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El artista Pablo Capitán rodea la 'pata de elefante' inspirada en el cemento derretido tras la explosión de la central nuclear de Chernóbil. francisco hinojosa

De Chernóbil a la Torre Mónica, los monumentos al desencanto

Las obras inspiradas en el desastre nuclear y la chimenea de los Guindos enlazan por primera vez al Pompidou y al Museo Ruso en un proyecto común de los artistas Luz Prado y Pablo Capitán

Miércoles, 9 de diciembre 2020, 15:32

Cuando el reactor nuclear de Chernóbil explotó en 1986, una de las imágenes de la destrucción fue la conocida 'pata de elefante', una masa amorfa de cemento derretido y radioactivo que atravesó varias plantas del edificio y que todavía es capaz de matar a una persona en un minuto. Unos años después del desastre, allá por el 92, un joven enamorado le pedía perdón a su novia escribiendo su nombre en la Chimenea de los Guindos sin saber que, a partir de entonces, ese vestigio industrial se convertiría en la Torre Mónica para él y, de forma espontánea, para todos los malagueños. La restauración de aquella atalaya borró el nombre de la chica, pero no su huella del imaginario colectivo. A su manera, aquella pata mortal y las letras de amor desaparecidas son monumentos al desencanto que alteran el sentido tradicional de estatuas y obras conmemorativas encargadas por el poder y la clase política. Y en estos símbolos de una época y de una ciudad se han fijado los artistas Pablo Capitán del Río y Luz Prado para hacer realidad la primera colaboración entre el Museo Ruso y el Centro Pompidou que, con la financiación de DKV, se ha inaugurado este miércoles en ambos espacios culturales unidos en el proyecto 'Vasos comunicantes'.

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«El monumento es una herramienta de poder para crear emoción social y política, pero hoy no creemos en nuestros representantes públicos por lo que nos preguntamos qué sentido tienen ya estas piezas y el resultado son dos propuestas que van de lo antimonumental a lo contramonumental», ha asegurado Regina Pérez Castillo, comisaria de este proyecto conjunto que se titula 'Monumento al desencanto', en cuyo desarrollo conceptual también ha tenido protagonismo el artista Miguel Ángel Benjumea y que finalmente han ejecutado Prado y Capitán. Para verlas hay que ir al Pompidou y al Museo Ruso para completar este discurso de ida y vuelta entre dos obras que se «susurran», una desde su alcance planetario y su iconografía del horror, y la otra desde lo local y el amor al patrimonio.

En estos vasos comunicantes, el orden normal se ha alterado porque para contemplar la pata de elefante cuyo original sigue en la central nuclear ucraniana no hay que visitar el Ruso sino el Centro Pompidou que, bajo su representativo cubo de colores, ha dejado caer esa materia gris amorfa que amenaza cualquier tipo de vida y simboliza la muerte. Menos mal que el cristal del cubo se convierte también en parte de la instalación escultórica y nos protege de sus efectos. «En un principio, mi proyecto no tenía vinculación con lo político, pero en este espacio se convierte en un objeto que se puede ver como una carga de profundidad ya que tiene una forma anodina pero esa masa sigue activa y, aunque se ha enfriado un poco, sigue matando», ha recordado Pablo Capitán del Río, que ha explicado que ha hecho una reproducción a tamaño real de ese monumento derretido a partir de las únicas fotos publicadas cuando meses después de la catástrofe se encontró esta malformación creada por el exceso del hombre y la radioactividad.

Luz Prado, en una imagen de su vídeo que le busca el sonido a la Torre Mónica. sur

Por su parte, Luz Prado reconoció que su elección de revivir la chimenea Mónica surgió de su propia relación con este patrimonio que forma parte de los hitos populares de la propia Málaga. A partir de ahí, la artista le dio muchas vueltas al proyecto. Literalmente. Porque al no poder entrar en su interior, comenzó a rodear la torre con su violín para obtener un mapa auditivo del monumento y convertirlo en un vídeo que es el que se exhibe en el Museo Ruso. «He intentado escuchar a la torre», ha confesado Prado, que tradujo en sonidos el efecto de este monumento al amor. «El vídeo muestra la última vuelta a la torre que contiene a su vez todas la vueltas que le dimos hasta llegar al resultado», ha señalado la creadora malagueña que buscó el contacto físico entre su violín y los ladrillos de la chimenea para componer la obra ‘Volver a la torre’.

Como destacó el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, la beca 'Vasos comunicantes', que ha permitido unir los museos municipales del Muelle Uno y de Tabacalera en un mismo proyecto expositivo, es fruto de la colaboración público-privada, ya que la dotación de 10.000 euros para la producción y comisariado de esta propuesta ha sido posible gracias al programa de arte DKV Arteria, con el que la compañía de seguros fomenta la creación artística. Un 'Monumento al desencanto' que se escapa de los tradicionales pedestales para convertirse en piezas que se pueden ver, pero a las que también hay que escuchar.

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