpretaron en clave política fueron los de 'El gran hotel Budapest', que arrasó en las categorías técnicas con cuatro estatuillas. Mientras, Clint Eastwood y el equipo de 'El francotirador' -Oscar a la mejor edición de sonido- se consolaban con sus Oscar fabricados con piezas de Lego.
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