Carlos Zamarriego
Viernes, 19 de julio 2024, 10:12
Me considero un buen aficionado al 'true crime', ese género documental donde, a golpe de verosimilitud, descubrimos las diferentes caras de un mismo delito, por lo general bastante rocambolesco. Es decir, que no vale disparar sobre el pianista y ya. Tiene que tener una pizca ... de audacia, un punto de incredulidad, una rubia de hormigón, un fiscal chapuzas y un abogado avispado. Pero, sobre todo, un falso culpable con ganas de hacerse famoso y que pueda hacernos dudar hasta el final.
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Paradójicamente, de un buen crimen no esperamos saber la verdad, sino que sea capaz de desdoblarse en infinitas verdades y formatos para mantenerse vivo (con perdón). Y qué es 'Chicago', el famoso musical que llega este verano al Teatro Cervantes, sino 'un true crime' de libro.
En los sedientos años 20, Maurine Dallas Watkins era una periodista de sucesos en la ciudad con más sucesos y gánsteres del mundo: Chicago. A ritmo de foxtrot, escribía para un público enganchado a su dosis diaria de sensacionalismo barato. Dos muertes reales fueron la inspiración para que, en 1926, adaptara a obra de teatro su cobertura sobre las dos mujeres acusadas de mandar al sueño eterno a sus respectivas parejas. No dejaron descansar a los muertos. En los años 70, Bob Fosse y Fred Ebb pensaron que la obra podía ser un musical estupendo de título homónimo y pusieron letra a las partituras de John Kander. Desde entonces, no ha parado de sonar en los escenarios de todo el mundo (en Nueva York lleva en cartel ininterrumpidamente desde 1996) y tiene su adaptación al cine en la oscarizada película de Rob Marshall protagonizada por Catherine Zeta-Jones, Renée Zellweger y Richard Gere.
Hechas las presentaciones, comienza el espectáculo «al son del jazz». La producción promete un viaje a Broadway de dos horas y media con intermedio y eso consigue a nivel ambiental, musical y técnico. La big band, con diez músicos dirigidos brillantemente por el maestro Andreu Gallén, se sitúa en la escena y se distribuye elegantemente como si estuviéramos siempre en un cabaret de la época. Y aunque la historia de las criminales Roxie y Velma, interpretadas por Kelly Ela Ruiz y Teresa Abarca, transcurra por todos los lugares posibles del sistema judicial, los músicos nos recuerdan permanentemente que, en la vida, todo es un vodevil. «Todo es un circo de tres pistas», dice el carismático y tramposo abogado Billy Flynn, interpretado por Jaime Zatarain. A falta de mayor profundidad, la conexión de estos tres actores, fundamental en el relato, se ha construido a golpe de divertidos gags.
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Hay que destacar la presencia de Inma Cuevas como Mama Morton. He disfrutado de su talento en dramas íntimos como la brillante 'Constelaciones', en comedias como 'La valentía' de Sanzol, y ahora también en un musical donde se siente su autoridad en la interpretación. También a Ángel Saavedra, que como el insulso marido de Roxie consiguió, en cada aparición, sacar algo del patio de butacas, ya sea una sonrisa, un suspiro o las ganas de darle un abrazo. Por cierto, se marca un numerazo en 'Mr. Celofán'. Y Albert Bolea, que ya destacaba en el 'A Chorus Line' de Banderas, ahora está sencillamente perfecto travestido como Mary Sunshine.
Todos ellos tienen su número estelar y fluyen en un escenario que no se queda corto en ningún momento. El cuerpo de baile, donde hay dos malagueños, Fran del Pino y Valeria Jones, lo da todo. Los números musicales respetan la coreografía original de Ann Reinking, de la producción de Broadway de 1996, y se nota el esfuerzo físico en el detalle. Se disfruta especialmente la ejecución del famoso 'Cell Block Tango', también la rueda de prensa de 'We both reached for the gun'. Por el contrario, al número final le faltó vitamina D.
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Avisamos: la frivolidad es el tono que impera en todas las escenas, y aunque haya cierta ilusión de metateatralidad, lo cierto es que está enteramente al servicio de las canciones. Aquí no hay dobles lecturas, excepto que queramos ver como un guiño al público lo que le pasa a Roxie: su show deja de tener interés para la audiencia porque hay otro aún más grande, más nuevo, más escabroso. Así es Chicago y así es la vida, un 'true crime' con música en directo que nos recuerda que el mundo es ambicioso, codicioso, sangriento, pero también muy entretenido. «Y si hay problemas… ¡habrá que bailar!», que diría el abogado. De momento, se aplaudió calurosamente todos los números y no sonó ningún móvil durante toda la representación.
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