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cristina pinto
Lunes, 11 de enero 2021, 01:20
El 38.º Festival de Teatro abrió a las siete de la tarde el telón del Cervantes para mostrar la imagen de París cuando luchaba por su liberación a principios del siglo XX en plena Segunda Guerra Mundial, pero no la imagen de las ... tropas, sino la del 'Café Enchanté'. Algo mágico iba a pasar en ese pequeño local, el espectáculo 'Enchanté! Un cabaret explosif' bajo la dirección de Martí Torras Mayneris, que en la tarde del domingo se trasladó a las tablas del teatro malagueño con aforo casi al completo.
Tres valientes mujeres se montaron en aquel tren que les trasladaría de su cabaré del centro de Berlín a París. El sonido de las bocinas francesas ensordecía la llegada de estas tres alemanas que, ante la simple luz de una bombilla, empezaron su pequeña revolución. El dueño de aquel café ya llevaba unos cuatro días sin aparecer y la soprano Carla Móra, la mezzosoprano Irene Ruiz y la contralto Marta Móra, inquietas por hacer algo, descubren que alguien más había en aquel local. Pequeñas notas iban saliendo de aquel clarinete de Juli Aymí y poco a poco le empezó a seguir el piano tocado por Federico Mazzanti.
Ahora las voces de 'Divinas' tomaban el escenario. «Qué bien se está aquí, mejor que allí», decían mientras miraban todo boquiabiertas. Pero les faltaba algo: querían público. Nadie iba a consumir a aquel café del que ya, sin saberlo, se habían apoderado. Aún no sabían qué nombre ponerle, pero el glamour y el brillo, siendo protagonistas junto a las voces de estas tres alemanas, iluminaron el escenario y ahora sí, el 'Café Enchanté' quedó inaugurado. Como diría su traducción, 'Encantada' de conocerle.
«Bienvenidos a 'Enchanté', aquí vamos a reír, cantar y bailar», decía la canción. El local se había convertido en el refugio parisino antes de ser invadido por las tropas alemanas y su mayor atracción para los clientes no iba a ser la bebida, sino la música y la diversión que ponían sobre las tablas. Ahora sí. Todas las bombillas encendidas y el patio de butacas del Cervantes silbando, gritando, cantando y, como decían desde el cabaré «dejándose llevar por sus impulsos más perversos». El espectáculo ya estaba sobre la mesa de 'Café Enchanté' pero algo les devolvería a la realidad...
Desde la parte superior de su piano, Federico Mazzanti le daba voz a la radio. El ruido de la gente en la ciudad, explosiones... Bajan la voz. No querían interrumpir su trabajo ahora que su local estaba volviendo a funcionar, estaban consiguiendo mezclar la esencia que traían de su cabaré berlinés y la elegancia de un café parisino. «Los nazis no están aquí todavía», se convencían entre ellas.
Miraban hacia el patio de butacas y no se lo creían: «¡Intelectuales!, ¡Estudiantes!, ¡Poetas!, ¡Escultores!, ¡Abogados!», gritaban asombradas ante su público. El 'Café Enchanté' se había convertido en un punto de encuentro de artistas y bohemios franceses. Así que ahora, con más fuerza que nunca, las luces de colores, los aires de 'burlesque' con los bailes propios de aquella época e incluso, charlestón o claqué, pisaban las tablas del Cervantes para seguir con el espectáculo. «El terror se acerca ante nosotros y vosotros fumando y bebiendo. Así arregláis el mundo», ironizaban las artistas con el público.
Pero otra vez aquel sonido ensordecedor de explosiones, de aquel mundo fuera del refugio musical, hacía entristecer a las tres artistas. «Está pasando lo mismo que cuando nos fuimos de Berlín», apuntan mientras el escenario volvía a estar oscuro, tan solo con la leve luz de la bombilla con la que todo empezó. Cogen sus maletas, se ponen los abrigos y, sentadas, vuelven a repetir la historia. Una explosión termina de dejarlo todo a oscuras. Todo había acabado tal cual, bajo la bombilla colgada de un cable. Para despedirse, después del cálido aplauso del público malagueño, las artistas piropeaban: «Aquí en Málaga siempre hace calor y es la gente la que lo da».
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