

Secciones
Servicios
Destacamos
La colina está coronada por una roca final que parece el caparazón de un quelonio. Y como el pico cercano y gemelo ya se había apropiado del título de monte Coronado, la llamaron Cerro de la Tortuga. Una denominación que nos habla de su forma y que esconde bajo su coraza de reptil un templo ibérico-púnico con una necrópolis que se extiende loma abajo. El santuario está a más de un centenar de metros de altitud sobre el antiguo Camino de Antequera y se asciende por un sendero que se va empinando cada vez más. El arqueólogo Juan Manuel Muñoz Gambero subió por primera vez en las navidades de 1959 para descubrir este yacimiento que cifra en 2.500 años de antigüedad. El experto ya tiene 76, pero trepa con la misma agilidad e ilusión que aquel chaval con alma de explorador que se topó con la historia de Málaga en piedra. Sube sin dejar de hablar y sin inmutarse, aunque al llegar a la cima lo que no ha podido el cansancio en su rostro sí lo puede la decepción. «Mira, todas estas pintadas son nuevas», muestra el investigador señalando los dibujos de brocha gorda con hoces y martillos o la palabra «facha» sobre lo que fue lugar sagrado. El yacimiento se excavó por última vez hace ahora 50 años y el abandono ha dado pie al expolio y al vandalismo.
La decoración acrílica no es el único daño que se aprecia a simple vista entre los restos de este santuario del siglo V antes de Cristo. La naturaleza también ha tomado posiciones ocultando con nuevos sedimentos y maleza lo que fue la principal zona arqueológica del yacimiento, a lo que se ha unido la mano del hombre. «Estos muros no los excavamos nosotros, sino que han sido expoliadores buscando tesoros», lamenta Muñoz Gambero, que apunta a la zona de la falla en la cumbre del monte que sirvió de cisterna para almacenar agua que se usaba para los ritos religiosos y funerarios. «A saber qué encontraron y ya nunca conoceremos», afirma mientras vuelve a torcer el gesto y muestra otra parte en la que los muros se han derrumbado por la falta de mantenimiento y el abandono.
Pese a que este conjunto está protegido como Bien de Interés Cultural (BIC) por la Junta de Andalucía, no hace falta ser un experto para notar la falta de conservación. La zona cero no solo está expuesta a las inclemencias del tiempo, sino que carece de vallado o cualquier tipo de protección. Unos metros más arriba de la cisterna, donde se encuentra el templo, continúan las pintadas, mientras otras piedras se han movido de su sitio original por lo que el arqueólogo tiene que mirar y buscar en su cabeza el lugar exacto en el que se encontraba la base de lo que cree fue una torre de observación astronómica ligada al santuario ibérico.
Detrás del templo se abre una amplia oquedad de varios metros de profundidad que, según el investigador, debe estar comunicada con la entrada a una gruta más abajo que quedó dentro de los terrenos de Castañón de Mena cuando fue construida la residencia militar y se cercó una parte del monte. La maleza no es lo único que se apoderado de la cavidad, sino que se ha convertido en una escombrera llena de residuos, recipientes y hasta una silla de plástico. «Su declaración como BIC implica obligatoriamente su protección, pero esto está abandonado y los expoliadores campan a sus anchas», constata Juan Manuel Muñoz Gambero, que lamenta que sus peticiones de excavaciones y de intervención de urgencia en el yacimiento hayan sido desestimadas desde que en 1968 participó en la última campaña de exploración del Grupo de Investigaciones Arqueológicas de la OJE de Málaga.
Desde la cima del Cerro de la Tortuga se domina toda la bahía de Málaga de este a oeste, por lo que no es difícil imaginar porqué los pobladores ibéricos eligieron este lugar para instalar su templo sagrado. No obstante, el yacimiento arranca mucho más abajo, a los pies de la actual avenida Carlos Haya, donde ya se encuentran piedras con inscripciones y representaciones que, como se puede ver en esta visita, se han usado recientemente para partir almendras. La gran extensión de la necrópolis en las faldas de la montaña y la importancia histórica del conjunto lo convierten en un emplazamiento no solo para su excavación, sino que Muñoz Gambero también aboga por la creación de un parque arqueológico que compatibilice la investigación con las visitas y para el que pide la colaboración mutua de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Málaga.
Lo de Juan Manuel Muñoz Gambero por la arqueología es absoluta pasión. Y el Cerro de la Tortuga no es su único hito profesional, ya que también fue descubridor y primer excavador en los 60 de la ciudad fenicia del Cerro del Villar. No tardó en convencerse de que aquel hallazgo en la desembocadura del Guadalhorce era el origen de la fundación de Málaga, pero cuando lanzó su tesis se encontró con una inesperada respuesta. «Fue un escándalo y me llamaron del Gobierno Civil para decirme que me callara. Era joven y me la tuve que envainar», relata el arqueólogo, que no oculta su particular satisfacción por las posteriores investigaciones que han confirmado que aquella antigua isla fue el primer enclave de la Málaga actual. Un yacimiento para el que Muñoz Gambero defiende un parque arqueológico como el de la Tortuga
«El Cerro de la Tortuga es el yacimiento más relevante en su categoría y, aunque Andalucía hay otros restos ibéricos y muy importantes, no existe un templo de estas características», sostiene el arqueólogo, que no se contenta con haber dado nombre a este sitio y haberlo excavado. Como si esta tierra sagrada que ahora vuelve a pisar todavía conservará su poder, Muñoz Gambero lanza un compromiso que suena a profecía: «Aunque sea pregonar en el desierto, voy a seguir luchando para que se proteja y difunda este patrimonio».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Encuentran muerta en un río a la actriz Sophie Nyweide
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.