H ay muchísimas maneras de celebrar un 28 de febrero del mismo modo que habrá otras formas de pasar de él, que es más o menos lo que hemos estado haciendo la mayor parte de nuestra vida. Pero ahora somos más de celebrar y hemos ... decidido hacer una fiesta de cualquier cosa que merezca mínimamente la pena. Y la merece. Además, en este caso, la Autonomía ha cumplido 40 años, una cifra digna de alabanza.
Ayer, día de Andalucía, vísperas del inquietante 29 de febrero, empecé la jornada rodeado de personas que parecían provenir de otro siglo y la acabé pronunciando uno de mis grupos de palabras preferidos: «una caña y un sándwich mixto». No solo eso. Además, celebré el día de la patria andaluza, si es que existe tal cosa, practicando una de las actividades más recomendables del mundo, que es escribir en un bar. El karma del momento lo rompió, quizá sin querer, el tipo de al lado de mi mesa, que ha pedido de una forma educadísima y rozando lo repelente que encendieran el televisor para ver el fútbol. «Sí, pero sin voz», comenta un camarero, provocando de esa manera cierto alivio en el personal, en una parte del personal conocedora de que la retransmisión hablada de los partidos desemboca en un sonido desagradable y pitoso. Por lo menos, en este partido jugaba el Málaga contra Las Palmas, que tampoco es que me interesara sobremanera; desde luego, más que un Albacete-Celta, dicho sea con todos los respetos a la gente de Vigo. Además, al Málaga parece que le va a comprar George Clooney, o eso dicen, cosa que aquí tampoco extrañaría teniendo en cuenta que hemos visto a Melanie Griffith, la de 'Armas de mujer', a puntísimo de cantarle una saeta al Cristo Coronado de Espinas. Vivimos en un lugar en el que una trama urbanística se llamaba 'Goldfinger' porque en ella estaba implicado Sean Connery, James Bond. Algún día nos acostumbraremos a cualquier cosa, y de paso recordé que, según leí esa misma mañana en la maravillosa 'newsletter' que envía este periódico, el equipo de Las Palmas se enfrenta al Málaga «con urgencia de ganar», expresión que gusta y espanta a partes iguales.
Tampoco parecía que el hecho de que el Málaga ganara a Las Palmas se convirtiera en la mejor manera de celebrar el Día de Andalucía. Una de mis formas de celebrarlo ha sido ver, por fin, Canal Sur, una televisión que hasta el último cambio de canales permanecía en el pozo numérico del mando a distancia, prácticamente defenestrado. Ha vuelto al 7 y en casa, por la mañana, nos deleitamos con la asombrosa realización en directo de las festividades oficiales del 28-F, un acto recto, lo más parecido al día de la raza en nuestra región, y lo dice uno que es muy fan de la pompa y la circunstancia, del protocolo simbólico y de Andalucía, en general.
Al final, lo mejor que he hecho por el Día de Andalucía ha sido escuchar a Carlos Cano, del que he comprobado vía Spotify que sigue sacando discos después de muerto, todos recopilatorios, que ya les vale a las discográficas. No hay nada más andaluz que Carlos Cano y él está para mí por encima de Blas Infante, que no regaló al universo canciones como 'Qué desespero' o 'Sevillanas de Chamberí' ni un montón más, temas que darían para docenas de recopilatorios. A Carlos Cano le escuché a mediodía, con un gazpachuelo, entre los decimonónicos y un sándwich mixto que me resultó delicioso aunque en mi caso, si hay que contarlo todo, a la conquista se llega siempre mediante los pistachos.
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