![Chavela Vargas, la chamana que curaba con la voz](https://s1.ppllstatics.com/diariosur/www/multimedia/201902/27/media/cortadas/martirio-k0W-U70770781825OjD-624x385@Diario%20Sur.jpg)
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En una ocasión le preguntaron: ¿Por qué lloran cuando te escuchan cantar? A lo que Chavela Vargas contestó: «Quizás porque se acuerdan de que aún pueden sentir». Ese sentimiento volvió a revivir anoche en el homenaje a dos voces, la flamenca de Martirio y la poética de Juan José Téllez, que ambos le dedicaron a la mítica cantante mexicana que hizo de la dulzura y el desgarro una presencia única en el escenario. La excusa fue el centenario de su nacimiento que se cumple este año y que ha servido para que Málaga de Festival (MaF), en colaboración con el Centro de la Generación del 27, rescatara anoche en el CCP María Victoria Atencia a la intérprete de 'Piensa en mí' y 'La llorona' en un concierto hablado y una conferencia cantada en la que el espíritu de la Vargas regresó al sonar en su propia voz inmortal. Una eternidad contagiosa porque, como recordó Martirio, Chavela «concebía el arte y la música como una sanación. Curaba con su voz y por eso la llamaban la chamana».
Al acto solo le faltó el alcohol. «Nos han puesto agua en lugar de tequila», comenzó diciendo con humor el escritor y director del Centro Andaluz de las Letras, Juan José Téllez. Pero no hizo falta estimulantes porque Chavela Vargas estuvo (omni)presente en los recuerdos del escritor y de Maribel Quiñones 'Martirio', gran amiga de la cantante costarricense nacionalizada mexicana. Junto a la memoria sentimental y colectiva de la mujer que rompió la distancia entre España y México, la cercanía a las vivencias de Chavela Vargas y sus coplas interpretadas por Martirio fue el irresistible argumento del homenaje a esta mujer sencilla e intensa que alcanzó «las más altas cotas de la música popular sin imposturas».
Una mujer libre que pagó el precio de la soledad en muchas etapas de su vida, pero que siempre fue fiel a sí misma y al arte entendido desde la honestidad y el sentimiento. Y en ese empeño por seguir su propio camino se mantuvo en el escenario hasta el último momento. Cuando en silla de ruedas y con la botella de oxígeno, se llenó de artista para subir a las tablas sin más asistencia que su propia fuerza ranchera para despedirse del público.
Así lo recordó Martirio, que la acompañó en los últimos dos conciertos de su vida en los que García Lorca la llevó de la mano. Primero en el Palacio de Bellas Artes de México en el que presentó en 2012 'La luna grande', su homenaje al poeta granadino. Y después en España. «Los médicos no la dejaban viajar, pero se empeñó a venir a la Residencia de Estudiantes a hacerle su tributo a Federico», rememoró Martirio, que junto Miguel Poveda, cantó por Lorca junto a Chavela. «Ella era consciente de que había venido a despedirse... la despedida de España de una mujer irrepetible», afirmó Maribel Quiñones, que recordaba la emoción de los presentes, entre ellos su buen amigo Pedro Almodóvar.
La Vargas se aplicó sus propios poderes curativos y sacó fuerzas que ya le quedaban para este adiós en el corazón. El empeño le pasó factura, pero no le importó. «Se había quitado el oxígeno y la actuación la dejó exhausta por lo que se puso después muy malita, pero allí estaba ella, en la habitación de García Lorca en la Residencia de Estudiantes, contando chistes», rescató aquella imagen Martirio que vio recuperarse a su amiga porque «quería volverse a México para morir allí». Aunque antes le habló del número 6.
«Fuimos a verla y nos dijo que veía el 6 por todas partes, pero no sabía la razón, así que le dije que teníamos que ir a comprar lotería», contó la cantante onubense, que no se volvió a acordar de aquella conversación hasta que unos meses más tarde vio por televisión el cortejo fúnebre de su amiga. «Era el 6 de agosto», pudo decir antes de bajar la cabeza de la emoción. Ella lo sabía y se fue en paz, después de saldar su deuda con el poeta. Porque como dijo Téllez, «la muerte la concebía como una transición para encontrarse con Lorca».
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