«En 1976 llevo seis años en Verona. Encajé con la pintura italiana sin problemas. Me hicieron de los suyos». La voz de Eugenio Chicano suena como un trueno sedoso en la sala de conferencias de la Sociedad Económica de Amigos del País. El pintor hace memoria y convierte, también eso, en un arte. Chicano ejerce su papel de historia viva del arte hecho en Málaga el último medio siglo con magisterio socarrón y crítico y su vista a los compases de su propio mito hace de la cita en el Aula de Cultura de Diario SUR un motivo de celebración y aprendizaje en mitad de la semana.
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Chicano comparece en el Aula de Cultura de Diario SUR, organizada con la colaboración de la Obra Social La Caixa, para compartir con un auditorio lleno uno de sus periodos menos conocidos, el comprendido entre su marcha a Italia en 1970 y el regreso a su Málaga natal a principios de la década siguiente para alumbrar la Fundación Picasso-Museo Casa Natal. Y entre medias, un hito: su participación en la Bienal de Venecia de 1982 como representante del arte español.
«La Bienal fue muy importante, aunque no tuvimos éxito», concluía Chicano sin una pizca de amargura. Recordaba el artista que en Italia su proyecto obtuvo una resonancia que apenas llegó a su país y planteó una posible hipótesis de ese desapego: «El pop que hacíamos los españoles le daba vueltas a los americanos. Ellos hacían un pop muy estético y el de nosotros era muy político y eso removían las conciencias«.
Cultura y compromiso, tradición y vanguardia han convivido en la vida y la obra de Chicano. No en vano, el director del Aula de Cultura de SUR, el escritor Pablo Aranda, recordaba en la presentación del artista cómo Chicano fue fundador lo mismo del Ateneo de Málaga que de la peña flamenca Juan Breva. Una pasión por el acervo propio que Chicano ha filtrado en cuadros donde se reúnen Manuel de Falla y Dostoyevski, Juan Ramón Jiménez y los familiares y amigos del propio Chicano.
Y el pasado abrió la puerta al presente y al futuro, cuando Chicano reivindicó un mayor protagonismo para la llamada Generación del 50, clave en el viaje hacia la modernidad del arte malagueño del siglo XX y XXI en la que él mismo se inscribe junto a Enrique Brinkmann, Francisco Peinado, Stefan, Manuel Alberca, Jorge Lindell y otros autores.
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«Hace falta una presencia de verdad, un museíto de la Generación del 50, un empujón a la obra. Hay un cierto abandono de la pintura», sostuvo Chicano, también crítico con la ausencia de adquisiciones de obras de arte por parte de las instituciones locales, provinciales y regionales: «Y no lo digo por mí. Yo tengo mi vida hecha, mis cosas hechas... Bueno, igual me quedan un par de cosas por hacer».
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