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El día que el cine llegó a Málaga
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Hace 125 años en un salón de la calle Larios unos pocos privilegiados se sorprendían con la visión de unas imágenes en movimiento. Fue la primera proyección en AndalucíaSecciones
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Hace 125 años en un salón de la calle Larios unos pocos privilegiados se sorprendían con la visión de unas imágenes en movimiento. Fue la primera proyección en AndalucíaFinales del XIX en un salón señorial del céntrico Hotel Victoria de Málaga. Un «reducido número de amigos», unos pocos privilegiados de la ciudad, contemplan algo inaudito: «El espectáculo es admirable y sorprende la perfección con que se mueven las figuras, sin que se prescinda del más leve detalle». Es la reacción del cronista de 'La Unión Mercantil' al ver por primera vez esa sucesión de imágenes en movimiento proyectadas sobre una superficie. No sabían ni cómo llamarlo. «Fotografía animada», lo titularon en la prensa local del 3 de septiembre de 1896. En ese momento, hace justo 125 años atrás, el cine llegaba a Málaga.
El periodista fue uno de los pocos invitados a la prueba del nuevo 'Kinetographe' antes de su apertura al público, y fue testigo sin saberlo de la primera proyección cinematográfica conocida en Andalucía. A Sevilla «la fotografía animada» no llegaría hasta dos semanas después, el 17 de septiembre, como explica Francisco Griñán, autor de 'Las estaciones perdidas del cine mudo en Málaga'. Es fácil imaginar el impacto que produciría aquel nuevo invento. Había muy pocos referentes, la ciudad era una de las primeras de España en recibir este aparato, uno de los muchos clones del cinematógrafo de los Lumière que surgieron tras la famosa proyección de los hermanos en el Salon Indien du Grand Café de París el 28 de diciembre de 1895.
No había pasado ni un año desde aquel acontecimiento que cambiaría para siempre el arte visual y el ocio. Cinco meses después de ese estreno, en mayo de 1896, se produciría la 'premiere' en España con la primera sesión celebrada en los bajos del Hotel Rusia de Madrid. Hasta allí, al tratarse de la capital del país, sí llegó un proyector de los patentados por los Lumière a través de su enviado especial, Alexandre Promio.
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Solo cuatro meses después de Madrid, el cine debutaba en Málaga. En la pujante ciudad andaluza, aunque la máquina era otra, sus impulsores quisieron presentarla al estilo parisino. Reservaron un salón en la planta baja del Hotel Victoria, en el número 9 de la céntrica calle Larios (donde ahora se ubica una conocida marca de ropa). Tras una prueba, el 'Kinetógrafo Werner', como se llamaba este artilugio en honor a su creador, se inauguró el 4 de septiembre. «Asistieron al elegante salón de la calle del Marqués de Larios el gobernador, el alcalde accidental, el director de Instituto, representantes de la prensa y muchas otras personas invitadas», se lee en 'La Unión Mercantil' del 5 de septiembre. Tras el éxito de la presentación –como «demostraron con repetidos aplausos»–, la sala se abrió al público.
El kinetógrafo ofrecía sesiones todas las noches cada media hora, desde las 7.30 en adelante. Una peseta de la época valía el espectáculo. Un coste muy elevado que cinco días después se redujo a la mitad, a 50 céntimos, «a fin de que todas las clases sociales puedan conocer aquel admirable espectáculo». En cada pase se proyectaban diez cuadros, como se denominaban entonces a las pequeñas películas que se pasaban, de apenas unos segundos de duración. En 'La Unión Mercantil' detallan algunos de ellos: «El cuadro de la llegada del tren a la estación, el de la siega, la dama en su tocador».
Resulta curiosa la mención al tren en el diario malagueño. De sobra es conocida la anécdota del corto de apenas 50 segundos que proyectaron los Lumière en un café parisino en enero de ese mismo año provocando el miedo de los espectadores que pensaban que la locomotora avanzaba hacia ellos. No hay confirmación, pero no es de extrañar que fuera esa misma película la que se vio en Málaga porque los rodajes eran aún anecdóticos y todos los artilugios se hicieron a imagen y semejanza del de los Lumière para que fueran compatibles con sus cintas.
Destaca también la manera en la que se recibió aquel artilugio: como un avance científico y no como un mero entretenimiento. «Señala un paso gigantesco de la ciencia, digno de fijar la atención de las personas de elevada cultura, como de las que ajenas a la ciencia, siguen en sus movimientos cuanto supone una expresión del progreso». El artículo de 'La Unión Mercantil' se detiene después en el «principio científico» que hace posible el invento: «Consiste en la persistencia de las imágenes en la retina del observador (...) En el espacio pues de una décima de poco más de medio minuto pasan ante el espectador de 900 a 1.000 imágenes, que hacen el aspecto de una sola, en varias actitudes».
Aquel precario kinetógrafo –que tenía ciertos problemas de estabilidad que tuvieron que ser subsanados, como se cuenta en otro artículo– se marcharía de Málaga a las dos semanas, pero fue el punto de partida de todo lo que vino después. Como recogen Sergio del Río Mapelli y Pilar del Río Fernández en 'Historia del cine mudo en Málaga', tras una corta temporada en un salón de calle Granada, varios cafés cantantes toman la iniciativa incorporando entre 1896 y 1897 un cinematógrafo –ahora ya sí usan ese nombre– a su programación de variedades.
Pasarían dos años desde la proyección del Hotel Victoria hasta que se creara el primer pabellón específico y acondicionado para proyecciones en el muelle del puerto (22 de julio de 1898). Pero no duró mucho. Hasta entrado el siglo XX el cine seguía siendo un espectáculo itinerante, una atracción de feria que se instalaba en los días señalados de cada barrio. En torno a 1900 nacía el Pascualini, la primera sala estable de cine y la más antigua de Málaga que en 1907 encontró su ubicación definitiva en lo que ahora es el Teatro del Soho. Le seguirían el Ideal, el Petit Palais, el Cine Goya... En 1930 llegaría el sonoro, en 1935 abriría el Málaga Cinema y lo que sucedió después ya lo conocen: el cine de masas. Algo que jamás pudo imaginar ese «reducido grupo de amigos» que hace justo 125 años se citó en aquel salón de Larios.
Tras una mirada al pasado toca afrontar el futuro. El cine se encuentra hoy en un punto de inflexión, en ese momento crítico entre el parón obligado por el coronavirus y los primeros indicios de recuperación. El reto es claro: recuperar al público perdido durante la pandemia. «Y no es nada fácil», reflexiona Juan Luis Artacho, responsable de Programación y Comunicación del cine Albéniz. Por un lado, porque hay espectadores que siguen siendo reticentes a entrar en espacios cerrados por más que se haya demostrado que «la cultura es segura». Por otro, porque son muchos los que se han acostumbrado ya a un consumo doméstico a través de plataformas. «Hay que fomentar que se compatibilice, porque no tiene nada que ver el cine en casa con algo sagrado, litúrgico, como es disfrutar de una película en una sala».
El mercado tampoco ha ayudado a convencer a los indecisos. «Muchas 'majors' no han ofrecido todo el material disponible porque no iban a tener una recaudación acorde a proyectos grandes», analiza Artacho. Pero tras un verano sin 'blockbusters', la cartelera se empieza a animar para el otoño. Se esperan grandes estrenos. En las próximas semanas llegará 'Dune', que lleva retrasando su salida casi un año; lo nuevo de Clint Eastwood, 'Cry Macho'; y 'Madres paralelas' de Almodóvar. Mientras tanto, el Albéniz sortea ese vacío organizando ciclos específicos y siendo escaparate del cine independiente.
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